De poco sirve que el argumento haya sido rebatido en innumerables ocasiones desde el ámbito académico. En el imaginario independentista, la Guerra de Sucesión española representa, al menos en su fase final, algo así como el enfrentamiento de España contra Cataluña y la defensa de (parte de) las élites catalanas de la candidatura del archiduque Carlos, de la casa de Austria, la lucha por la libertad frente a la opresión que representaba el candidato Borbón, Felipe V.
Por eso, este lunes, el president de la Generalitat, Joaquim Torra, alentaba durante la conmemoración de la batalla de Talamanca -la gran victoria catalana en aquel conflicto, que de poco sirvió a los intereses que defendían- a seguir el ejemplo de aquellos combatientes, porque "si no somos libres, no somos nada". Ahora, como entonces -presuntamente- el ánimo es desvincularse de una monarquía española, representada por los Borbones, que se opone a la voluntad de "sacar adelante el país" y conformar una "Catalunya libre".
Y libre, por supuesto, de monarquía: "Venimos de un referéndum y de una declaración de independencia", recordó Torra, añadiendo que, como los combatientes catalanes en Talamanca, hace más de tres siglos, "necesitamos toda la disposición hasta las últimas consecuencias para hacer efectiva esta república".
Con estos ánimos libertarios candentes entre la masa independentista, parece lógico que la asistencia prevista del rey español, Felipe VI, al homenaje a las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils del año pasado, que se realizará este viernes en Barcelona, no les resulte agradable. Así lo traslucen a las claras los repetitivos mensajes que en las últimas semanas han publicado los principales referentes de la prensa nacionalista catalana. "Es absolutamente humillante para miles de catalanes que el rey español venga a Cataluña", escribía ya a finales de junio Nerea Rodríguez, columnista habitual del portal El Mon.
Pese a las llamadas a centrar el foco en las víctimas, han sido constantes los ataques a la figura del monarca en las últimas semanas
Desde entonces, el regreso de Felipe VI a Barcelona ha sido objeto de constantes artículos en los que, pese a repetirse la consigna de que lo importante son las víctimas, se trasluce el escaso agrado que provoca en esto ámbitos la presencia del monarca. "A mí me parece que la actitud de una mayoría de catalanes con relación al rey ya ha quedado bien clara; y que la posición del gobierno de la Generalitat en general y de su presidente en particular quedó clara, clarísima, el día que Torra se pronunció. "Felipe VI ya no es el rey de los catalanes y no pensamos invitarle a los actos que organizamos", dijo. Más contundente, imposible. Y si ahora, a pesar de lo que piensa una mayoría de catalanes, y pese a lo que piensa el gobierno, el rey se planta en Cataluña, pues él sabrá", apuntaba al respecto, en El Punt Avui, Xevi Xirgo, en un artículo del pasado domingo.
Para Xirgo, como para tantos otros opinadores del independentismo, el discurso pronunciado por Felipe VI el 3 de octubre, dos días después de los enfrentamientos que caracterizaron el referéndum separatista, supuso una ruptura definitiva del rey con el pueblo de Cataluña, al avenirse a "hacer de mensajero de la ultraderecha española", según palabras del columnista del diario Ara Sebastiá Alzamora.
Por eso, ni siquiera su manifiesta voluntad de tender puentes con Cataluña es acogida de forma favorable en estos ámbitos. "No importa, porque el daño ya está hecho y es tarde para construir nada con una Corona que está siendo socavada, como era previsible, por esta misma ultraderecha", comenta Alzamora en un artículo en el que se refiere al monarca español como "fracasado".
Y en este relato, la críticas por la asistencia del rey al homenaje a las víctimas alcanzan al presidente del gobierno. "Pedro Sánchez tampoco conoce el pueblo catalán", denuncia Assumpció Cantalozella, en El Punt Avui. "Llevar al rey a hacer ceremonias junto a la gente que sufrió el atentado más brutal e inesperado, llevar al rey que ya el año pasado fue recibido con una gran pitada, llevarlo ahora, ahora que Felipe VI fue tan amable en aquel discurso del 3 de octubre, dos días después del gran derrocamiento que la Guardia Civil y la Policía infligieron a nuestra sociedad, a aquella gente que lo que deseaba era simplemente poner una papeleta en una urna, querer hacerlo venir como si nada hubiera pasado es sencillamente no saber dónde se sitúa", indica.
Medios como 'El Mon' consideran "humillante" la presencia de Felipe VI el 17-A y auguran que Barcelona será "su suplicio"
Por si esto no fuera suficiente, Germá Capdevila recordaba el pasado 11 de agosto en El Punt Avui que el pasado mes de abril el rey español se reunió con el príncipe de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, para cerrar un acuerdo de venta de armas a un país acusado de vínculos con el terrorismo internacional. "Nos tendremos que tragar que quien cierra los acuerdos de venta de armas a países vinculados al terrorismo encabece con cara de conmovido los actos de homenaje a las víctimas", lamentaba.
Con todo esto, Joan Antoni Guerrero se atreve a augurar en un artículo publicado por El Mon que "Felipe VI volverá a pasar un mal trago este 17-A cuando se vea obligado a repetir por enésima vez la pantomima del rey visitante un rincón de su reino, cuando es evidente que aquí ni se le quiere ni se le espera. La ciudad martirizada será, como un boomerang, su suplicio"·
Más allá del homenaje a las víctimas
La ofensiva de la prensa independentistas contra Felipe VI y la monarquía española no se queda en lo inadecuado de su presencia este 17 de agosto en Cataluña, sino que se respalda con artículos que cuestionen su propia figura y de la institución que representa. No en vano, ElNacional.cat abría este martes resaltando que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, "sigue pensando que la monarquía es antidemocrática y corrupta". La información hacía referencia a un mensaje escrito por la regidora el 14 de abril de 2014, cuando aún no ocupaba cargos públicos, en su cuenta de la red social Twitter, cuando afirmó que era "un buen día para recordar que la monarquía es una institución antidemocrática y la española, además, corrupta".
Tras ser inquirida recientemente por otro usuario sobre este comentario, Colau señaló que sigue pensando lo mismo, aunque matizaba que el "17-A no necesito ser la protagonista ni reivindicarme, solo quiero acompañar con respeto a las víctimas".
4 anys després penso exactament el mateix. Però el 17A no necessito ser la protagonista ni reivindicar-me, només vull acompanyar amb respecte les víctimes. Què no entens?
— Ada Colau (@AdaColau) August 14, 2018
El mismo diario daba espacio estos días a los comentarios del periodista especializado en información sobre la Casa Real, Jaime Peñafiel, que en un artículo en la revista Pronto recuerda la figura del preceptor del actual rey, José Antonio Alcina, en el que observa cómo éste tuvo que lidiar con "ciertos pequeños hábitos que deberían corregirse" en el entonces príncipe. "El chico estaba pasando una mala etapa a causa de la adolescencia, lo que le provocaba cierta vagancia, falta de interés y somnolencia", apuntaba Peñafiel, ante lo que el diario apostilla "holgazán, pasota y durmiendo poco. Una joya de la corona, vaya".
Felipe VI deberá acostumbrarse a ser el rey de la bronca, el monarca que divide y fractura la sociedad", advierten en Ara
El redactor de la información, lejos de celebrar los resultados de la educación de Felipe VI por parte de Alcina, se refieren al preceptor como "una figura que ojalá, pensarán algunos, no le hubieran adoctrinado tanto" en la defensa de la unidad de España "y ahora Felipe fuera más amigo del diálogo, sobre todo, de los que no piensan como él".
A propósito de las capacidades del rey versa también un artículo de Empar Moliner en el diario Ara, en el que haciendo mofa de la supuesta buena preparación del monarca -la columna se titula 'Preparao' o no 'preparao'- se hace eco de las revelaciones de la periodista Pilar Urbano en las que afirmaba que el rey Juan Carlos advirtió a su entonces amante Barbara Rey de que no saliera a la calle el 23-F -el día del golpe de estado- "porque podía haber disturbios".
Asumiendo, por lo tanto, que el rey emérito era conocedor de lo que se pergeñaba entonces, Moliner se pregunta si habría hecho conocedor a su hijo Felipe de lo que ocurría. "Si no se lo reveló y él siempre creyó, como todo el mundo, que aquel golpe de estado no era la farsa de unos aprovechados, significa que no está preparao. No cuenta con el cinismo necesario para el cargo. Es un títere. Pero ¿y si sí se lo dijo? Entonces no es un títere. Cuenta con el cinismo necesario. Sabe que estas cosas, a veces, se deben hacer, a pesar de los daños colaterales. Y entonces, tampoco está preparao". Para la autora la resolución del dilema resulta evidente: "La solución, ya ven, es la república", asegura.
Con este clima de desafección hacia la figura del rey y la monarquía, Alzamora cree que a Felipe VI no le queda más que la resignación. "El caso es que Felipe VI deberá acostumbrarse a ser el rey de la bronca, el monarca que divide y fractura la sociedad vaya donde vaya", afirma también en Ara. Una fractura que ni siquiera un día de homenaje a las víctimas del terrorismo parece capaz de cerrar.
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