“Somos los fans de Adolf Hitler”, coreaban algunos de los manifestantes congregados esta semana en Chemnitz, la tercera ciudad de Sajonia, en el este de Alemania. “¡Somos la resistencia!”, sentenciaban. El odio al extranjero se propagó como la pólvora tras difundirse en redes sociales que un iraquí había apuñalado a un alemán el fin de semana pasado.
En esta ciudad germano oriental ha abanderado las protestas un grupo local llamado Pro Chemnitz, que fundó en 2009 el abogado Martin Kohlmann, de 41 años, defensor de ultraderechistas en los tribunales y ex miembro de Los Republicanos, de corte neonazi.
Pro Chemnitz logró un 5,5% en las últimas elecciones locales y cuenta con tres concejales, uno de ellos Kohlmann. El lunes logró reunir a 6.000 ultras al grito de “Alemania para los alemanes, extranjeros fuera!”. Varios asistentes saludaron con la mano alzada como los jerarcas nazis.
La paradoja es que la víctima del crimen, Daniel H, carpintero en la treintena, era hijo de cubano y crítico con el racismo. Sus allegados decían que jamás habría querido que usaran su nombre para desencadenar una caza al extranjero.
Hubo más concentraciones el martes, y el jueves. A su vez, también salieron a las calles los que quieren ver la ciudad "libre de nazis" y le rindieron homenaje las autoridades, desde el jefe del Gobierno de Sajonia, Michael Kretschmer, de la CDU, hasta la alcaldesa, socialdemócrata, Barbara Ludwig.
Hoy sábado Pro Chemnitz, junto con Alternativa por Alemania y PEGIDA (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), han convocado de nuevo a rendir homenaje a “Daniel H, y los otros asesinados en Alemania por el forzado multiculturalismo”. En Chemnitz el paro apenas llega al 6% y el porcentaje de inmigrantes es de un 6,6%.
Pro Chemnitz se considera claramente de derechas, pero se distancia del populismo. “Los populistas hablan mucho, pero nosotros pasamos a la acción. Es la gran diferencia”, afirma su portavoz Jahn Zschocke en Westfalische Rundschau. Según medios locales, están muy ligados a los hooligans de equipos como Chemnitzer FC y Energie Cottbus.
En Alemania está penada cualquier muestra de apología del nazismo y negación del Holocausto. Hasta ahora era tabú, y en público los grupos neonazis se cuidaban de no hacerlo para evitar verse en los tribunales. Pero los ultraderechistas se sienten cada vez más fuertes en Alemania, especialmente en el Este.
En principio, se sospechaba que habían sido policías los que habían filtrado los datos de los detenidos por la muerte de Daniel H, un iraquí y un sirio, ambos veinteañeros. Finalmente, se ha averiguado que fue un funcionario de Dresde con acceso a la información. El iraquí al que se le atribuye finalmente el crimen habría entrado en Alemania por Bulgaria. La Oficina de Migración le había denegado la solicitud de refugio y había recurrido.
Alternativa para Alemania, en continuo ascenso
“Lo que ha pasado en Chemnitz está íntimamente relacionado con la consolidación de Alternativa por Alemania (AfD). Su discurso se ha legitimado. Se basa en el rechazo a lo que viene de fuera. Hoy en Alemania se pueden decir y hacer cosas que antes no se podían decir o hacer”, afirma Franco delle Donne, consultor político y coautor con Andreu Jérez de Factor AfD: el retorno de la ultraderecha a Alemania.
La ultraderecha en Alemania nunca había sido tan fuerte en la escena política desde la Segunda Guerra Mundial. Partidos como el NPD (Partido Nacionaldemócrata de Alemania) o Los Republicanos siempre fueron marginales y se quedaban lejos de entrar en el Parlamento federal.
Hoy Alternativa para Alemania (AfD), gracias a un discurso que refuerza la idea de la identidad alemana muy bien articulado en redes, es el principal partido de la oposición en el Parlamento federal. Está liderada por Alexander Gauland, ex CDU, y Alice Weidel.
En 2017 lograron un 12,6% de los votos, que se traducen en 92 escaños. Como gobierna una gran coalición de los tres partidos más votados (CDU y CSU con SPD), Alternativa encabeza la oposición.
Como otras fuerzas populistas de extrema derecha de Europa, su discurso se articula en torno a la migración. De hecho, la apertura de la canciller Angela Merkel a los refugiados en el verano de 2015 fue el detonante que les hizo crecer hasta ahora de manera imparable.
Más aún, su mensaje xenófobo ha calado en la agenda política de los partidos tradicionales, especialmente en la Unión Social Cristiana (CSU), del ministro del Interior, Construcción y Patria, el bávaro Horst Seehofer. El ministro tardó en reaccionar a los sucesos violentos de Chemnitz.
Para detener a la ultraderecha, Seehofer está asumiendo su política migratoria, hasta el punto de que muchas veces va por libre y se declara en línea con Viena y Roma, al contrario que la canciller. A punto han estado de romper la coalición de gobierno antes del verano.
Si hubiera elecciones, podrían ser segunda fuerza y la estabilidad del sistema político alemán estaría en juego", dice Delle Donne
En Baviera, próxima parada electoral en Alemania, la CSU puede sufrir un descalabro histórico si pierde su mayoría absoluta. En los sondeos, AfD tiene un 13,5% de los votos en Baviera. En toda Alemania, supera el 16%.
Según Delle Donne, “si hubiera elecciones federales, podrían ser segunda fuerza. Sería muy complicado la formación del gobierno y la estabilidad del sistema político alemán estaría en peligro”.
Frente anti inmigración de Salvini y Orban
En Europa las fuerzas populistas de derechas cuentan con el mayor respaldo electoral en 30 años, según un análisis de Bloomberg. La inmigración y el terrorismo son las preocupaciones prioritarias entre los ciudadanos de la UE. Sin embargo, muchas veces, gracias al mensaje del miedo de los populistas, los europeos creen que en sus países hay muchos más migrantes de los que hay en realidad.
A Europa llegaron por mar en 2015 más de un millón de migrantes. En 2016 fueron 230.000 y este año cerca de 50.000, según datos de la ONU. La percepción es que hay una invasión, y muchas imágenes, reforzadas por los mensajes de líderes populistas como el italiano Matteo Salvini o el húngaro Viktor Orban, ayudan a que esa idea se propague.
El ejemplo más llamativo es Hungría, donde el primer ministro, Viktor Orban, a quien muchos consideran un Trump antes de Trump, ha convencido a la mayoría del peligro que suponen los inmigrantes en su país. Orban, que admira a Putin y detesta al millonario liberal George Soros, se ha negado a acoger refugiados que llegan a la UE. Lleva al frente del Gobierno de Hungría desde 2010 y ya fue primer ministro entre 1998 y 2002.
Orban insiste en que los húngaros han de defender su país “de los invasores musulmanes” que destruirán su identidad y su cultura. Solo el 0,4% de la población es musulmana y no ha acogido ni a un solo refugiado en los repartos comunitarios. Su partido, el Fidesz, está integrado en el Partido Popular Europeo, como la CDU de la canciller Merkel o el PP español.
“Están ganando el pulso en el sentido de que el control cada vez más estricto de la inmigración se va convirtiendo en la postura política por defecto, sea de forma implícita o explícita. El caso de Sánchez es de una claridad sonrojante en este sentido: las expulsiones de los que llegaron saltando la valla no dejan de ser una especie de salvinismo vergonzante”, señala Igor Sosa, profesor de la Universidad de Valladolid.
En un sistema liberal no es aceptable (y lo hacen Salvini & Co) convertir a los inmigrantes en una masa informe y criminalizarlos", dice Igor Sosa
“El problema de los orbanes o salvinis no es tanto su posición frente a la inmigración. En un sistema democrático es legítimo estar en contra de la inmigración y aducir argumentos en contra. Lo que no es aceptable en un sistema liberal (y es lo que hacen Salvini & Co) es convertir a los inmigrantes en una masa informe deshumanizada y criminalizarlos”, añade Sosa.
Con el resto de los países del Grupo de Visegrado (Polonia, Eslovaquia y República Checa) comparte el rechazo a las instituciones europeas. La tradición soviética, como ocurre en el este de Alemania, favorece este cuestionamiento de los valores liberales que son el estandarte de la UE.
Su partido, el Fidesz, logró una victoria arrolladora en abril pasado, y junto a los ultras de Jobbik (Movimiento por una Hungría mejor) dominan la escena política. Reconoce Orban que su país se rige por “una democracia iliberal”, que viene a ser una democracia por fuera y una autocracia por dentro.
El sueño de Orban, consciente de que Hungría es un país de poco peso en la UE, es formar una alianza con líderes fuertes de países más grandes. El líder de la Liga, Matteo Salvini, ministro del Interior en el primer gobierno populista de la UE, es su héroe.
Juntos se han conjurado esta semana en Milán para formar “un frente anti inmigración”. Uno ha parado la inmigración por tierra y el otro por el mar así que se ven como ejemplos de la política de puertas cerradas que ha de seguir la UE. Quieren dar la batalla en las elecciones europeas contra quienes como Emmanuel Macron encarnan los valores liberales. “Si me preguntan si me considero el anti Salvini, diré que sí”, ha puntualizado el presidente francés.
Según Igor Sosa, “asistimos a lo que probablemente sea la ruptura de ese espacio político entre unos liberales y unos conservadores, entre mundialistas y nacionalistas, entre laicistas y (neo) religiosos, etc. Todo ello probablemente también ocasionado por el fin de la izquierda como modelo alternativo tras la caída del muro. Aunque se suele hablar de la crisis (indudable) de la izquierda, la llamada “derecha” está casi igual de atolondrada”.
Un terremoto en las elecciones europeas
Tras el éxito de la Liga en Italia, que está ocupando el papel en la derecha de Fuerza Italia y ha anulado a 5 Estrellas en el gobierno, el viceprimer ministro, Matteo Salvini, ahora sueña con una Liga de las Ligas en Europa. O lo que Steve Bannon, ex asesor del presidente Trump, quiere crear bajo el nombre de El Movimiento. El objetivo es provocar un terremoto similar al del Brexit en las elecciones europeas de mayo de 2019.
“Salvini se ha hecho con el gobierno italiano. Es la cara más visible. Las medidas que toma como el ministro del Interior no parece que tengan disensión. Es un año orientado a las elecciones europeas de 2019. Está haciendo campaña electoral desde el poder”, afirma Jorge del Palacio, profesor de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos.
En Italia, el mensaje de Salvini está calando. Dijo que pondría freno a la inmigración y lo está haciendo. Para sus votantes cumple. Tras rechazar brindar ayuda humanitaria al Aquarius, la Liga subía hasta el 30% de los votos en un sondeo de SWG de agosto. Es el político más valorado.
Muchos enemigos, mucho honor", esgrime Matteo Salvini como lo hiciera el Duce, Benito Mussolini
Poco le importa que sea objeto de ataques de la izquierda en Italia y fuera de su país, ni que le califiquen de racista o de ultraderechistas. Domina las redes y sabe cómo llegar a los indignados, incluso ahora desde el poder. En ocasiones, se ha identificado con el mensaje de Benito Mussolini: “Muchos enemigos, mucho honor”.
Próxima parada, Suecia
Los populistas conservadores a los que une el ideario anti inmigración, proteccionista y euroescéptico están ganando adeptos no solo en el este de Europa, sino también en el centro, Austria, y en el norte (desde Holanda hasta Finlandia y Suecia).
En Holanda, el islamófobo Geert Wilders parecía que iba a poder gobernar pero se quedó a las puertas en un 2017 en el que también Marine Le Pen, del Frente Nacional, chocó con el movimiento creado por Macron, a imagen y semejanza de los populistas pero anclado en los principios liberales.
En Austria el primer ministro más joven de la Historia, Sebastian Kurz, de 31 años, del Partido Popular, se ha alíado con el antes defenestrado (FPO) Partido de la Libertad, liderado por Heinz-Christian Strache, que logró el 26% de los votos.
Hace 17 años la UE impuso sanciones a Viena por dejar que los ultraderechistas tuvieran un papel en el gobierno. Ahora ejercen la presidencia rotatoria de la UE. Kurz se siente en consonancia con Salvini y Seehofer en cuestión migratoria y ha defendido la creación de un eje Berlín-Viena-Roma.
Strache se distanció de su pasado neonazi y enfatizó el discurso anti inmigración en un país que sí que acogió a miles de refugiados en 2015. La mayoría procedían de Siria, país en guerra desde 2011. Sucesor de Jörg Haider, es vicecanciller. El gobierno austriaco ha anunciado este verano el cierre de siete mezquitas y la expulsión de 60 imames. “Solo es el principio”, en palabras de Strache.
Más al norte, el Partido de los Finlandeses, que propugnan una Finlandia sin inmigrantes que no sean europeos, fueron el tercer partido en 2011 con un 19% de los votos. Su fundador, Timo Soini, era defensor de la identidad más que un ultraderechista.
Tras su éxito ha ido perdiendo respaldo y en 2017 obtuvo su peor resultado en las generales. Soimi dejó el liderazgo y se impuso como sucesor Jussi Halla-aho, de 47 años, populista ultra, que tiene un polémico blog, titulado Notas desde un Oeste que se va a pique, en el que difunde mensajes racistas y de odio. En 2012, fue multado por sus comentarios acerca de la pedofilia de los musulmanes y la afición al robo de los somalíes.
Los que antes pasarán por la prueba de las urnas serán los suecos, el próximo 9 de septiembre. Los Demócratas Suecos, que en los 80 tenían vínculos con círculos neonazis, serán la segunda fuerza política, según los sondeos, en los que rondan el 20% de los votos. Quieren cerrar las puertas a los migrantes, salvo que procedan de países vecinos. Los socialdemócratas del primer ministro, Stefan Löfdven, sufrirán una severa derrota, de acuerdo con las previsiones.
Su líder, Jimmie Akesson, de 39 años, se ha desvinculado del pasado neonazi de su formación. Los Demócratas Suecos lograron representación en el Parlamento en 2010 por primera vez. Desde entonces han crecido sin parar. Reprocha al gobierno su cinismo por aplicar una política restrictiva con la migración, pero no mostrar con claridad sus planes.
El aumento de la criminalidad ha favorecido su crecimiento. La vinculan a los que vienen de fuera y son más pobres, con la inmigración que procede de África y Oriente Próximo.
El fantasma de los años 30
Las imágenes de esta semana en Alemania han dado escalofríos porque se han pasado líneas rojas. Por hacer el saludo nazi se puede ir a la cárcel o por invocar a Hitler. La pena puede ser hasta de cinco años.
Según Igor Sosa, “lo que ha ocurrido en Chemnitz es grave e inaceptable, pero no deduciría sin más que volvamos a los años 30 con grupos armados y violentos por las calles (probablemente nos parecemos más a los años 70)". Y añade: "El Verfassungsschutz (Oficina Federal para la Protección de la Constitución) calcula que hay unos 23.000 extremistas de derechas en Alemania. De ellos, unos 12.000 tienen veleidades violentas. Son obviamente muchos, pero estamos hablando de 85 millones de personas. Además: sus acciones violentas fluctúan mucho según el clima social”.
El hecho de que en Suecia, país asociado al Estado del bienestar y la prosperidad, uno de cada cinco votantes pueda optar el próximo domingo por un partido que quiere levantar muros y que tiene un pasado neonazi resulta estremecedor.
Es un desafío que obliga a la Unión Europea a definirse y tomar conciencia del proyecto que quiere consolidar en un futuro. Y ha de hacerlo con rapidez porque en las elecciones europeas de 2019 hay mucho en juego.
En los años 30 eran partidos antidemocráticos. Hoy son críticos pero, estratégicamente o no, juegan con las reglas de la democracia", dice Jorge Del Palacio
A juicio de Jorge del Palacio, “la estabilidad de las democracias en los años 30 era muy débil. Los partidos de masa se estaban implantando. Las bases hoy son mucho más fuertes. En los años 30 eran partidos abiertamente antidemocráticos. Hoy son críticos con la inmigración pero estratégicamente, o no, juegan con las reglas de la democracia”.
“Puede dar pie a una revisión o un debate sobre la democracia liberal y sobre lo que es Europa. El triunfo de la democracia es que ni siquiera estos políticos pueden hacer política sin referirse a la democracia”, añade con optimismo.
Jeremy Cliffe, corresponsal en Berlín y ahora en Bruselas de The Economist, bucea en su último artículo las Lecciones del Imperio Austrohúngaro para la UE. Recomienda fortalecer una clara identidad europea, un propósito común, no como un ideal romántico, sino como la única forma de hacer viable el proyecto a largo plazo.
Invoca al escritor húngaro Paul Lendvai, nacido en Budapest en 1929, quien en aquel momento pedía a socialdemócratas, liberales, cristianodemócratas que unieran sus fuerzas “para evitar que vuelvan los fantasmas del pasado”. Esos "fans de Adolf Hitler", quienes los azuzan en las redes, y los Salvinis redentores están poniendo en juego los valores y la forma de vida por los que han luchado generaciones de europeos.
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