El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, es un heredero directo de la Convergència dominante en Cataluña durante décadas. Pero cuando escribía sus columnas dominicales en El Punt, entre 1994 y 1999, prefería retratarse como un verso libre, independentista de pata negra, analista sin reparos a la hora de repartir palos. ERC era su víctima preferida, pero también cargaba contra el pactismo de Jordi Pujol, contra el simbolismo y contra la indecisión del nacionalismo. Muchas de sus columnas podrían publicarse este domingo, 21 de octubre de 2018, sin que el desfase se notara demasiado.
"No ha habido que esperar mucho tiempo para comprobar lo que siempre acabamos sabiendo: lo que se dice en campaña electoral y lo que se hace automáticamente después a veces se parece como un huevo a una castaña". No se refiere a la restitución del Govern prometida tras el 21-D. Ni a su propia investidura, promocionada por Junts per Catalunya con el lema: "Para que vuelva el president, hay que votar al president. Ni siquiera a la implementación de la República. Lo escribe también en diciembre, pero de 1995, se titula 'Bien retratados' y es básicamente lo mismo que escribiría ahora: una andanada contra Esquerra Republicana de Catalunya.
Sólo podemos sentir una profunda tristeza ante las pocas esperanzas que quedaban de hacer un proyecto independentista sólido y serio', decía de ERC en octubre del 96
Cambiando PP por PSC, no haría falta tocar ni una coma más para reproducir el argumentario que hoy despliegan los influencers más cercanos a Puigdemont. "Uno de los compromisos políticamente importantes que ERC contrajo era el de hacer el vacío al PP, el de no pactar nada. Era de lógica", escribía tras las autonómicas para protestar por el acuerdo que había permitido a ERC controlar la Mesa del Parlament. Creía que era una venganza contra el presidente por el trato recibido en la anterior legislatura.
Encuentren las siete diferencias: "Sus cálculos habrán hecho -puede ser un senador, o una poltrona en algún otro lugar- para creer que eso será más rentable y que la salud nacional de Cataluña saldrá más reforzada si el único partido parlamentario que tiene la valentía de hablarnos de independencia se junta con el único partido españolista del panorama parlamentario, para decirnos quién debe mandar en el Parlament".
O esta otra, del 13 de octubre del 1996. La escribe a raíz de la marcha de Àngel Colom y Pilar Rahola de ERC para fundar su propio proyecto político independentista, que acabó siendo un rotundo fracaso. Es de aquí de donde nace la animadversión que más tarde le llevaría a dedicar a la periodista una columna sobre su "irresistible atracción por las alcachofas".
El palo a ERC lo firmarían hoy miles de independentistas sin tocar ni lo más mínimo: "Sólo podemos sentir una profunda tristeza ante las pocas esperanzas que quedaban de hacer un proyecto independentista sólido y serio. Seguramente a ERC le irá bien, porque podrá llegar a hacer creíble que es una alternativa de Gobierno. Pero en este momento cabe inscribir otro octubre negro en la historia del partido".
'La siesta nacional'
Sólo una semana después, Carles Puigdemont firmaba otra columna que ha envejecido muy bien. Se titulaba 'Aburrimiento' y se refería a la burocracia e inactividad del Parlament, el mismo que 22 años más tarde ha permanecido cerrado durante meses y secuestrado por jerga burocrática y los trabalenguas simbólicos entre JxC y ERC, siempre con él en el centro y para desesperación de las bases independentistas, que reclaman acción.
"Nunca me he creído eso de que el aburrimiento era síntoma de normalidad; más bien me parece que cuando alguien se aburría era síntoma de una avería importante en la capacidad creativa, de expresión, que es la sustancia imprescindible para lubricar la libertad", dejaba por escrito. "Si el Parlament aburre, a mi no me tranquiliza nada", decía, y analizaba a modo de aviso, hoy más palpable que nunca: "Si nuestro poder bosteza y nuestros periodistas se aburren, todo el país quedará sumido en una gigante siesta nacional de la cual será difícil despertarse sin sentir la mala leche que se tiene cuando se duerme mucho".
En momentos decisivos siempre aparecen voces clamando por pactos de Estado mientras aquí, en Cataluña, perdemos el tiempo midiendo el grado de pureza nacionalista'
En el fondo, sin embargo, a Puigdemont le apenaban las discrepancias internas, y abogaba por la unidad que ha perseguido siempre que ha tratado de impulsar listas conjuntas dentro del independentismo, con la Crida Nacional como última intentona, fallida de antemano. Lo hacía el 11 de enero de 1998, en una columna titulada 'Pactos', en la que se refería con cierta envidia a Madrid: "En momentos críticos o decisivos siempre aparecen voces clamando por pactos de Estado y cosas por el estilo mientras aquí, en Cataluña, perdemos el tiempo midiendo el grado respectivo de pureza nacionalista".
Tampoco cambiaría mucho la opinión de Puigdemont sobre la idoneidad, o no, de pactar con el Gobierno central para aprobar los Presupuestos que ahora hacen dudar tanto a ERC como al PDeCat. Si tuviera un espacio en la prensa, diría lo mismo que dejó escrito el 20 de abril de 1996, poco antes de la rúbrica definitiva del Pacto del Majèstic entre el PP y CiU: "La pregunta es, entonces, por qué nos hacen bailar de alegría cuando nos presentan como grandes concesiones cosas que nos tendría que dar vergüenza reivindicar. Me parece un escándalo que todo esto, nuestro por derecho natural, lo debamos aceptar como el desatascador de las relaciones Cataluña-España".
Hasta para él mismo tendría. ¿Qué pensaría aquel joven Puigdemont sobre la DUI, sobre los acuerdos que obedecen sin obedecer al juez Llarena o sobre las resoluciones del Parlament instando a abolir la Monarquía y reprobar a Felipe VI? Esto que escribió el 9 de septiembre de 1995 en su columna, titulada 'La encuesta', donde se preguntaba qué pasaría si al poder llegara un PP hostil contra Cataluña: "Nada, como siempre. Gritar un poco, aprobar alguna moción sin valor político y, al cabo de un tiempo, intentar pactar para salvar los muebles".
Serie: Las columnas del expresident.
(I): España, según Puigdemont: “Una piel de toro sedienta de sangre y de odios atávicos”
(II): Las confesiones de Puigdemont: un ‘hater’ de Lola Flores aterrado por el ‘Efecto 2000’
(III): El profeta Puigdemont: todo lo que dijo hace 20 años pero podría escribir hoy mismo
(IV): 24 de junio del 95, el día que Puigdemont dijo basta...por culpa de Antonio Burgos
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