Política

Radiografía de Vox: de las alcaldías de pueblo al asalto al centro-derecha

Tras la oportunidad perdida con Vidal-Quadras, Vox se replegó en Madrid mientras preparaba su vuelta al tablero político gracias a la crisis independentista en Cataluña

Asistentes al acto de Vox en Vistalegre, el pasado 7 de octubre en Madrid. | EFE

Santiago Abascal llegó a la presidencia de Vox hace ahora cuatro años con el propósito de recuperar el pulso de un partido en retroceso tras el fracaso de las europeas en 2014. Su primera misión fue liderar una estructura débil en las municipales de 2015, que acabaron resultando una decepción absoluta para la formación. En el conjunto de España, fue 51º en número de concejales (22), empatado con la Agrupación de Ciudadanos Rurales de León, consiguió poco más de 50.000 votos y sólo dos alcaldías: Barruelo del Valle (Valladolid) y Cardeñuela de Riopico (Burgos). ¿Cómo se pasa de eso a llenar un acto con 10.000 personas en Vistalegre dejando a más de 3.000 en la calle?

Aquel año las cuentas de Vox reflejaban unos ingresos de 208.000,47 euros por cuotas de afiliados, adheridos y simpatizantes, que sumadas a las donaciones alcanzaban unos 690.000 euros de ingresos de origen privado. La mitad que en 2014, con el boom inicial de su nacimiento. En 2016 los ingresos cayeron casi 250.000 euros más y se mantuvieron así en 2017. 2018 ha sido una revolución: el partido asegura que a día de hoy ya ha recuperado los 1,2 millones de euros anuales de ingresos privados y que su cifra de afiliados ha pasado de 3.000 a 11.000 personas en este período. Como informó El Confidencial la pasada semana, el partido sigue contratando a gente y ha trasladado su sede a un bajo de 450 metros cuadrados en pleno centro de Madrid por el que terminarán pagando casi 80.000 euros al año.

Vox ya desaprovechó un 'momentum' parecido en las europeas de 2014 tras el efecto de la salida del PP de Vidal-Quadras

No es la primera vez que Vox afronta su momentum. Ya lo hizo en 2014 cuando concurrió a las elecciones al Parlamento Europeo de la mano de Alejo Vidal-Quadras, que meses antes había provocado un terremoto político al abandonar el PP tras más de tres décadas de protagonismo. Sus banderas eran las mismas que ahora: Cataluña, el trato a los terroristas, la inmigración...aunque muchos de esos conflictos eran todavía de baja intensidad.

Resucitar en los tribunales

Vidal-Quadras obtuvo 246.833 votos, un 1,57% del electorado, que es más del 1,4% en el que le situó el último barómetro del CIS. El partido se quedó muy cerca de conseguir representación, pero el fracaso de ese primer asalto a las instituciones y la propuesta de un acercamiento a UPyD y Ciudadanos firmaron la sentencia del líder del partido. Llegaron entonces el ostracismo y el estancamiento: en las generales de 2015 y 2016 Vox no pasó de 58.000 votos ni del 0,23%. Sólo el estallido de la crisis independentista en Cataluña permitió al partido recuperar peso en la actualidad, tanto por la polarización política como, especialmente, por la acusación popular que ejercen en la causa contra los líderes del procés.

La crisis independentista ha permitido cuadruplicar los afiliados del partido, que ya ingresa 1,2 millones anuales por socios y donaciones

Esa figura legal que proporciona el sistema jurídico español ha sido el pilar del resurgimiento de Vox. Javier Ortega Smith, secretario general del partido, ha sido también un rostro recurrente en la actualidad de los juzgados -y por tanto de las televisiones- como representante del partido en la causa. Suyos han sido los escritos más duros, y suyas han sido las reiteradas peticiones de ingreso y mantenimiento en prisión preventiva de los líderes independentistas. Cataluña es su palanca hacia el Parlamento Europeo, primero, y al Congreso de los Diputados, después. Pero sólo con Cataluña no es suficiente: Ciudadanos y PP ya compiten por ver quién tiene el registro más duro en ese sentido.

En el vídeo que promocionaba el acto de este domingo, Vox jugaba con su nombre para ilustrar lo que en España está bien y lo que está mal. Con la 'X', lo dramático: inmigrantes saltando la valla, manifestaciones independentistas, Quim Torra, banderas de España quemadas, un culé agrediendo a un madridista, manteros, homenajes a terroristas. Con la 'V', lo esperanzador: Santiago Abascal, bebés naciendo, madres felices en el paritorio, militares, agricultores recogiendo trigo, banderas de España, guardias civiles rescatando a personas en inundaciones, Morante de la Puebla saliendo a hombros, cazadores, más militares, más banderas de España, más Santi Abascal. "Vox. España Viva", termina el spot que llamaba a la presencia masiva en Vistalegre. Un éxito en el que también utilizaron rostros mediáticos: el propio Morante, periodistas como Sánchez Dragó o Hermann Tertsch, el padre de Monedero...

¿Hay espacio electoral?

¿Pero hay espacio electoral para Vox? Los expertos han reaccionado en masa al acto de este domingo asegurando que no. Que Vox sigue bebiendo sólo del votante que se autoidentifica con la extrema derecha y que ese es un sector muy pequeño dentro del electorado español. Según el último CIS, la inmensa mayoría de votantes del partido se autoubican en el 9 o en el 10, en una escala en la que el 1 es la extrema izquierda y el 10 la extrema derecha. En esos espectros es la segunda opción preferida de los españoles, pero todavía muy muy lejos del PP, que supera el 72% de intención de voto en ambos sectores, mientras que Vox no pasa del 11% en ninguno. El principal problema es que en ese extremo ideológico sólo se ubican el 2,2% de los votantes (66 de los 2.972 encuestados por el CIS).

Las encuestas todavía son discretas para Vox, aunque empieza a captar votos fuera de la ultraderecha, lo que amenaza directamente al PP

Esto, sin embargo, no es una particularidad exclusiva de España. La ultraderecha, al contrario que la ultraizquierda, tiende a no encasillarse. El éxito de los partidos calificados como 'ultras' viene cuando rompen la barrera de la marginalidad y comienzan a percibirse como una opción aceptable para los votantes de centro, donde se siguen decidiendo todos los comicios.

En eso trabaja desde hace meses el partido, con Rafael Bardají al frente de la estrategia. Bardají fue asesor de altos cargos ministeriales con el PP, subdirector de Investigación y Análisis del Real Instituto Elcano y director de política internacional de FAES. Bardají, que se dio de baja del PP en marzo, ha sido uno de los pilares de los contactos de Vox con la ex mano derecha de Donald Trump, Steve Bannon, ahora centrado en su campaña por Europa. Ya en su etapa en el PP, Bardají era considerado uno de los hombres clave en la relación del partido con Washington.

Ubicación ideológica de los votantes de cada partido, según el último CIS. CIS

En España, según el CIS, más de un 23,5% del electorado se sitúa en la equidistancia (5 ideológico), un campo de batalla en el que los equilibrios son frágiles. Es un segmento indeciso (el 28,1% no sabe a quién votaría) en el que manda Ciudadanos (16,4%), seguido de cerca por el PSOE (13,4%) y de lejos por el PP (5,7%), al que cualquier pérdida en este sector terminaría de rematar y acercarle al pobre desempeño de Podemos (2% en este sector decisivo).

Vox, en la última encuesta (la primera que preguntaba directamente por ellos), ya acumulaba un 0,6% entre estos votantes, los más preciados para los partidos políticos. Cualquier crecimiento, por pequeño que sea, tendría un efecto importante, más para Génova que para la formación de Abascal, que a la larga podría acabar siendo un freno en el intento de reconstrucción del PP como partido hegemónico del centro-derecha que le disputa Ciudadanos.

Para todo ello, sin embargo, Vox tendrá que romper sus actuales barreras geográficas, que sólo le confieren opciones de conseguir representación por Madrid, Ceuta, Murcia o Guadalajara, un fenómeno similar al que en el pasado ya se llevó por delante a UPyD.

Sin ir más lejos, de los 50.000 votos que Vox consiguió en las pasadas elecciones municipales, 10.000 se concentraron en la ciudad de Madrid. Fueron insuficientes para conseguir un concejal, pero suficientes para impedir que el PP y Ciudadanos sumasen el escaño que les faltó para impedir que Manuela Carmena llegase a la alcaldía.

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