La columna se titula 'Buitres' y la publica El Punt el 23 de abril de 1994. La firma Carles Puigdemont, que todos los domingos escribe en este diario, del que fue jefe de sección, un pequeño breve en un espacio llamado El Avispero. Ese día, el que luego fuera presidente de la Generalitat está furioso por la crítica pública a la que se somete a Mariano Rubio, que hasta 1992 había sido gobernador del Banco de España, pero que entonces ya se acercaba a la detención acechado por la corrupción destapada por el diario El Mundo. El columnista Puigdemont aprovechó el contexto para hacer su particular retrato de España, que no duda en definir como "una piel de toro sedienta de sangre y de odios atávicos".
"Me da pena, este Rubio que ahora aparece rodeado de críticos, periodistas y policías en lugar de los guardaespaldas y los asesores de otros tiempos", escribe Puigdemont, que define a "la turba latina" como "la más cruel de todo Occidente". Hace referencia a la prensa y al público español. ¿Por qué?: "No solo porque es manipulable a lo grande, sino porque se mueve en la perfidia vil, y su excitación se torna fácilmente contra aquellos pícaros que se creían a salvo".
Para Puigdemont, la 'rabia violenta de los súbditos de la piel de toro' es cobarde: 'Siempre esperan a que otro haya hecho caer antes a la víctima'
Puigdemont se sitúa más cerca del corrupto que del indignado. Con esta contundencia: "Rubio es hoy un candidato a la decapitación pública, y veo en los ojos de la gente que le insulta y en las palabras de los comentaristas necios la rabia violenta de los súbditos de esta piel de toro, sedienta de sangre y de odios atávicos".
Para aquel Puigdemont, los españoles son buitres, que es la forma de llamarlos cobardes. Escribe: "Ensalzan a los toros y después los asesinan con satisfacción en una lucha desigual; se dotan de dictadores y después los destrozan a patadas, como a Mussolini. Pero siempre esperan a que otro haya hecho caer antes a la víctima. He aquí el buitre".
La esencia de España: 'Botines de guerra, derechos de conquista y aniquilaciones'
Las de Puigdemont recuerdan a las palabras de su sucesor, Quim Torra, que usó su altavoz en la prensa para llamar "bestias" a los catalanes que prefieren el español. El TSJC ha apreciado un delito de odio en las palabras del presidente de la Generalitat, aunque no puede juzgarlo por estar prescrito. Lo mismo sucede en este caso: Puigdemont mantuvo su columna en El Punt entre 1994 y 1999, cuando abandonó la cabecera para dar el salto a la recién fundada Agencia Catalana de Noticias (ACN). Son más de 300 publicaciones.
En ese período, como ha podido comprobar El Independiente tras el análisis de todas ellas, le dio tiempo a escribir mucho sobre España y sobre los españoles. Poco después de la columna sobre los "buitres", escribía otra titulada 'Polònia', en referencia al término despectivo con el que algunos españoles se han referido históricamente a los catalanes. La creencia más extendida es que "polacos" se usaba en los cuarteles cuando varios reclutas hablaban entre ellos en catalán, ya que el resto no les entendían. Se ha popularizado hasta ser el título de uno de los espacios más célebres de TV3, que analiza en clave de humor e imitaciones la actualidad política.
Puigdemont describe a España en contraposición con Polonia: 'Un imperio que lucha contra las naciones pequeñas y delicadas como la nuestra'
Puigdemont, sin embargo, se refiere a unas declaraciones de Antonio Gala en las que el dramaturgo aseguraba que en Cataluña se entendía mejor el teatro en polaco que el teatro en castellano: "Nos ha vuelto a presentar Polonia como la hermanastra de la identidad nacional catalana, lo cual sea dicho de paso a mí no me molesta nada".
Puigdemont rebate a Gala con el éxito en Girona de estrenos de García Lorca o de Valle-Inclán, pero llega a una conclusión: "Gracias al señor Gala y a tantos otros me siento mucho más próximo a Polonia que a España. Debe ser porque los polacos, a diferencia de los españoles, se convirtieron en víctimas del nazismo de la misma manera que los catalanes fuimos víctimas del franquismo castellanizante, que por cierto sentía tanta admiración por Hitler que hasta le envió una división de color azul".
"Siempre me sentiré mucho más cerca de las naciones que luchan contra los imperios que de los imperios que luchan contra las naciones pequeñas y delicadas como la nuestra. Gala, naturalmente, no", concluye un Puigdemont a punto de cumplir los 32 años en aquel momento.
'Si ahora devuelven todo lo que han sustraído de Cataluña, seguramente desaparecería la esencia de España'
Las apreciaciones del futuro president sobre la convivencia entre españoles y catalanes son mucho más groseras en otras ocasiones. Sin ir más lejos, el 25 de marzo de 1995 un acalorado Puigdemont escribe indignado sobre la devolución a Cataluña de algunos documentos de la Generalitat que desde la Guerra Civil permanecían en Salamanca. La columna se titular 'El error', y como en la referente a los "buitres", vuelve a hacer un retrato de brocha gorda sobre lo que, en su opinión, define a España.
"Si ahora devuelven todo lo que han sustraído de Cataluña, se podrían ver abocados a devolver y resituar tantas cosas que seguramente desaparecería la esencia de España", escribe Puigdemont. ¿Y cuál es esa esencia?: "Ni más ni menos que la suma de botines de guerra, derechos de conquista y aniquilaciones diversas". Sin medias tintas.
El AVE y el aliento con olor a chorizo morcón
Puigdemont también se refiere al resto de españoles como "compañeros forzados de viaje" y lo hace tras una encuesta del CIS en la que se pregunta por la simpatía -o falta de ella- entre regiones. El 11 de noviembre de 1995, en un texto titulado 'Nada que hacer', escribe que "ya es oficial" y que "la animadversión genérica hacia los catalanes no es una fantasía del victimismo, ni una leyenda negra que hacen correr unos cuantos". "¿Envidia? ¿Gandulería?", se cuestiona sobre los motivos. "No lo sé, pero me preocupa que la percepción de estos compañeros forzados de viaje no se manifiesta más solidaria, más universal, más abierta y más justa".
No sólo utiliza la "gandulería", y con ella la caricatura, para referirse a los españoles. También a los catalanes, como hace en febrero de 1997, en la columna que titula 'Jamones' y en la que describe la supuesta tradición de utilizar jamones y botellas de vino para agilizar trámites y servicios. Considera que tras el paso por Barcelona de los Juegos Olímpicos y la llegada de la beautiful people, aquello había cambiado, pero... "Las mismas personas que iban a trabajar con el botijo y la fiambrera y el aliento les olía a chorizo morcón, se transformaron adecuadamente para no apestar cuando subían al AVE. Sí, pensaban que España ya era moderna. Pero se equivocaban".
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