La antigua Convergència ha muerto. Si alguien conservaba alguna esperanza de recuperar el soberanismo posibilista en Cataluña como vía de salida a la crisis institucional, el congreso celebrado por el PDeCat este fin de semana ha despejado las dudas. El nuevo soberanismo ha optado por la vía de la confrontación que el ofrece Carles Puigdemont a través de la Crida. Una oferta que han aceptado en primer lugar los es consellers presos, Josep Rull, Jordi Turull y Joaquim Forn, y que lleva a la disolución del partido en la plataforma auspiciada por Puigdemont, Quim Torra y Jordi Sánchez para apostar por seguir tensionando la relación con el Estado.
La inquina con la que Puigdemont y su círculo de confianza han acabado con el liderazgo de Marta Pascal responde, sin embargo, a una batalla mucho más personal. Una ruptura que se hizo insalvable cuando la ya ex coordinadora general del PDeCat le ganó el único pulso a Puigdemont al imponer el apoyo del grupo soberanista en el Congreso a la moción de censura de Pedro Sánchez. Puigdemont no quería apoyar a Sánchez porque necesita la confrontación, y le era más fácil hablar de una España franquista con Mariano Rajoy al frente del Gobierno.
En el Congreso, el liderazgo de Jordi Xuclà y Carles Campuzano parece tener los días contados
La segunda derivada de esa victoria del antiguo aparato sobre Puigdemont, que ya mandaba en el Parlament, se verá en los próximos días en el Congreso de los Diputados. Los afines al ex president ya han dejado claro este fin de semanas que habrá cambios en el Grupo en las Cortes. El liderazgo compartido de Jordi Xuclà y Carles Campuzano parece tener los días contados. La nueva vicepresidenta del PDeCat y valedora de Puigdemont en las Cortes, Miriam Nogueras, tiene todos los puntos para alzarse como nueva portavoz de la exigua minoría catalana.
Una mala noticia para la estrategia de acercamiento ensayada por el PSOE en las últimas semanas. Nogueras conoce bien las consecuencias del apoyo al PSOE, por lo que es previsible un endurecimiento de la postura del PDeCat en el Congreso. Una estrategia que hará también los acuerdos más difíciles con Esquerra. Los republicanos, en dura competencia con Puigdemont por liderar el espacio independentista, no pueden aparecer ante su electorado como excesivamente colaboradores del Gobierno.
El PSOE de Pedro Sánchez tendrá que afinar mucho más a partir de ahora los equilibrios en su relación con el independentismo catalán, porque probablemente desafíos como la moción de la CUP votada finalmente por PDeCat y ERC se reproduzcan en las próximas semanas. De hecho, algunos leen ya esa moción -que contravenía abiertamente los avisos del Tribunal Constitucional, como señalaron los letrados del Parlament- como un intento orquestado por el sector más radical de JxCat de dinamitar la entrevista entre Pedro Sánchez y Quim Torra en La Moncloa.
Cierto o no, Puigdemont y su entorno están convencidos de que la estrategia de confrontación es la única que da resultados. La decisión del Tribunal de Schleswig-Holstein y la posterior retirada de las órdenes de entrega por parte del Tribunal Supremo parecen darles la razón en el terreno judicial. Y JxCat está pensando además en unas nuevas elecciones autonómicas, aprovechando la tensión política que a buen seguro generará el próximo otoño el juicio del 1-O.
Esa expectativa explica la aparición de la Crida, una plataforma creada con la pretensión no sólo de absorber al PDeCat sino también apoyos del independentismo más de izquierdas que nunca se sumaría al partido heredero de CDC. De ahí el liderazgo nominal de Jordi Sánchez -ex presidente de la ANC, que procede del entorno de ICV- y de Quim Torra, dirigente de Òmnium antes de llegar a la presidencia de la Generalitat.
Todos los actores independentistas, muy especialmente los actuales líderes de la ANC. Òmnium o los CDR, exigen unidad a los partidos políticos independentistas, y esa unidad es la que pretende ofrecer Puigdemont con la Crida. Aunque los primeros pasos no auguran un camino de rosas. La expulsión de Pascal del PDeCat se ha hecho a costa de sufrir un voto de castigo del 30% y un revolcón en la ponencia organizativa que pretendía abrir la puerta de la nueva ejecutiva a los consellers y altos cargos.
El conseller de Interior, Miquel Buch, y el de Territorio, Damià Calvet, hombres de confianza de Turull y Rull respectivamente, siguen fuera de la ejecutiva del partido, en la que continúan voces como la de Maria Senserrich, portavoz con Pascal. Los críticos maniobraron hasta la madrugada del domingo para excluirla, junto a otros fieles de Pascal, de la nueva ejecutiva. Hasta que Bonvehí se plantó, según fuentes oficialistas, y obligó a terciar a Puigdemont para que se aceptara la lista finalmente aprobada por la Asamblea.
Pascal está fuera, pero parece prematuro concluir que las luchas por el poder en el seno del PDeCat han concluido. En el discurso político, sin embargo, ya se ha impuesto la línea de Puigdemont. Suprimida la apelación al posibilismo de Pascal, el próximo otoño augura elecciones y más confrontación con el Gobierno.
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