Pedro Sánchez ya no se pilla los dedos. El presidente del Gobierno se queda deliberadamente al margen de estrategias comunicativas de su equipo para no comprometer su palabra. Tanto en casos concretos, como el de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, aún en la cuerda floja, como en planes a largo plazo, como el mensaje enviado por los ministros al independentismo a favor de que los políticos catalanes presos salgan en libertad, Sánchez ha establecido su propio cordón sanitario.
El objetivo de esta estrategia es salvaguardar la imagen del presidente del Gobierno y dejarle las manos libres para poder cambiar de discurso, especialmente en materia catalana, de cara a las elecciones generales, donde podría recuperar el tono duro hacia el secesionismo que tenía en la oposición y que se ha tornado en cesión y apaciguamiento desde que llegó a la Moncloa.
La nueva protección de la figura de Pedro Sánchez se produce tres semanas después de que su palabra fuera torcida por los acontecimientos. Durante la sesión de control al Gobierno en el Senado del once de septiembre, Sánchez aseguró la continuidad en su gabinete de su entonces ministra de Sanidad, Carmen Montón, acusada por irregularidades en la obtención de su máster. Apenas tres horas después de que fuera ratificada por el presidente, El Independiente adelantaba que la ministra dimitía. Las últimas informaciones surgidas esa misma tarde sobre el plagio de buena parte de su trabajo fin de máster precipitaban los acontecimientos.
Tras esa experiencia, Sánchez evitó ayer en tres ocasiones garantizar la continuidad de su ministra de Justicia, Dolores Delgado, durante la rueda de prensa que ha ofrecido en Nueva York antes de su comparecencia ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Preguntado hasta en tres ocasiones sobre si asegura al 100% la continuidad de Delgado tras la filtración de sus audios con el ex comisario Villarejo, Sánchez ha evitado hacerlo. Se ha limitado a seguir el mensaje marcado por el resto del Gobierno y a repetir que el Ejecutivo “no acepta chantajes”.
En la misma línea, el presidente ha evitado comprometer su palabra con la postura a favor de la excarcelación de los políticos independentistas encausados en el procés expresada por el núcleo duro de sus ministros para Cataluña: Meritxell Batet, Josep Borrell y Carmen Calvo. Preguntado si comparte esa postura, el presidente ha insistido en "no seguir judicializando la crisis política en Cataluña".
Sánchez tampoco se ha pronunciado sobre las palabras de la delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera, que abogó por conceder un indulto en caso de que los procesados sean condenados por rebelión. Preguntado por los informadores, el presidente no ha querido opinar sobre la estrategia de su propio Ejecutivo para contentar a los independentistas y mantener su apoyo parlamentario. "Respetamos la independencia y autonomía del poder judicial", se ha limitado a señalar.
El cordón sanitario en torno a la figura de Sánchez se produce cuando las encuestas siguen dándole como líder político mejor valorado. El barómetro de septiembre del Instituto DYM para El Independiente y Prensa Ibérica publicado este fin de semana revela que la polémica sobre la tesis del presidente del Gobierno no le pasa factura electoral. Más bien al contrario, el secretario general del PSOE se convierte en el líder más valorado por los votantes de su partido.
Pedro Sánchez obtiene una nota media de 3,9 puntos, empatado con Albert Rivera (Cs), mientras que Pablo Casado (PP) empeora la valoración que obtenía Rajoy, un 3,1, para quedarse en el tres raspado, también por detrás de Pablo Iglesias (Podemos, 3,1 puntos). Entre los que se dicen votantes de su partido, Sánchez es el mejor parado con un 6,6 de puntuación, seguido de cerca por el líder de Ciudadanos, que obtiene un nota de 6,5 entre los votantes de su partido. Iglesias logra un 5,8 entre los seguidores de Podemos y Casado un 5,6 en el electorado del PP. El objetivo de Moncloa es mantener o mejorar esas puntuaciones antes de convocar las elecciones generales.
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