El PSOE, Podemos, los independentistas y los republicanos están de acuerdo en una cosa: situar al PP en la derecha sin matices, sin apellidos, es la mejor forma para garantizar una cómoda mayoría a la izquierda. Y creen que con la elección de Pablo Casado como presidente del partido les ha tocado la lotería.
La estrategia no es nueva. Ya lo intentó Rodríguez Zapatero, que no tuvo inconveniente en avalar el "cordón sanitario" contra el PP en Cataluña. Los líderes socialistas lo reconocían entonces abiertamente: "Hay que hacer retroceder al PP a los tiempos de la Alianza Popular de Manuel Fraga". Ese arrinconamiento del PP facilita a la izquierda tener una oposición cómoda, sin posibilidades de alcanzar el poder y con un techo electoral que en ningún caso superaría los 120 escaños.
La operación está en marcha. Diferentes líderes políticos de la izquierda insisten machaconamente en el supuesto perfil ultra de Casado. La vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, le ha acusado, metiendo en el mismo saco a Albert Rivera, de "promover la xenofobia" y le ha comparado con el ministro del Interior italiano Matteo Salvini. La portavoz del gobierno, Isabel Celaá ha tildado al PP de ser un partido de "extrema derecha", similar a los movimientos populistas que campan por Europa. El propio presidente del gobierno no tuvo inconveniente en etiquetar de "extremista" a Casado en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros del viernes.
El PSOE quiere arrinconar al PP en la derecha pura y dura porque eso supone reducir su expectativa de voto a poco más del 20% del electorado
En España todavía la derecha sigue pagando en imagen la teórica herencia del franquismo. El fundador de AP, Fraga, fue ministro de Franco. Aunque a la dictadura no le gustaban los liberales concentró la represión en comunistas, socialistas y anarquistas. Jugar con la figura de Franco siempre le ha dado buen resultado al PSOE y por ello ahora Pedro Sánchez ha vuelto a plantear la exhumación de su cadáver del Valle de los Caídos.
La polarización tiene indudables ventajas desde el punto de vista electoral. Cuando más a la derecha se perciba al PP menos votos tendrá. Según el último CIS sólo un 20% de los consultados se sitúan a sí mismos en ese espectro ideológico. Sin embargo, en el centro político se sitúa otro 20% del electorado. La conclusión es clara: si el PP pierde el centro sus expectativas electorales quedan reducidas a una quinta parte del electorado, lo que equivale a poco más de 100 escaños.
Consciente de la que se le viene encima, Casado abordó el asunto de la derechización en la primera reunión del nuevo Comité de Dirección del partido, celebrada el pasado lunes en el cuartel general de la calle Génova.
El líder del PP estableció los tres flancos por los que espera que el PSOE le va a atacar para focalizar la "derechización" del partido: familia, inmigración y aborto.
Respecto a la primera cuestión, el PP va a tratar de romper la imagen de partido mojigato defendiendo no sólo a la familia tradicional, sino a todas las familias (en la cúpula del partido hay un matrimonio gay, una familia monoparental y una mujer soltera, etc).
Sobre inmigración, el partido defenderá la misma política que se aprobó en la Ponencia Social del penúltimo Congreso, todavía bajo la presidencia de Mariano Rajoy. Según dicha ponencia, la inmigración debe canalizarse por cauces legales y vinculada al trabajo y -lo más polémico- exigiendo que los que lleguen a España respeten nuestras leyes, valores y cultura. El PP defenderá la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en la frontera y rechazará la vuelta a la política de "papeles para todos" que se puso en marcha con Rodríguez Zapatero. "Nuestra propuesta se parece a la que acaba de aprobar Macron en Francia y no tiene nada que ver con lo que está haciendo Salvini en Italia", afirma un miembro de la dirección del PP.
La defensa de la vida como una de las líneas maestras de la política de Casado se centra en la oposición a la eutanasia y en la defensa de la llamada "muerte digna", que ya está regulada en algunas comunidades gobernadas por el PP como Galicia.
"No nos hemos derechizado, lo que ocurre es que Casado saca pecho de los valores tradicionales del PP", afirma uno de los hombres de confianza del nuevo líder del partido
La cuestión del aborto es la más espinosa. Casado quiere volver a la regulación por supuestos que establecía la ley de 1985. Sin embargo, no hará de ello una batalla central. Ni siquiera es seguro que ese tema se lleve a la Conferencia Política que se celebrará en otoño y en la que se definirá el programa electoral del partido ya bajo la nueva dirección.
"No nos hemos hecho más de derechas, lo que vamos a hacer es sacar pecho con las banderas que han sido tradicionales del PP", dice un hombre de confianza de Casado.
El líder del PP sabe que los compromisarios le han elegido en el Congreso por reclamar las esencias ideológicas del partido sin avergonzarse: "No hay ningún giro, lo que ocurre es que ahora somos menos ambiguos y una prueba de ello es la política que estamos aplicando respecto a Cataluña", puntualiza una de las figuras clave del Comité de Dirección.
Es una apuesta arriesgada que gusta a los militantes y seguramente a muchos votantes del PP un tanto desilusionados con el perfil excesivamente tecnocrático de Rajoy. La clave del éxito de Casado va a residir en su capacidad para recuperar los perfiles ideológicos del partido sin dar bazas a la izquierda para que le resulte fácil posicionarlo en la derecha extrema. Las próximas citas electorales van a poner a prueba su capacidad para demostrar a los electores que si le votan a él España no se va a seguir los pasos de Italia.
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