La repentina salida de escena de Pablo Iglesias e Irene Montero ha dejado a Podemos a la deriva en un momento crucial. Desde su fundación en 2014 es la primera vez que la formación es estrictamente necesaria para la acción de Gobierno y tiene capacidad de influencia sobre el inquilino de La Moncloa. El partido de Iglesias aspiraba a capitalizar las medidas aprobadas en el Parlamento para restar peso al PSOE de Pedro Sánchez, pero el hiperliderazgo que impera en la organización, reforzado tras Vistalegre 2 y la salida del plano nacional de otras referencias como Iñigo Errejón o Carolina Bescansa, ha dejado huérfano de referentes a Podemos con la retirada de sus dos principales líderes, precipitada por el nacimiento prematuro de sus hijos.
En las últimas semanas el partido había elaborado una hoja de ruta que consistía en en marcar el camino al presidente de Gobierno. Mediante exigencias y acuerdos parlamentarios planteados por Iglesias y Montero, Podemos había conseguido atribuirse el mérito de las medidas impulsadas desde La Moncloa, como la admisión a trámite de la Ley para equiparar permisos de paternidad y maternidad o la iniciativa sobre la eutanasia.
La victoria de Sánchez en la moción de censura, sin ir más lejos, llegó después de que Iglesias anunciara su voto a favor con una serie de exigencias mínimas. Una de ellas era el desbloqueo de algunas iniciativas bloqueadas por el anterior Gobierno de Rajoy, tal como sucedió en la ley de igualdad de permisos, donde Podemos se atribuyó la victoria parlamentaria. Otra de las exigencias fue precisamente la negociación con Cataluña. Una vía de diálogo que Sánchez ha abierto en los últimos días, con reuniones con el president Quim Torra y la apertura de comisiones bilaterales con la Generalitat. Esta vez, sin embargo, no ha habido reivindicación por parte de Podemos pese a ser el único partido que apostó abiertamente por este camino.
La abrupta salida de Iglesias y de Montero ha dejado en evidencia la falta de un plan de contingencia en el partido. La idea inicial era que la baja de los dirigentes fuera a partir de septiembre, una vez pasados los primeros meses del Gobierno de Sánchez y ya anunciadas las medidas más potentes de Sánchez, en las que Podemos podría intervenir. Sin embargo, el adelanto imprevisto de estas ausencias ha dejado al partido noqueado. En la última semana en que los dirigentes estuvieron en activo, del 25 de junio al 2 de julio, Iglesias tuvo previstas al menos 12 intervenciones públicas, sin contar las declaraciones en los pasillos parlamentarios, e Irene Montero otras cinco. En total, casi una veintena de declaraciones públicas y valoraciones con las que eran capaces de hacer ruido e influir en el nuevo Ejecutivo, obligado a entenderse con la formación morada.
En sustitución de los dos líderes, ahora hay tres voces cantantes, que sin embargo no cuentan con la misma autoridad en Podemos. La portavoz adjunta de Unidos Podemos, Ione Belarra, estaba llamada a hacer la función de Montero, y en los últimos meses ha ofrecido varias ruedas de prensa en ausencia de la portavoz parlamentaria, a modo de entrenamiento. Noelia Vera, coportavoz de la Ejecutiva desde la última Asamblea Ciudadana, era la encargada de comunicar los asuntos del partido pero ha ido ganando protagonismo también en el Congreso de los Diputados, a raíz de los debates y acuerdos sobre RTVE, de los que ella tenía la voz cantante en Podemos. Vea y Belarra son ahora las encargadas de llevar las riendas en el Parlamento, mientras el secretario de Organización, Pablo Echenique, las llevará en el partido.
Los nuevos responsables también cuentan con una amplia cuota de pantalla, pero sin los efectos deseados. En los últimos días, el Partido Socialista no está encontrando obstáculo alguno para capitalizar todas sus propuestas y la capacidad negociadora de Podemos ha quedado limitada. En los últimos tiempos, Iglesias y Montero han sido los principales diseñadores de la estrategia de Podemos. Ahora, la dependencia de Podemos hacia sus dos principales líderes se ha hecho aún más evidente: desde su salida, Podemos se ha mostrado incapaz de marcar agenda, se ha mantenido alejado de estridencias y ha optado por presentar iniciativas en la que el grupo parlamentario llevaba trabajando desde hace meses, como la proposición de Ley contra la violencia sexual.
El peso del partido hace dos años se repartía entre figuras como Iñigo Errejón o Carolina Bescansa, que habían participado en la fundación del partido y habían tenido un papel activo desde sus inicios. A día de hoy, ambos diputados han desaparecido de escena. El primero, después de su derrota en Vistalegre 2 y tras el pacto por el que sería el candidato de la formación para la Comunidad de Madrid. La segunda cayó en desgracia hace casi un año, cuando comenzó el proceso independentista que culminó en el referéndum del 1 de octubre. Sus posturas comenzaron a distanciarse de la dirección y en octubre criticó abiertamente la posición de Podemos respecto a la crisis, advirtiendo de que el partido tenía “que hablar más a los españoles” que a los independentistas. Las críticas le hicieron caer en desgracia dentro de la organización y fue purgada de varias portavocías en comisiones del Congreso de los Diputados, donde fue sustituida precisamente por Montero.
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