El alma de Europa es la humanidad. Si Europa quiere jugar un papel en el mundo no puede prescindir de la humanidad. Hablamos de seres humanos”. La canciller alemana, Angela Merkel, todavía es el estandarte de una Europa amparada en valores. Frente a ella, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, que se presenta a sí mismo como "iliberal", reconocía: “La canciller y yo no compartimos la misma visión del mundo”. Ni de Europa. "Hemos fracasado en la defensa de la invasión migrante", insiste Orban.
En la última década parecía que la Unión Europea sucumbiría por la crisis del euro. Hace apenas dos años el anuncio de la salida voluntaria del Reino Unido, el sí al Brexit en referéndum, produjo un tsunami en las capitales europeas. Ahora es el nacionalismo, “la peor de todas las pestes”, según Stefan Zweig, el que ha tomado como rehén a los migrantes para hacer que se tambaleen los cimientos del proyecto europeo.
Schengen, ¿hasta cuándo?
Schengen. ¿Sabe dónde está? ¿Sabe lo que significa? La localidad luxemburguesa, en la frontera con Francia y Alemania, presume de que su nombre se asocie a uno de los mayores logros de la UE. En 1985 cinco países (Bélgica, Luxemburgo, Francia, Alemania y los Países Bajos) creaban el germen de la única zona sin fronteras internas del mundo.
Hoy incluye 26 países, entre ellos cuatro no miembros de la UE. Hay cláusulas que permiten su suspensión temporal. Gracias a ese pacto, la generación nacida a partir de 1995, cuando entró en vigor, ha viajado por el Espacio Schengen sin barreras. "Salvemos nuestro Schengen", se titula un artículo de The Economist. Es el momento.
Hoy su futuro, y su presente, está en juego. “Europa se está cerrando cada vez más. Estamos llegado a un punto en el que el debate sobre las fronteras externas nos lleva a plantearnos cómo gestionar las fronteras internas, a la posibilidad de acabar con Schengen. Si hubiera un efecto cascada de levantamiento de fronteras, ponemos en riesgo la libre circulación de personas”, señala el eurodiputado del PSC, Javi López.
“En realidad, el debate no gira en torno a la libertad de movimientos, sino en torno a la migración. Los partidos tradicionales se ven condicionados por otros o por la opinión pública para levantar fronteras. Las fuerzas que siempre han defendido una lógica renacionalizadora están ganando terreno, como la Liga en Italia, o ahora la CSU bávara por interés electoralista”, añade López, recién desembarcado del Astral que junto al Open Arms llegaron esta semana a Barcelona tras rescatar a 60 personas en el Mediterráneo.
“¿Sois libios o sois europeos? Nos preguntaban al avistarnos. Europa es su esperanza de salir del infierno. No hay una avalancha. Los números descienden desde 2015. Europa no tiene una crisis migratoria. Es una sensación creada por la histeria política de fuerzas nacionalistas”, remarca Javi López.
Alemania se cierra
En Alemania, el país que asumió la acogida de más de un millón de personas en 2015, la mayoría procedentes de la guerra de Siria y Afganistán, acaba de cerrarse in extremis un acuerdo de la gran coalición en el gobierno que supone un endurecimiento de las condiciones de asilo. Ha presionado extraordinariamente el ministro del Interior, Horst Seehofer, de la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera.
En ese rico Land del sur de Alemania, donde la CSU gana por mayoría absoluta elección tras elección, hay comicios en octubre y ese dominio en las urnas está en cuestión. La ultraderechista Alternativa por Alemania ha sabido cómo dirigir la agenda hacia la cuestión migratoria y forzar políticas cada vez más restrictivas, que ahora ya apoya la canciller y los socialdemócratas, aunque con matices.
Lo paradójico es que la estrategia de Seehofer no contenta a sus votantes. En el último sondeo, la CSU apenas contaba con un 34% de los apoyos, y AfD seguía en ascenso. Además, dos terceras partes de los alemanes rechazaban las medidas unilaterales que defendía el ministor del Interior.
Seehofer quería expulsar de inmediato a todo aquel que cruzara la frontera alemana y ya se hubiera registrado en otro país de la UE para pedir asilo, la llamada emigración secundaria. Sin embargo, se ha topado con el gobierno austriaco, en el que hay varios miembros de ultraderecha, que se niega a aceptar a quienes sean devueltos por Alemania.
Finalmente, Alemania reconoce a Austria como país de tránsito y así se compromete a que no sea el destino final. El reglamento de Dublín establece que sean los países adonde llega la emigración quienes se ocupen de tramitar su refugio o expulsión.
La medida perjudica a los países que son frontera externa de la UE, como Italia, Grecia o España, y por ello se intenta reformar para acordar un derecho de asilo europeo más equitativo. Sin embargo, en la última cumbre de Bruselas, de finales de junio, no hubo avances y todo lo acordado se basó en el voluntarismo.
Lo que se logró fue calmar a Italia, que ya ha cerrado sus puertos a los barcos de rescate, y se propone expulsar a medio millón de ilegales. La Liga de Matteo Salvini ha logrado convencer a los italianos de que la amenaza migratoria es el origen de todos sus males económicos. También apoyar a Merkel en su disputa migratoria con el ministro bávaro del Interior. España salió en ayuda de Merkel al ofrecerse a ubicar refugiados que estén en Alemania en nuestro territorio.
La mala gestión de la inmigración ha hecho que los líderes demagogos la usen como política de alarma social", dice Cuello
“En el último Consejo Europeo no hubo voluntad real de mejorar la gestión de la inmigración. Los datos evidencian que no hay una crisis migratoria real. Han llegado a nuestras costas un 85% menos que en 2015 y este año va a la baja. Pero aunque el panorama no sea el que pinta Salvini hay que mejorar la gestión de los flujos migrarorios. Por la mala gestión que ha hecho la UE de la inmigración los líderes demagogos han podido usarla como política de alarma social”, afirma Hugo Cuello, cofundador de Con Copia a Europa.
España, destino en ascenso
Una cuestión es gestionar los nuevos flujos y otra resolver qué hacer con quiénes ya están en la Unión Europea. Sobre nuevos flujos, el director de Frontex, Fabrice Leggeri , advertía en Der Spiegel que España es un destino en ascenso, una vez que otras rutas se han cerrado.
En 2015, más de 850.000 personas llegaron a Grecia en busca de asilo, y muchas siguieron camino hacia el norte. Este año han sido 13.000 A Italia ese año arribaron 150.000. Estos meses de 2018 van 17.000. En Alemania las solicitudes de asilo fueron menos de 15.000, la cifra más baja desde 2013. En España hay, sin embargo, más llegadas: 14.446 inmigrantes irregulares en el primer semestre, el doble que en ese periodo del año pasado, según el Ministerio del Interior.
Para evitar que en España suceda lo que ha pasado en Italia sobre la instrumentalización política de la inmigración en aras del nacionalismo eurófobo habría que actuar con rapidez. Y el punto de mira es África, un continente que si no hay un plan rápido será una bomba demográfica en apenas dos décadas.
Más de un 60% de quienes llegan de forma irregular a la UE, a pesar de no recibir asilo, se quedan en territorio europeo. Schengen contempla que un Estado pueda restablecer controles fronterizos si hay una llegada importante de inmigración. Pero las actuaciones unilaterales como la que defendía Seehofer llevan el riesgo de un efecto dominó. Ahora el ministro alemán está negociando con Austria e Italia, y está viendo las dificultades de avance cuando cada país mira solo por su propio interés.
Según Carmen González Enríquez, investigadora principal del Real Instituto Elcano, el gran riesgo sería que se restablecieran controles en Brennero, entre Austria e Italia, "lo que tendría un gran impacto económico en la UE". Reconoce que la inmigración la política tiende a ser más restrictiva pero no cree que eso signifique que la UE avance hacia un mundo iliberal.
“Italia tiene medio millón de irregulares repartidos por todo el país. Son personas que difícilmente se integrarán en Italia. Alemania no ha terminado de ocuparse del millón y medio que llegó en 2015. Suecia está al borde de sus capacidades… Aunque ahora vengan menos, es la gota que colma el vaso. La migración económica es el grueso de lo que llega y no hay ningún acuerdo en ninguna política europea que diga nada sobre acoger a toda la inmigración que quiera establecerse en la UE, señala la investigadora.
Es la Presidencia austriaca, encabezada por el conservador Sebastian Kurz, cuyo gobierno se sustenta gracias al respaldo de la ultraderecha, la que tendrá que lidiar con la disputa migratoria. “Una Europa sin fronteras internas solo es posible si funcionan las externas”, sostiene Kurz, el jefe de gobierno más joven de Europa a sus 31 años.
Desde Bruselas, el embajador austriaco ante la UE, Klemens H.Fischer, reconoce el riesgo de un efecto dominó si hay países que establecen controles fronterizos de forma unilateral, aunque confía en que se pueda evitar. “Al final, debe haber una solución europea, porque todos los Estados miembros están afectados”. Fischer se muestra preocupado por “el factor humano” Como sostiene Merkel, se trata de seres humanos.
Plan África
En este momento se impone lo que llama Miguel Ángel Benedicto, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Madrid, la visión securitaria. “Lo ideal sería combinar la protección de las fronteras exteriores, sobre todo Grecia, Italia, que se quedaron solas, y España, con acciones como el Plan África, para mejorar el desarrollo en los países de origen y de tránsito. Todo lo demás son parches”, señala Benedicto.
Coinciden todos los expertos en que es fundamental mirar a África. “Hay que estar más presentes en África: crear empleo, promover la educación, especialmente de las mujeres y los jóvenes, dedicar más fondos… Y promover canales legales de emigración. La UE consume demasiado tiempo en sus crisis internas cuando tendría que estar dando un giro hacia África”, afirma González Enríquez.
Estamos en la antesala de la gran explosión demográfica africana. En 2060 Nigeria tendrá más habitantes que Estados Unidos (470 millones). “Para Europa es crucial elaborar una estrategia para África. Lo que pasa en África nos afecta”, afirma el eurodiputado socialista español. El ministro español de Exteriores, Josep Borrell, insiste siempre que puede en que África es crucial para la UE.
Y si hay algo que evitar es situaciones como la que se vive en Libia, un país de tránsito donde se ha destruido el Estado y donde quienes sueñan con llegar a Europa se topan con un calvario de abusos y violaciones. El paso por Libia no hace sino acentuar los deseos de huida de los que ya sufren en sus países de origen. Otro gran problema es que en la actualidad es ruta de paso y que la cooperación con este país norteafricano se hace necesaria, pero debería ser bajo estricta supervisión y con vistas a crear un Estado donde ahora reina el caos y el desgobierno.
En su paso veloz por Madrid, el ex presidente de EEUU Barack Obama recordó cómo Estados Unidos es un país de inmigrantes de diferentes orígenes. Su padre procedía de Kenia. El Nobel de Literatura Günter Grass defendía que “Europa no debería tener miedo de la migración porque las grandes culturas provienen del mestizaje”. Como el asesor James Carville sugería a Bill Clinton ("Es la economía, estúpido"), en el caso de Europa, es el nacionalismo la peste, no la inmigración.
El lema de la Presidencia austriaca es “una Europa que protege”. Muchos leen con recelo: “Una Europa que se protege”. ¿De quién? De los que escapan del infierno. ¿Somos libios o somos europeos?
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