El nuevo presidente del PP, Pablo Casado (37 años) ha ganado el Congreso extraordinario del partido con más holgura de la esperada: 15 puntos de ventaja sobre su competidora, Soraya Saenz de Santamaría. En conversación con El Independiente se muestra tranquilo, no transmite la euforia lógica de quien se ha alzado con el triunfo cuando hace apenas un mes nadie contaba con él para la carrera sucesoria de Mariano Rajoy.
"Teníamos buenas vibraciones, pensaba que iba a ganar. Para mí no ha sido una sorpresa", afirma con serenidad, tal vez con ese punto de incredulidad del que ha conseguido una hazaña pero necesita tiempo para asimilarlo.
Pablo Echenique (Podemos) dice que con el triunfo de Casado ahora "tenemos tres partidos de extrema derecha en España". Algún diario también va por esa línea. Le atribuyen a Casado la vuelta al aznarismo. Interpretan su victoria como la venganza del reducto más conservador del PP contra Rajoy. A esas calificaciones, Casado responde: "Yo he hablado en mi campaña y en mi discurso de principios, que son principios transversales, no sectarios ni excluyentes. Claro que creo en la familia, en la unidad de España y en la libertad. Pero, ¿eso es ser de derechas? Quien me conoce bien sabe que mis principios y mi manera de hacer política son moderados".
Ahora al presidente del PP le espera de manera inmediata el diseño de una dirección que tiene que integrar a los perdedores, que han logrado un significativo 42% de apoyos por parte de los compromisarios. La operación será rápida y estará concluida en los primeros días de la próxima semana. "Coser va a ser más fácil de lo que parece. Lo que hemos visto en el Congreso es que la gente quiere unidad y trabajar, mirar hacia delante. Lo dije y lo voy a cumplir, no habrá exclusiones en el PP bajo mi dirección", asegura.
"Coser va a ser más fácil de lo que parece. El PP va a marcar la agenda política en España"
Pero, además de esa labor de integración, seguramente más compleja de lo que Casado cree, el líder del gran partido conservador tiene que afrontar una situación especialmente complicada. El PP ha vivido casi dos meses en shock, viendo como Pedro Sánchez se consolidaba como presidente del gobierno a la vez que su partido subía en las encuestas y sintiendo en aliento en el cogote de Ciudadanos. "Lo que ha ocurrido en este Congreso ha sido muy importante. El PP sale fortalecido y, a partir de ahora, veremos como nuestro partido remonta en las encuestas. De aquí en adelante, vamos a marcar la agenda política en este país", vaticina.
Lo que ha sucedido, en efecto, ha sido muy importante. Rajoy era el último líder político que vivió la Transición. En el PSOE manda Pedro Sánchez, a su izquierda ha surgido un nuevo partido (Podemos) liderado por Pablo Iglesias, y en el centro ha ganado cada vez mayor peso Ciudadanos, que tiene al frente a otro político, Albert Rivera, que nació cuatro años después de la muerte de Franco. Sólo el presidente del gobierno supera los 40 años.
El cambio generacional en el PP era más que necesario y eso lo han entendido la mayoría de los compromisarios. Para muchos de ellos Casado ha sido todo un descubrimiento. Su discurso, para el que no utilizó papeles, fue mucho más brillante y contundente que el de Soraya Saenz de Santamaría, a la que, en principio, se le atribuían mayores dotes de oradora. Casado ha ganado contra el gran aparato, y, en cierta medida, contra la continuidad del rajoyismo, que había colocado al PP en un pragmatismo desmotivador.
Casado, en efecto, representa valores del PP que perduran desde los tiempos de Fraga, pero tal vez sea el único dirigente de su partido con capacidad para convertir esos principios en ideas con las que se identifiquen los jóvenes.
Al presidente del PP le va a tocar la ingente tarea de romper con un pasado lastrado por la corrupción. Y lo va a tener que hacer a toda velocidad. Le esperan citas electorales casi seguras este año en Andalucía y Cataluña y en la próxima primavera las autonómicas, municipales y europeas. Su gran reto: poner al PP por encima del 30% en intención de voto, lograr que su partido siga siendo el más votado.
Le espera el ascenso al Everest, reto para el que tiene dos grandes bazas: la legitimidad de su victoria y su juventud, y un handicap que se puede curar con el tiempo, la inexperiencia.
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