Gobernar es sufrir. Pedro Sánchez no lleva ni dos meses en Moncloa y ya ha comenzado a sentir los rigores del ejercicio del poder.
Primero fue la dimisión forzada del ministro de Cultura, Màxim Huerta por unos problemillas con el Fisco; luego, la atribulada renovación del consejo de RTVE, con esa impagable confesión de Pablo Iglesias ("los nombramientos de RTVE dependerán de Podemos"); y ahora se le juntan dos complicados frentes: el viaje en el Falcon 900B presidencial para ver a The Killers en el FIB; y la decisión de PP y PDeCAT de complicarle la vida en el Congreso.
Echemos una ojeada al primero de estos asuntos. Por mucho que en Moncloa insistan en que acudir a un festival de música forma parte de la actividad del presidente, la inmensa mayoría de los ciudadanos no comparte la idea de que el ocio de Sánchez pueda ser considerado como "agenda cultural por la noche", como argumentó la vicepresidenta Carmen Calvo.
Usar medio públicos (y el avión presidencial lo es) para fines privados (como ir a un concierto) no sólo no está bien, sino que es incompatible con la propuesta de regeneración que hizo el presidente. No hay que olvidar que la moción de censura que le proporcionó la llegada al poder tuvo como origen la necesidad de regeneración que un PP acosado por la corrupción ya era incapaz de llevar a cabo.
El PDeCAT condicionará su apoyo al reconocimiento de la autodeterminación y el PP no le apoyará en el techo de gasto
El hecho de que el gobierno no entienda por qué se ha montado tanto lío a cuenta del viaje a Benicàssim denota un preocupante alejamiento de la realidad; lo que siempre se ha conocido como "síndrome de la Moncloa". Lo que hasta ahora no habíamos visto es que esa enfermedad se manifestara tan pronto en el inquilino del palacio presidencial.
Pero, para el horizonte presidencial lo más preocupante es el campo de batalla que le aguarda en el Parlamento. Pablo Casado ya ha marcado la línea roja con el techo de gasto. El nuevo presidente del PP no le va a dar un respiro ni siquiera en las políticas en las que Sánchez no podrá contar con la ayuda de sus socios de gobierno.
Por su parte, la toma del poder desde Alemania de Carles Puigdemont en el PDeCAT es una malísima noticia para el presidente. El PSOE necesita los votos del grupo independentista catalán para sacar adelante alguna de sus iniciativas, como, por ejemplo, el nombramiento de la administradora única de RTVE. Y eso es sólo el principio de una política de confrontación que ya ha anunciado su recién elegida vicepresidenta Miriam Nogueras.
En ese escenario plagado de minas, las declaraciones de la portavoz del gobierno, Isabel Celaá, no descartando un adelanto electoral ("Nadie va a resistir más de lo razonable", ha dicho) alimentan los rumores de que el presidente podría plantearse dicha opción si las encuestas le son favorables en otoño o invierno.
Sánchez no debería perder de vista el "frente republicano" que se acaba de constituir a cuenta de la publicación de las cintas de Corinna
Si gobernar con mayoría es complicado, hacerlo con 84 escaños requiere de un constante ejercicio de malabarismo político. Por mucho que haya una mayoría parlamentaria que sustente a Sánchez, los números son testarudos. Ninguno de sus socios le va a regalar el apoyo y todos le van a pedir, tarde o temprano, compensaciones. Lo hemos visto con Podemos, ahora lo veremos con el PDeCAT y seguramente también con ERC o Compromís.
Por otro lado, Sánchez no debería perder de vista el "frente republicano" (Podemos, ERC, PDeCAT, Compromis,...) que se acaba de constituir a cuenta de la publicación de las cintas de Corinna, que apuntan a posibles delitos del rey emérito ¿Puede apoyarse el presidente para gobernar en partidos que le van a exigir la autodeterminación en Cataluña o un referédum sobre Monarquía o República?
El presidente siempre ha mantenido que su límite para negociar está en la Constitución, que no contempla ninguna de esas dos cosas. La cuestión, a menos de dos meses de su victoria en la moción de censura, es si esa mayoría se puede mantener sin que Sánchez rompa alguno de sus compromisos.
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