Las más de 300 columnas publicadas por Carles Puigdemont entre 1994 y 1999 y analizadas por El Independiente son un extenso y significativo muestrario de las ideas, los valores y los intereses del expresidente de la Generalitat de Cataluña, ahora huido en Bélgica de la justicia española tras la Declaración Unilateral de Independencia. Puigdemont escribía en El Punt -luego fusionado con Avui para conformar la actual cabecera-, del que había sido redactor jefe. Todavía no era, ni siquiera, un proyecto de político, aunque la actualidad política era el centro de la gran mayoría de sus publicaciones.
Pero no de todas. El espacio del que Puigdemont disponía libremente cada domingo lo aprovechaba para analizar el mundo con una mirada más amplia que la que proporcionaba la monocromática política catalana de mediados y finales de los años 90. El treintañero Puigdemont era un hombre muy preocupado por la degradación de la lengua catalana, y un hijo de su tiempo. Miraba sin parar a lo que sucedía en las guerras del este de Europa y le sobrepasaba el cambio tecnológico que en esos momentos explotaba. Todo adobado, sin embargo, por un persistente filtro nacionalista.
Véase la columna que publica el 20 de mayo de 1995, cuatro días después de que Lola Flores falleciera en Alcobendas. La titula 'Lola' y está enteramente dedicada a la muerte de La Faraona, a la que el futuro presidente de la Generalitat de Cataluña describe con cierto desprecio. "Con la muerte de Lola Flores se ha ido uno de los residuos vivientes del franquismo sociológico que han subsistido hasta este tramo final del siglo", plasma en su texto Carles Puigdemont.
"Con esto no quiero decir que la Faraona fuese franquista en sí misma, si es que podía ser alguna cosa concreta", prosigue el entonces columnista. "Intento significar simplemente lo que sólo nos atrevemos a decir en voz baja, y significar, también, como elementos característicos de una manera de hacer, de pensar, propia de otros tiempos, forma parte de la más estricta cotidianidad", añade.
Para Puigdemont, que Lola Flores siguiera siendo un personaje querido o, al menos, tenido en cuenta, hasta el día de su muerte, no es producto de su carisma ni de su producción artística, sino de "la ausencia de una política de desfranquización". El joven periodista engarza la muerte de la artista con otro hecho, a su entender, inaceptable: "Hace seis días, la tele francesa presentaba el Gran Premio de Fórmula 1 del Circuito de Cataluña con escenas de tauromaquia..."
Puigdemont, Bill Gates y el malévolo Windows 95
Francia es otro elemento recurrente en la producción periodística de Carles Puigdemont, muy preocupado por la penetración del Frente Nacional en la "Cataluña Norte" y los efectos del centralismo francés sobre la lengua catalana. Pero si hay algo que en cierto modo aterra al ahora líder de Junts per Catalunya es algo mucho más palpable y mundano: los ordenadores, internet y el temido 'Efecto 2000'.
Carles Puigdemont incluso le dedica una columna al Windows 95, al que describe como la quintaesencia macabra del capitalismo globalizador. "Personas que pensaban haber escapado del aprendizaje de una máquina del diablo –¡como si no tuviéramos suficientes máquinas en nuestra vida!- hoy viven consternados porque se sienten vacíos, y saben que abominar del nuevo invento roza el pecado", escribe Puigdemont con inspiración ludita.
Puigdemont, que ahora impulsa la república virtual, consideraba que la tecnología sería destructora de empleo y de igualdad entre ciudadanos
Al joven Puigdemont le daban pavor las consecuencias del avance tecnológico, destructor de puestos de trabajo y generador de monopolios. "Se acaba el trabajo convencional, el reparto de la riqueza entre clases medias, el mantenimiento del consumo. Se acaba porque la revolución tecnológica, que se está comportando como destructora de puestos de trabajo, puede sumirnos en un desastre total, porque en definitiva si nos cargamos al trabajador nos cargaremos al consumidor", escribe el 17 de noviembre de 1996.
Tres meses más tarde le dedicaba otro texto a Bill Gates, "el profeta" del nuevo Dios, que es Internet. "Le imagino buen conocedor de los mecanismos que han hecho funcionar durante siglos las religiones cuando se aventura a amenazar con la expulsión del paraíso del conocimiento, de la competitividad y de las relaciones sociales a todos aquellos que no comulguen con la ley de la electrónica", decía. También se apuntó a la teoría, muy viva 20 años después, de que la tecnológica sería la primera revolución que pondría en peligro la igualdad de derechos de los ciudadanos. Ahora, sin embargo, trata de impulsar desde Bélgica la 'ciberrepública'.
Efecto 2000: 'La inminencia del caos, el abismo de la incerteza'
Donde desde luego no acertó Puigdemont, pese a que también era terreno abonado en la época, fue en su pavoroso miedo al 'Efecto 2000', aquel que pronosticaba que el mundo hiperconectado quedaría sumido en el caos cuando los relojes de las máquinas tuvieran que pasar del 31 de diciembre de 1999 al 1 de enero del año 2000.
La primera vez que se refirió a este tema fue el 1 de septiembre de 1996, en una columna titulada 'El Problema' en la que ya alertaba de lo que estaba por venir. "Los ordenadores serán los culpables, y se calculan pérdidas multimillonarias si no se encuentra una solución", escribía el futuro presidente, que desgranaba el panorama: "Un viaje en el tiempo que tergiversará las Bolsas, los expedientes judiciales, los vencimientos de letras hipotecarias y las tarjetas de crédito".
Puigdemont se mantuvo en tensión durante más de tres años, pero abrió los ojos poco antes del día clave: el 'Efecto 2000' sería la resaca del 1 de enero
El columnista se olvidó del tema hasta noviembre de 1998, cuando volvió a la carga con otra columna titulada 'Tiempos de caos' en la que hablaba del cambio de siglo, y lo comparaba con el anterior, encontrando similitudes: "La inminencia del caos, el abismo de la incerteza". El tono es apocalíptico: "Crece la angustia de ignorar hasta qué punto llegarán los efectos del cada día más aterrador Efecto 2000". "Ya se extiende el rumor, con mucho crédito, de que el 1 de enero del 2000 el colapso será mundial".
No fue hasta pocos días antes de la temida fecha cuando Puigdemont abrió por fin los ojos y se dio cuenta de que la cosa no sería para tanto. De hecho, es una de sus últimas columnas. Le tranquilizó una intervención de un informático en un programa de Catalunya Ràdio, tras la cual concluyó que el 'Efecto 2000' sería "real, pero pasado por el amplificador y distorsionador del sensacionalismo". ¿Y el efecto de verdad?: "La descomunal resaca que media humanidad sufrirá la mañana siguiente de los fastos del fin del milenio". Hubo otro: Carles Puigdemont cambió de vida y, del 1 de enero del 2000 en adelante, ya nunca volvió a escribir sus columnas en El Avispero de El Punt.
Serie: Las columnas del expresident.
(I): España, según Puigdemont: "Una piel de toro sedienta de sangre y de odios atávicos"
(II): Las confesiones de Puigdemont: un 'hater' de Lola Flores aterrado por el 'Efecto 2000'
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