El humor británico tiene sus límites. La primera ministra británica, Theresa May, puede dejarse grabar bailando torpemente junto a rumbosos jóvenes sudafricanos sin inmutarse. Sin embargo, una foto en Instagram en la que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, le ofrece pasteles y le comenta que no se puede tenerlo todo (have cake and eat it), y menos a la carta (cherry-picking), aludiendo a su propuesta sobre el Brexit, no le ha hecho ninguna gracia.
Tampoco a los medios británicos, especialmente los sensacionalistas, que no parecen dispuestos a tolerar “a los gángsteres europeos”, en alusión a Donald Tusk especialmente. Y todo porque en la reunión informal de Salzburgo los Veintisiete le dijeron a May que su plan sobre el Brexit, llamado Chequers por firmarse en esta residencia de verano de los primeros ministros británicos, “no es aceptable”. En palabras del habitualmente The Guardian May fue “humillada” por los líderes europeos.
A May los Veintisiete le reconocieron que Chequers suponía algún avance, pero que no respetaba las cuatro libertades fundamentales de la Unión Europea: libertad de bienes, capitales, servicios y personas. Acepta la libertad de bienes y cierta armonización en servicios. Suponía un paso hacia el llamado Brexit blando, pero no suficiente para la UE.
Y, sobre todo, plantea una solución inviable para la cuestión irlandesa. Para evitar una frontera entre las dos Irlandas, que violaría el Acuerdo de Viernes Santo y abriría la vía a un referéndum de unificación, plantea un control de mercancías de una tecnología de ciencia ficción y en caso de ponerse en práctica, costosísima, de unos 15.000 millones de euros anuales, según algunas estimaciones.
“Es verdad que es inaceptable para la UE pero May había cedido algo. En bienes aceptaba el derecho europeo… En su visión había hecho un gran sacrificio. Pero no dejaba de ser un autoengaño. Lo hizo no por adaptarse a Europa sino porque va a ser doloroso para el Reino Unido. La UE le ha dicho que no. No hay solución en Chequers al tema irlandés”, afirma Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano.
La táctica de negar la realidad
Experta en huidas hacia adelante, a su regreso a Londres, May realizó una declaración solemne el viernes, que supone una nueva negación de la realidad. No es el Reino Unido el que no sabe qué salida elegir del laberinto del Brexit sino que es la Unión Europea la que no ofrece alternativas.
A menos de 188 días del día S, de salida, el 29 de marzo de 2019, las líneas rojas impiden ver dónde termina el bosque. Después de esa fecha se inicia un periodo de transitoriedad hasta diciembre de 2020. Reino Unido quedará fuera de las instituciones pero seguirá aplicando las reglas comunitarias.
“Ninguno debe exigir a la otra parte lo que sabe que le resulta inaceptable. No podemos aceptar nada que afecte a la integridad de nuestra unión, como ellos no pueden aceptar nada que acepte su integridad. No podemos aceptar nada que suponga no respetar el resultado del referéndum como ellos no pueden aceptar nada que no favorezca los intereses de sus ciudadanos”, dijo May en esta declaración en Downing Street.
.@theresa_may has demanded "respect" from the EU after the bloc rejected her #Brexit plan.
She's asked for a "detailed explanation and counterproposals"
Read more of the PM's message to the EU here: https://t.co/0L7lKWXpsd pic.twitter.com/fWy3GNOFrB
— Sky News Politics (@SkyNewsPolitics) September 21, 2018
Añadió que el referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, celebrado el 23 de junio de 2016, fue “el mayor ejercicio de democracia jamás llevado a cabo en el país”. Sin embargo, el resultado fue ajustado y la campaña electoral marcó un antes y un después en la historia del populismo en Europa. Gran parte de los datos en los que se apoyaba la campaña del sí fueron desmentidos.
En Salzburgo, el presidente francés, Emmanuel Macron, que fue quien presionó para que se pusieran los puntos sobre las íes, había dicho: “Aquellos que dijeron que se podía vivir sin Europa, que todo iría bien, y que la salida les supondría un montón de dinero son unos mentirosos. Es incluso más cierto hoy que el día después se fueron para no tener que negociar esta vía”. Macron dice que el Brexit será doloroso para los británicos. Los brexiters se lanzaron a la yugular de Macron por inmiscuirse en política británica.
May, que ha de verse las caras con sus correligionarios en el congreso conservador del próximo fin de semana, confíaba sin duda en que los Veintisiete iban a ser más condescendientes. Sin embargo, el tiempo apremia y no ha sido así. Al contrario, se sintió ninguneada y por ello pidió "respeto". El 18 de octubre el Reino Unido debería tener lista una solución para Irlanda y un mes después, si se aceptara, se celebraría una cumbre especial sobre el Brexit. Tendría que firmarse una declaración política. Otro escollo que ahora parece insalvable será la ratificación en los Comunes, quizá el paso más complicado hoy por hoy.
El problema sigue siendo el equilibrio dentro del Partido Conservador. Mientras ellos no se decidan, no se puede avanzar", afirma Álvaro Imbernón
“El problema sigue siendo el desacuerdo dentro del Partido Conservador. Mientras no sea capaz de forjar una postura común y realista es muy complicado que se puede avanzar. La UE-27, de momento, sí cuenta con unidad de acción”, explica Álvaro Imbernón, investigador en Quantio y profesor asociado en la Universidad Nebrija. “No han querido entender cómo funciona la UE a pesar de que cuentan con una diplomacia que sí lo hace. La UE-27 puede ceder mucho pero dentro del contexto de las reglas y procedimientos que nos hemos dado. Cuando Tsipras (primer ministro griego) se ha adaptado a negociar siguiendo procedimientos europeos ha logrado mejores resultados."
Tampoco los laboristas, que celebran su congreso este domingo, tienen una posición unánime sobre el Brexit, pero prefieren en general mantenerse más cerca de la UE que los conservadores. Su líder, Jeremy Corbyn, prefiere un Brexit blando, pero los hay que abogan por votar de nuevo y otros por rectificar. Tampoco los remainers (quieren quedarse) son un bloque homogéneo porque muchos quieren cambiar la relación con la UE.
Ahora está en negociación el acuerdo de salida, no la relación futura. Pero en el espinoso tema irlandés confluyen las dos cuestiones. Si no hay frontera, supone que parte del Reino Unido sigue en el mercado único, porque le conviene, pero si hay frontera, y se establece en el Mar de Irlanda, como propone la UE, los unionistas norirlandeses, que apoyan al frágil gobierno de May en Londres, se oponen radicalmente porque se ven separados de Gran Bretaña.
El jefe de estudios sobre el Brexit en el Parlamento Europeo, Jesús Carmona, mantiene que “la UE sigue la misma línea desde el principio. Es el Reino Unido el que quiere salir del club. Lo hace con unas condiciones. Y no puede mantener las ventajas y no los inconvenientes (lo que se llama cherry-picking, una salida a la carta).
Al negociador de la UE, Michel Barnier, le corresponde ser el interlocutor, aunque muchas veces May pretende interactuar con los gobiernos, que saben bien que es Barnier quien juega ese papel. Su labor es complicada porque ha de negociar con un gobierno dividido (apoyado por los unionistas) con mayoría de un partido fragmentado en un país en el que tampoco la oposición sabe lo que quiere sobre el Brexit. Desde la dimisión de David Davis, en julio pasado por discrepancias sobre Chequers, encabeza las negociaciones por parte británica Dominic Raab.
Hay que tener en cuenta lo que puede significar esta salida para otros. Si hacemos concesiones, luego están Hungría, Polonia...", señala Jesús Carmona
“Hay que tener en cuenta que puede significar esta salida para otros. Si hacemos concesiones, luego está Hungría, Polonia, los checos, Italia… Esto dejaría de ser una Unión con valores comunes”, añade Jesús Carmona. “Esta línea roja (cuatro libertades) se sabía desde el principio de las negociaciones. Los británicos han de hacer su show. Tienen que hacer el papel de víctimas”.
El juego de la gallina
También es cierto que en esta fase de la negociación el drama sube de tono. Algunos analistas aluden al juego de la gallina, que nos vendrá a la memoria al recordar a James Dean en Rebelde sin causa. Las dos partes se retan a correr en coche a gran velocidad en sentido contrario y el que salta antes del vehículo es quien cede. May ha apretado el acelerador y se ha aferrado a Chequers, un híbrido entre el Brexit blando y el duro, casi imposible de llevar a la práctica.
La Unión Europea, al contrario de lo que dice May, ha puesto sobre la mesa todas las opciones desde el principio. Como explica Ignacio Molina, serían: “Salida sin acuerdo (como cualquier miembro de la Organización Mundial de Comercio), Brexit duro (relación como Canadá), Brexit blando (como Noruega o Suiza) o rectificación”.
Los griegos rectificaron su curso con la crisis del euro, pero es difícil que lo hagan los británicos. El investigador desdramatiza lo que supone un Brexit duro (fuera del mercado interior y de la unión aduanera). Michel Barnier, negociador de la UE para el Brexit, suele explicar los escalones con una diapositiva muy ilustrativa.
Incluso habría una quinta que sería celebrar un segundo referéndum. El alcalde de Londres, el laborista Sadiq Kahn, apoya esta opción. Sin embargo, muchos anticipan que el resultado puede ser parecido. También plantea esta salida el padre del artículo 50, John Kerr, por el que se articula el mecanismo que permite a un Estado miembro dejar la UE.
May, en su intervención del viernes, descartó como opciones un acuerdo como el de Noruega porque a su juicio supondría “una burla” del mandato de los votantes. “Supondría que tendríamos que atenernos a las normas de la UE, por ejemplo en inmigración, y no podríamos negociar otros tratados comerciales con otros países”, afirmó.
También rechazó un modelo canadiense que implicara que hubiera una frontera en el Mar de Irlanda entre la UE y Gran Bretaña. Así que parece que May sabe qué tipo de Brexit no quiere pero no acierta a formular un Brexit realista. Conviene destacar que si bien queda el 20% más complicado, ya se ha logrado negociar el resto del Acuerdo de Retirada. Es cierto que sin lo que queda por hacer, todo saltaría por los aires. May insiste: “Mejor que no haya acuerdo a un mal acuerdo” y asegura: “Estamos preparados”. Lo que no sabemos es para qué.
Compara Molina la situación con el relato del independentismo catalán. “Vamos a ser independientes y nos va a ir mejor, dicen unos y otros. ¿Y los 40 años (caso británico) que has estado ahí? ¿Por qué no se fue Thatcher? Porque sabía que al Reino Unido le iba bien estar enla UE. Sus empresas venden y están instaladas en el resto de Europa. Todos salíamos beneficiados en un mercado interior”.
Todos perdedores
¿A quién perjudicaría más si el Reino Unido se marcha sin acuerdo? “Si no hay acuerdo de salida, las dos partes resultarían perjudicadas. El Reino Unido saldrá más perjudicada. Es una isla, al fin y al cabo. Hay bienes que no produce el Reino Unido que si tienen que pasar por frontera pueden encontrar otros mercados. El consumidor británico va a estar muy perjudicado”, señala Jesús Carmona.
En el caso español, lo que más se resentiría sería el turismo, ya que si hubiera visados se reducirían las entradas, también se verían perjudicadas las exportaciones agrícolas y algunas inversiones de sectores financieros y de construcción. A cada país le afectará, siendo los más expuestos Irlanda y Países Bajos, pero al que más le dañará será al Reino Unido.
Sobre Gibraltar, España ha logrado que sea una cuestión que se negocie entre Londres y Madrid. España tiene el apoyo de los Veintisiete porque es Gibraltar quien queda expuesto a salir de la UE con la decisión del Brexit, a pesar de que en Gibraltar se votó en contra. Sin embargo, una frontera tampoco favorece a los intereses españoles. El actual gobierno entiende que la cuestión de la soberanía no está sobre la mesa y ha optado por negociar cuestiones prácticas que atañen a la seguridad, fiscalidad y justicia, cuestiones transfronterizas.
“Una salida sin acuerdo generaría incertidumbre”, añade Carmona. Cada vez hay más nerviosismo en el lado británico, donde el mercado inmobiliario comienza a resentirse a la baja.
En Bruselas se ha superado el susto inicial. Incluso el Brexit ha servido para demostrar que los Veintisiete saben cómo actuar unidos. Según Ignacio Molina, “si no existiera el Brexit no habría nada en este último año que demostrara que la UE está unida. No es bueno que se vayan pero está uniendo a los Veintisiete. No hay angustia política”.
Lo peor es el orgullo herido de un país que ha sido un gran imperio y que aún ve como una ofensa que haya 27 países que actúen al unísono en defensa de un interés común. Este verano, Timothy Garton Ash advertía en un artículo a la Unión Europea que tuviera cuidado con no cerrar un acuerdo al estilo de Versalles para evitar que el Reino Unido evocara a la República de Weimar. Reconocía que exageraba pero, como europeísta convencido, recordaba cómo adaptarse a las circunstancias y ser flexible ayudó al Imperio Romano a perdurar. Es un mensaje del que también deberían tomar nota en Londres.
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