“Ustedes no están juzgando a un gobierno, sino a un país y a un pueblo. Juzgan a Hungría que ha sido miembro de la familia de la Europa cristiana durante mil años. Juzgan a Hungría que ha contribuido a la historia de Europa y que ha entregado su sangre cuando ha sido necesario”. Viktor Orbán, primer ministro de Hungría desde 2010, se plantaba así esta semana ante el Parlamento Europeo, que le ha sacado tarjeta roja por violaciones continuas al Estado de derecho. Orbán se ha retratado en Estrasburgo como la encarnación del pueblo húngaro, un pueblo que pese a sus abusos de poder sigue dándole su apoyo de forma sorprendente.
“Si no fuera húngaro… es imposible no ser húngaro”, dijo en una ocasión y quizá sea su mejor eslogan en un país donde el amor por la nación es sagrado. Viktor Orbán (Székesfehérvár,1963) se ha reinventado a sí mismo varias veces y también ha transformado a su medida el sistema democrático. Consciente de que su respeto a la separación de poderes es escaso, ha acuñado el término “democracia iliberal”, que se traduce en “votos sí, controles independientes no”.
En la tribuna de prensa en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, Dénes András Nagy, joven húngaro premiado por su proyecto europeísta Talos, contemplaba muy atento la intervención de su primer ministro: “Hubo elecciones en abril y Orbán ganó abrumadoramente (133 escaños de 199). Estoy orgulloso de ser europeo. Y de ser un patriota húngaro. Somos un pueblo soberano”.
Los estándares democráticos actuales de Hungría no se amoldan a los exigidos en la Unión Europea y por ello el Parlamento Europeo ha aprobado el informe Sargentini, lo que supone la puesta en marcha del proceso para que se aplique el artículo 7 del Tratado de Lisboa.
En último término supondría la suspensión del voto, pero a ese extremo no se llegará porque se precisaría unanimidad en el Consejo Europeo y al menos Polonia siempre estará a su lado. Pero es una severa advertencia al Gobierno húngaro. Orbán insistió: “No nos someteremos a este chantaje. Es absurdo”. El primer ministro húngaro cree que su país es víctima del "imperialismo moral".
Si ahora Hungría solicitara ingresar en la UE, no lograría el visto bueno", dijo Guy Verhofstadt, líder de ALDE
El debate en Estrasburgo concluyó con 448 votos a favor del informe realizado por la eurodiputada holandesa de los Verdes Judith Sargentini, 197 en contra y 48 abstenciones. Hungría va a apelar la decisión por no haberse contabilizado las abstenciones, lo que ha permitido llegar a la mayoría de dos tercios.
Es la primera vez que el Parlamento Europeo adopta una medida tan drástica como simbólica. “Si ahora Hungría solicitara ingresar en la UE, no lograría el visto bueno”, llegó a decir Guy Verhofstadt, líder de los liberales (ALDE).
El llamamiento de Sargentini fue muy claro: “El Gobierno húngaro ha silenciado los medios independientes, los medios académicos están maniatados, los jueces independientes han sido reemplazados, ha promulgado normas sobre cultos, las ONG tienen problemas para sus servicios como los sin papeles y los romaníes, incluso cuando muchos de los programas están financiados con presupuestos comunitarios... Si esta Cámara no actúa, no cumpliríamos con los tratados. ¿Vamos a permitir que se libre un gobierno que viola los valores de la UE?".
División en la familia 'popular' europea
La familia del Partido Popular Europeo (PPE), partido en el que se integra el Fidesz de Orbán y el mayor de la Eurocámara, se dividió sobre el castigo al Gobierno húngaro. El alemán Mandred Weber, jefe del grupo y probable aspirante a suceder a Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión, dio libertad de voto.
El propio Weber votó a favor de esa llamada de atención al Gobierno de Budapest. El Partido Popular español instó a votar en contra o abstenerse. Tres eurodiputados votaron en contra, entre ellos Carlos Iturgaiz, junto a Gabriel Mato y Pilar Ayuso.
Según Iturgaiz, el castigo se dirige a Hungría, no a Orban. “No estamos de acuerdo con determinadas leyes que ha adoptado, pero no se puede hacer un acto inquisitorial contra ningún país”. También discrepa sobre las formas pues considera que debería ser la Comisión Europea, como ocurrió en el caso de Polonia, la que inicie el procedimiento, y no el Parlamento Europeo.
No pueden poner en la diana a Orbán y mirar a otro lado cuando se trata de Venezuela, Cuba, Nicaragua o Irán", dice Carlos Iturgaiz
“Este aquelarre que se está haciendo al PPE viene de la izquierda radical. Sargentini es una holandesa verde radical. No pueden poner en la diana a Orbán y mirar a otro lado cuando se traen informes sobre Venezuela, Cuba, Nicaragua o Irán. Nos quieren dar lecciones quienes aplauden a los mayores dictadores”, añade Iturgaiz.
Además, resalta Iturgaiz cómo la delegación húngara del PPE “siempre ha ayudado a España en temas clave como ETA o sobre Cataluña”. Y concluye: “Tendremos que lavar los trapos sucios en nuestra casa”.
El jefe de filas del PPE en el Parlamento Europeo explicó en Twitter cómo había votado a favor de esa tarjeta roja al Gobierno de Orbán porque no veía clara la disposición del primer ministro a respetar los valores europeos.
Today I will vote in favour of triggering #Article7. I have always been in favour of building bridges and I want to continue to do so but yesterday I didn't see any readiness from the Hungarian PM to make a move towards his EU partners and address our concerns. #Hungary
— Manfred Weber (@ManfredWeber) September 12, 2018
Liberales (ALDE), Verdes y la familia socialista coincidían en que había llegado la hora de llamar la atención a Orbán. “Tiene que quedar claro que es una actuación para proteger a los húngaros de su gobierno. Llevamos años hablando del deterioro de la situación en Hungría. La UE tiene que hacer valer que no es solo un cajero automático que proporciona fondos”, explica Javi López, eurodiputado del Partido de Socialistas de Cataluña (PSC), integrado en la Alianza Progresista en el Europarlamento.
Reconoce el apoyo popular de Orbán, aunque explica cómo ahora las democracias se están deteriorando desde dentro. “Una mayoría no lo puede todo en democracia. Ahora se hacen los golpes de Estado desde dentro de los gobiernos y con mayorías”, afirma López.
Ahora se hacen los golpes de Estado desde dentro de los gobiernos y con mayorías", dice el eurodiputado socialista Javi López
Es una práctica perfeccionada por Orbán que aprovecha su mayoría en el Legislativo para controlar el poder judicial, favorecer a sus acólitos en las licitaciones, o perseguir a su bestia negra, George Soros, patrón de la Universidad Centro Europea.
Según el último índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional, Hungría es el segundo país más corrupto de la UE después de Bulgaria. Está justo por delante de Senegal y Bielorrusia. Para Freedom House es el menos democrático de los Veintiocho.
Europeístas y soberanistas
Pese a los rapapolvos de las instituciones europeas, Orbán sigue siendo profeta en su tierra. Su aplastante victoria en abril pasado, con casi el 50% de los votos de la alianza Fidesz-Unión Cívica Húngara y el pequeño partido demócrata cristiano (KDNP), dejó claro que muchos húngaros respaldan su “democracia iliberal”. Sin embargo, cerca de un 70% de húngaros está en contra de salir de la UE y ni siquiera Orbán lo ha insinuado como otros populistas, como Marine Le Pen o Matteo Salvini.
De hecho, Orbán quiere seguir en el PPE. “Fue Helmut Kohl quien nos invitó y solo me iría si me lo pidiera Helmut Kohl (ya fallecido)”, remarca. El próximo noviembre el PPE se plantearía si mantiene al Fidesz en sus filas europeas o no. En las elecciones europeas de 2014 el partido de Orbán logró más del 47% de los votos, 11 de los 21 escaños en juego.
Orbán es muy popular... No podemos pensar que la gente en Hungría no quiere que esté en el poder", señala Salvador Llaudes
Salvador Llaudes, investigador del Real Instituto Elcano, señala que si bien la democracia en Hungría ha perdido calidad, Orbán sigue conquistando a los húngaros en las urnas. “Es cierto que Orbán es popular. No podemos decir que haya fraude, en el sentido de manipular los resultados. Pero hay un control férreo de las instituciones y una ausencia de neutralidad que no ayuda a que podamos hablar de libertad de elección por parte de los ciudadanos".
Añade Llaudes cómo “los húngaros siguen siendo favorables al proyecto europeo pero al mismo tiempo son muy soberanistas. Quieren tener el control. Saben que la UE les ha permitido mejorar sus estándares de vida. Saben que les beneficia pero no quieren que decidan sobre sus fronteras”.
El primer ministro húngaro dejó claro su veredicto en Estrasburgo: “Nos condenan porque quieren que seamos un país de inmigrantes”. Hungría solo acogió a 28 refugiados de los miles que llegaron en la crisis de 2015 a Europa. Pero Orbán supo atizar los miedos y convencer a los húngaros de que la patria estaba en peligro por la entrada de hordas musulmanas.
El peso de la Historia
Conoce bien la Historia de su país, al que considera víctima de sus vecinos europeos. En el Tratado de Trianón de 1920 Hungría perdió dos terceras partes de su territorio y tres millones de húngaros se convirtieron en minorías en países vecinos. Marcaba el fin del imperio austrohúngaro. En un país que ahora cuenta con unos diez millones de habitantes es una herida que aún sangra. Es una narrativa que desarrolla Orbán con su constante apelación a “la cuestión nacional”.
La trayectoria política de Viktor Orbán corre pareja con la evolución de Europa en los últimos años. Su bautismo de fuego fue un discurso de apenas seis minutos en junio de 1989, cuando se celebró un homenaje a Imre Nagy, el héroe de la revolución fallida de 1956 que fue ejecutado dos años después por los soviéticos.
Los comunistas nos usurparon nuestro futuro", clamó un Orbán veinteañero cinco meses antes de la caída del Muro de Berlín
“Los comunistas nos usurparon nuestro futuro”, clamó ante una multitud de 250.000 personas en la Plaza de los Héroes de Budapest. Aquel Viktor Orbán era un joven melenudo de 26 años, con una retórica brillante y que se presentaba como un liberal convencido.
Nacido en una zona rural y de origen humilde, aprovechó la formación universitaria para brillar como líder. En 1988 junto con otros compañeros creó Fidesz (Alianza de Jóvenes Demócratas) en 1988. Hasta 1993 no dejaron que ingresaran en el partido mayores de 35 años.
Aquel joven demócrata liberal, licenciado en Derecho, con nula devoción religiosa, había disfrutado de una beca financiada por George Soros en 1987 para ampliar estudios. Apenas estuvo cuatro meses en Londres porque quería saltar a la política lo antes posible. También su partido recibió apoyo financiero de Soros para comprar fotocopiadoras, que en aquella época era un instrumento crucial para difundir el mensaje anticomunista y liberal.
Con los años, Soros sería el chivo expiatorio perfecto: millonario, es decir, establishment, y sospechoso de injerir en los procesos políticos a través de su fundación y ONG afines. Es decir, alguien fuera del control del poder de Orbán.
“Constituye un poder que se le escapa en una Hungría que se le ha ido poniendo a sus órdenes. Controla el poder judicial, educación… Soros es el capitalismo, el especulador. Es el rival perfecto”, señala Ángel Rivero, profesor de Ciencia Política en la UAM y coautor de Geografía del populismo.
En continua metamorfosis
En 1990 fue elegido por primera vez miembro del Parlamento húngaro. Los Jóvenes Demócratas lograron un 9% de los votos y 22 escaños. En 1994, al ver el triunfo socialdemócrata, decidió que donde había espacio político para el Fidesz era más a la derecha. Acertó de pleno y en 1998 su partido fue el más votado y Orbán conseguía ser el primer ministro más joven de la historia con 35 años.
Tras perder en 2002 y 2006, volvió con fuerzas renovadas en 2010. Desde entonces se mantiene en el poder. En 2015 parecía comenzar su declive pero aprovechó la llegada de refugiados, la mayoría huyendo del horror de la guerra de Siria donde el Daesh se había hecho fuerte. En aquel año Hungría recibió 174.000 solicitudes de asilo.
Orbán lanzó la voz de alarma y ordenó levantar vallas. Ya no era aquel que había clamado contra el Muro de Berlín. Aquel muro era condenable, estas vallas para proteger Hungría de la llegada de refugiados musulmanes no. Orbán consiguió que el 76% de los húngaros en 2016 asociaran inmigrantes con terrorismo. Con ese discurso xenófobo recuperó apoyo popular y en abril de 2018 renovó su mayoría en el Parlamento. El segundo partido más votado es el Jobbik (Movimiento por una Hungría mejor), filofascista, antisemita y homófobo.
Encarna la juventud que lideró el cambio político en Hungría. Eso le da mucha legitimidad... Es un camaleón populista", dice Rivero
Al profesor Ángel Rivero Orbán le parece un “camaleón populista”, un auténtico fenómeno propio de Europa oriental. Desde su entorno algunos de los que se han distanciado le consideran un pragmático dispuesto a todo por mantener el poder.
“Encarna la juventud que lideró el cambio político en Hungría. Eso le da mucha legitimidad. En Hungría todo lo que huela a comunismo está condenado. Al mismo tiempo ha ido identificándose con los movimientos de opinión. Ha pasado del liberalismo original y pro Occidente al nacionalismo”, señala Rivero.
Y ahora justifica, en nombre de esa "democracia iliberal", a líderes como Vladimir Putin, con quien se entiende bien. Comparten intereses y a Hungría le viene bien negociar con Moscú. Por esa razón, Rivero cree que “la tarjeta roja del Parlamento Europeo puede venir bien a Orbán y crear más inestabilidad en la frontera oriental” de la UE.
Llaudes apunta que es probable ese impacto negativo en el europeísmo de los húngaros. Sin embargo, destaca que "sería culpa de Orbán, no del Parlamento europeo por iniciar el procedimiento. Las instituciones europeas no pueden tener miedo a la hora de defender sus valores. No puede ser que las instituciones europeas no actúen por miedo al impacto en las opiniones públicas".
De su ateísmo de juventud, evolucionó a una fe evangélica a la que recurre en sus discursos. De hecho, dice que la Biblia es su libro de cabecera y se declara aficionado a los westerns porque le permiten distraerse.
Sobre su metamorfosis política, de luchador por las libertades a modelo para los populistas, Orbán dijo a Politico: “Han pasado los años. Tengo cinco hijos. Sería irresponsable no haber cambiado mi mente y mi comportamiento… El liberalismo también ha cambiado. Se ha vuelto intolerante con los que no siguen lo políticamente correcto”. Lo único que permanece en Orbán es su pasión por los coches y por el fútbol. De tarjetas rojas no quiere saber nada.
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