Siempre estiró la cuerda, buscó los extremos y lo hizo a cualquier precio. La amenaza, la coacción y la presión social estuvieron en su catálogo de herramientas al calor de la violencia de ETA. ‘Socializar el sufrimiento’, lo llamaron. La estrategia era sencilla, sembrar el temor en los adversarios y la advertencia, la llamada al orden, entre los propios. Nadie debía abandonar las filas y la ortodoxia del mensaje tenía que quedar blindada. Durante décadas un toque de corneta sirvió para unificar voces, enterrar disidencias e imponer un discurso único. Pero aquella izquierda abertzale ya no existe. Se diluyó mientras ETA se desangraba tras haber escrito la historia de dolor más inútil jamás vivida en democracia.
Su voz sigue siendo fuerte y escuchada, pero ya no lo hace de igual modo. Sus actos tampoco son tan multitudinarios como antaño y sus convocatorias no condicionan la política en Euskadi. La “refundada” izquierda abertzale, la que sigue liderando su viejo referente, Arnaldo Otegi, ha perdido músculo, pese a que conserva la fuerza que le concede el título de líder de la oposición. Ni siguera en el acto de refundación fue capaz de llenar un pabellón que otrora se hubiera quedado pequeño.
Sus líderes no son los mismos, tampoco sus votantes. Muchos de ellos sólo militan por tradición familiar o por el eco de su pasado combativo que aún se escucha en numerosos municipios vascos. Por mera cuestión temporal, las fecundas bases juveniles que alimentaron a este mundo durante años y se convirtieron en la cantera de ETA y de su violencia callejera están ahora menos concurridas. ETA ha desaparecido y se ha llevado a su entierro su inercia revolucionaria.
La revolución en Euskadi ya no es ‘militar’, tampoco en pos de una batalla por la independencia de Euskal Herria.
La revolución en Euskadi ya no es ‘militar’ ni se libra contra ningún estado “opresor”, tampoco en pos de una batalla por la independencia de los siete territorios de Euskal Herria. El caladero revolucionario se encuentra hoy en el ámbito social, en el feminismo o en la lucha por pensiones dignas que lideran los jubilados vascos. Y ahí, en esa revolución, Podemos ha logrado ocupar gran parte del espacio discursivo y electoral de la izquierda a abertzale.
Nuevo discurso, nuevo votante
El cambio de discurso, de base social y de contexto político que padece el mundo de Otegi es ya palpable. La mayor radiografía de la sociedad vasca que cada seis meses elabora la UPV con su Euskobarómetro hace tiempo que empieza a revelar esa fotografía del cambio abertzale mas radical. Y los datos son concluyentes, en sólo cuatro años los votantes que siguen la voz de Otegi se han hecho menos independentistas, han debilitado su sentimiento vasquista y se muestran mucho más críticos con ETA y su historia de lo que lo hicieron años atrás.
Lejos quedan los tiempos en los que el inquietante “¡ETA!, ¡má-ta-los!” o el "Ta, ta, tatata… ¡ETA!” coreado por decenas de miles de personas en cualquier de sus marchas al paso de una comisaría congelaba la sangre. Aquella base electoral parece haberse disuelto, evolucionado o desengañado definitivamente. En la Euskadi post ETA, como con el franquismo que llenaba la Plaza de Oriente, aquellas voces ya no llenarían ningún pabellón. En sólo cuatro años el porcentaje de votantes de EH Bildu que asegura sentirse “sólo vasco” se ha hundido de modo significativo. Lo ha hecho nada menos que en 20 puntos. Entre los simpatizantes de la coalición abertzale, el 85% de quienes en 2014 decían sentirse únicamente vascos ha descendido hoy hasta el 65%.
En EH Bildu tambien son cada vez menos los que sueñan con una Euskadi independiente. Mientras Cataluña avanzaba hacia la ruptura, la unilateralidad y las proclamaciones de repúblicas de ficción, en el País Vasco incluso quienes se supone que defienden las posiciones más soberanistas empezaban a dar pasos atrás. Hace apenas cuatro años tres de cada cuatro votantes de EH Bildu no dudaban en citar la fórmula de la independencia como la mejor opción para vivir, hoy lo hace el 65% de los votantes de Bildu, diez puntos menos que en 2014.
El porcentaje de votantes de EH Bildu que asegura sentirse “sólo vasco” se ha hundido de modo significativo
En una Euskadi que ha recuperado la normalidad y la paz tras el final de ETA, oficializado el pasado 3 de mayo, y que empieza a salir de las crisis económica, ni siquiera entre los más radicales se contempla un Estado vasco soberano como la mejor opción para mejorar su calidad de vida. En 2014, los simpatizantes de Otegi decían en el 73% de los casos que una Euskadi independiente les permitiría vivir mejor, ahora sólo lo afirma el 59% de los votantes de la izquierda abertzale.
Sin miedo a cuestionar a ETA
Un viraje que también se percibe en la actitud ante ETA. Cuando se pregunta sobre la valoración de la historia de ETA cada vez son más quienes en las filas radicales se atreven a asegurar que la aportación ha sido “negativa”. Hoy lo afirma sin pudor el 58% de los seguidores de Bildu, cinco puntos más que hace cuatro años.
La izquierda abertzale ha culminado esta semana un viraje soberanista. Partía de la ‘vía vasca’ unilateral que al estilo catalán quiso imitar para emprender el camino hacia una Euskadi independiente. Este verano lo ha estrenado subiéndose al tren del autogobierno del PNV y que Bildu siempre cuestionó. Se acabó el golpe en la mesa, el órdago a las estructuras del Estado para iniciar un camino en solitario hacia la Euskal herria independiente. El camino de las dos grandes “familias abertzales”, como las definió Otegi, pasa por una fórmula negociada con España y dentro de un marco legal para alcanzar la Euskadi confederal que dote de mayor autonomía al País Vasco.
La izquierda abertzale ha culminado esta semana un viraje soberanista. Partía de la ‘vía vasca’ unilateral y termina en una Euskadi "confederal"
Al inicio de la legislatura la candidata a lehendakari por parte de Bildu, Maddalen Iriarte, apeló a la necesidad de imprimir urgencia al camino hacia la soberanía. Incluso instó a desoír las amenazas del Estado y proclamó la celebración de una consulta para el próximo año. Era un imposible que enarbolaba en solitario. Ahora el camino de la ‘refundada’ izquierda abertzale se ha reconfigurado.
Mejor avanzar paso a paso, territorio a territorio, cada uno a su ritmo. La etapa que ahora libra es la de la Comunidad Autónoma Vasca. El jueves Arnaldo Otegi calificó de “histórico” e inédito en los últimos 40 años el entendimiento alcanzado entre el PNV y Bildu para asentar las bases del futuro estatuto vasco. Un documento al que aún le resta un largo recorrido hasta ver la luz y más aún hasta logar la aprobación definitiva.
La propuesta de un estado “confederal” integrado en España pero con una relación con el Estado “de igual a igual” hubiera sido motivo de duro reproche en la tribunal de Bildu. De expulsión o arrinconamiento en sus estructuras internas. Pero los tiempos, necesidades y riesgos se han impuesto en la nueva izquierda abertzale que un día no tan lejano fue independentista hasta la muerte…
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