Sólo conocía su voz y el pasado sin alma de los suyos, el mismo que había roto su vida y la de cientos más. Pero aquel hombre con el que semanas atrás había conversado por teléfono tenía algo diferente. Ni su tono ni sus palabras sonaban igual. Hacía apenas unos días ni siquiera lo conocía. Tampoco sabía que era alcalde de la izquierda abertzale ni que llegaría a conocerlo en persona. Ocurrió en pleno mes de agosto, cuando el sol de Sevilla abrasa. Fue entonces cuando el miedo a la frialdad del norte más hostil se disipó en un encuentro inesperado. Allí estaba, sentado, esperándole en el aeropuerto después de haber recorrido los 924 kilómetros que separan Rentería y Sevilla simplemente para conocerle y regresar de nuevo a Euskadi.
Lo recuerda bien. Le inquietaba lo incierto de una cita tan singular. Verse en Sevilla con el alcalde de Rentería, uno de los municipios con un pasado más violento de la izquierda abertzale era difícil de asimilar. Y que aquel hombre, casi de su misma edad, hubiera decidido subirse a un avión y cruzar el país para conocer al hijo de un policía nacional que ETA asesinó a pocos kilómetros del ayuntamiento que hoy gobierna, aún más.
Había recorrido los 924 kilómetros entre Renteria y Sevilla sólo para conocer al hijo del policía al que ETA asesinó en el pueblo que gobierna
José Miguel sabía que probablemente la mayoría de quienes le votaron, a él y sus antecesores, ni siquiera condenaron el cruel asesinato de su padre, el que le ha marcado la vida. Pero aquel hombre moreno, de abundante pelo y semblante serio le sonrió y le estrechó la mano. Fue cuando los nervios empezaron a descansar. No era otra persona más dispuesta a solidarizarse con su historia, la del asesinato cruel de cuatro policías nacionales la tarde del 14 de septiembre de 1982 a los que un comando etarra esperó oculto en una carretera para ametrallarlos y, en el caso de su padre, rematarlo metros después. Tampoco parecía un político al uso lleno de promesas que se quedan por el camino.
¿Sabes quién soy?
Al “Hola, ¿qué tal?” inicial le siguieron cuatro largas horas de conversación en un aeropuerto andaluz en una suerte de reencuentro entre el norte y el sur, entre víctimas y verdugos, entre condenas y silencios, que sanó una parte del dolor acumulado y saldó otra parte de deuda.
En realidad, el café con Julen Mendoza Pérez (Errenteria, 1978) era una etapa más de la recuperación vital iniciada por José Miguel Cedillo hace unos meses. Un eslabón más que tendrá hoy en el alto de Perurena la escena más emotiva en forma de homenaje a su padre en el lugar donde lo mataron.
Aquel reencuentro aeroportuario e imprevisto también apaciguó los sentimientos de venganza y rabia que durante décadas le atormentaron. Eran los mismos que le hicieron no querer saber nada de esa Euskadi de la que junto a su madre ambos fueron sacados -convertidos en viuda a los 24 años y huérfano a los tres- casi en la clandestinidad el 15 de septiembre de 1982. No ha sido hasta el verano de 2018 cuando el proceso ha culminado. En julio decidió que era hora de regresar, de volver al País Vasco para honrar, 36 años más tarde, la memoria de su padre, Antonio Cedillo Toscano (29 años).
No me importó que fuera de Bildu. No pensé nada. Lo que me interesan son las personas y él me ha ayudado en todo"
Lo había visto muchas veces por televisión pero no sabía cómo hacerlo. Otras víctimas vinculadas a asociaciones y colectivos recordaban a sus seres queridos en actos públicos. Él tendría que buscarse la vida y superar las últimas reticencias de su madre. La idea fue tomando forma en su cabeza y evolucionando. Pasó de plantear un homenaje en el pueblo de sus padres, Olivares (Sevilla), a recordarlo el día de su asesinato en Rentería, donde lo mataron. Necesitaría ayuda. El primer paso fue buscarla. Por eso se armó de valor y un buen día de julio marcó el teléfono del ayuntamiento guipuzcoano y preguntó por el alcalde. Esta vez el sorprendido fue de Mendoza: “Cuando me pasaron con él las palabras que siguieron al ‘hola’ fueron, “¿Tú sabes quién soy yo?, ¿de donde soy, verdad?”. No, no lo sabía. Fue el propio Mendoza quien le informó de que era alcalde de EH Bildu. “No me importó. No pensé nada, cuando vas a un territorio debes hablar con las personas que están allí y así lo hice”.
No tardaron en conectar. Ni sus circunstancias, construidas en las antípodas, ni su origen dispar impidieron que el mensaje y las intenciones de ambos encontraran un punto de encuentro. José Miguel hacía meses que había llegado a la conclusión de que la rabia, la venganza y el odio “no valían para nada”. Ahora, había optado por centrarse en rehacer su vida en el encuentro, la reconciliación y el futuro propio del nuevo tiempo. También Mendoza hace años que lo intenta sin descanso y en un mundo aún receloso a reconocer abiertamente el daño que causó, a promover actos de solidaridad con las víctimas de ETA y a estrechar manos de perdón y apoyo.
Una "liberación"
“Aquella primera llamada fue muy natural y vi que estaba en sintonía con lo que yo pensaba. Le trasladé mis inquietudes, mi caso personal y sobre todo, mi deseo de que quería volver a Rentería, a San Sebastián, después de tantos años. Me ha ayudado mucho en todo lo que he necesitado”.
Julen Mendoza prefiere no hablar. En su ayuntamiento recuerdan que quiere seguir en un segundo plano. Pero el homenaje que hoy se brindará a la memoria de Antonio Cedillo no hubiera sido el mismo sin su mediación. El alcalde de Errenteria intermedió para localizar el lugar exacto del crimen, colaboró para facilitar la colaboración del Mugaritz –ubicado escasos metros del lugar- para acoger el acto de esta mañana y asistió ayer a la visita privada que realizó la familia.
En julio, Mendoza devolvió la llamada. Esta vez era para anunciarle a Jose Miguel que quería viajar a Sevilla para conocerle en persona. Lo hizo acompañado de información y material sobre los actos que se han llevado a cabo en Errenteria en recuerdo a las víctimas de ETA, a fomentar un nuevo tiempo de reparación y convivencia: “Nuestro encuentro en el aeropuerto fueron cuatro horas hablando de mi vida, de Rentería, de las cosas que él ha hecho por la convivencia. Aquella reunión fue una liberación para mí”. De la larga conversación, Cedillo no recuerda si hubo condena expresas de ETA o a su violencia, “estaba muy nervioso, no recuerdo si en algún momento lo hizo o no pero sí me trasladó que sentí el dolor y la pérdida que habíamos vivido. Lo vi cercano a mi dolor”.
Lo vi cercano a mi dolor. Fueron cuatro horas hablando de mi vida, de Rentería y de lo que él ha hecho por la convivencia"
Mendoza es aún un verso suelto en la izquierda abertzale. Este abogado y funcionario guipuzcoano se metió en política en 2011, cuando desde la izquierda abertzale pensaron en él para encabezar la plancha en uno de los municipios con un pasado más duro. Muestra de ello es el episodio ocurrido en 1995, cuando la violencia callejera escribió uno de los episodios más escalofriantes vividos en Rentería. Un grupo de jóvenes arrojó cocteles molotov con ácido sulfúrico contra una patrulla de la Ertzaintza. Desfiguraron la cara a un agente, que a punto estuvo de morir, y provocaron graves heridas a dos jóvenes.
Sanar la herida, saldar la deuda
Pero sin duda, lo más grave en Rentería han sido los asesinatos de ETA: dos concejales del PP, José Luis Caso en 1997 y a su sustitutito, Manuel Zamarreño un año más tarde y un policía municipal en 1984, Vicente Gajate. El alcalde que gobierna el municipio desde que ETA decidió dejar de matar, apoyado por todos los partidos, organizó un homenaje en junio de 2017 para recordar a estas tres víctimas de ETA. Tras descubrir las placas en el Consistorio, Mendoza pidió perdón a sus viudas por si él o el ayuntamiento “hemos hecho algo que pudiera añadir más dolor al que ya padecéis” en estos años. En enero de 2013 impulsó un ciclo de cine y teatro, Eraikiz (Construyendo) en el que reunió a víctimas de ETA, los GAL y las torturas ante las que pidió un “lo siento de todo corazón” por el papel jugado por la izquierda abertzale durante años.
Hoy en Rentería ya no se arrojan cocteles molotov. Tampoco se ignora a las víctimas del terrorismo. Desde esta mañana un olivo sevillano plantado en uno de los montes cercanos a la localidad recordará la memoria de un policía abatido a tiros -junto a otros tres compañeros- con el silencio de muchos y la condena de unos pocos. 36 años más tarde, muchos de los callaron ya no lo hacen. En la vida de los Cedillo y los Mendoza bastó una larga conversación en un aeropuerto para cerrar y sanar un poco más una herida que aún dolerá y sangrará por un tiempo...
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