Son en total 305 columnas. La primera escrita el 8 de enero de 1994, quejándose de que España realizara campañas publicitarias en el exterior en las que omitía el nombre de Cataluña. La última el 19 de diciembre de 1999, censurando el boicot de un acto en el que debían participar Alejo Vidal-Quadras y otros cargos del PP catalán, aunque matizando que tan "radicales" eran ellos como los boicoteadores. En total, seis años de producción periodística semanal en las páginas del diario El Punt en las que el que luego fue presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, dejó importantes perlas, como estos días ha recogido El Independiente.
Rahola, Playboy y las alcachofas
Carles Puigdemont se enemistó con la hoy periodista Pilar Rahola en 1996, cuando abandonó ERC de la mano de Àngel Colom para fundar un nuevo proyecto político independentista que acabó fracasando estrepitosamente. Al entonces columnista de El Punt aquel movimiento le sentó mal y dejó guardada una bala contra Pilar Rahola, que disparó dos años después.
En una columna titulada "Alcachofas", Puigdemont aprovechaba que Rahola había aparecido en un número de la revista Playboy para subrayar que no lo había hecho como "chica del mes". Comentaba las declaraciones que había hecho en aquel reportaje, entre otras que el Congreso está lleno de "machos extremeños cuya función consiste en ligar". Puigdemont se pregunta irónicamente si "con ella", y asegura que por lo que sabe eso es "prácticamente imposible", ya que su "irresistible atracción por las alcachofas", en referencia a los micrófonos de radio y televisión, le impide pasar en el Congreso el tiempo suficiente como para "posibilitar cualquier contacto extraparlamentario".
España y la "rabia violenta de los súbditos de la piel de toro"
España es uno de los temas preferidos para Carles Puigdemont, que no duda en despacharse con dureza contra sus "compañeros forzados" de viaje. En una de sus columnas más duras, titulada 'Buitres', se refiere a "la rabia violenta de los súbditos" españoles, antes de referirse al país como "una piel de toro sedienta de sangre y de odios atávicos".
El expresidente de la Generalitat también se revuelve contra las protestas contra el traslado a Cataluña de los papeles de Salamanca, y dice que si a España se le desposeyera de todo lo que ha "sustraído" de Cataluña, perdería su esencia, que no es otra que "la suma de botines de guerra, derechos de conquista y aniquilaciones diversas".
Lola Flores, "residuo viviente" del franquismo
En su faceta de columnista, Puigdemont escribe en El Punt con libertad sobre la actualidad informativa. No sólo política. Por ejemplo, días después de la muerte de Lola Flores, se refiere a la artista como un "residuo viviente del franquismo sociológico" y asegura que su supervivencia en el imaginario colectivo no es fruto de su música ni de su carisma, sino de la ausencia de una política de desfranquización.
Puigdemont escribe también sobre otros muchos temas que le preocupan. Dos de los más destacados, los conflictos de los Balcanes y la revolución tecnológica, en su momento de mayor apogeo e incerteza a mediados y finales de los años 90.
El simbolismo
Como analista político e independentista militante, Carles Puigdemont criticaba en los años 90 la falta de decisión de los políticos nacionalistas de la época, a los que afeaba su gusto por lo simbólico y su incapacidad para enfrentarse verdaderamente al Estado. De hecho, en una de sus columnas es lapidario respecto a lo que haría una Generalitat nacionalista si se encontrara delante con un Gobierno hostil con el independentismo: "Nada, como siempre. Gritar un poco, aprobar alguna moción sin valor político y, al cabo de un tiempo, intentar pactar para salvar los muebles".
Puigdemont vs. Antonio Burgos
Como buen columnista, Carles Puigdemont también gustaba de polemizar con otros articulistas. Lo hace especialmente con Antonio Burgos. Una columna del sevillano en Época, de hecho, hace estallar al joven periodista catalán. Burgos se cuestiona si la "GI" de las matrículas automovilísticas son de "Girona" o de "Gilipollez", y Puigdemont responde con una columna titulada "¿Qué tenemos que hacer?"
"Estoy harto, de recibir y de tener la sensación de que los únicos sobre los que recae la responsabilidad de la convivencia somos nosotros", escribe Puigdemont, que dice que ante gente como Burgos cabe "dialogar" mucho para dejar clara la incompatibilidad de dos sociedades en las que hay "agresores y agredidos".
Cuando TV3 era "bazofia"
El expresidente de la Generalitat, férreo defensor de TV3 frente a los ataques de PP, PSC y Ciudadanos, no siempre fue un fan de la pública catalana. De hecho, reconocía que era televisión "recalentada" y que los espectadores deberían tener cuidado, porque con tanta "bazofia" podrían llegar a sufrir "salmonelosis televisiva".
Puigdemont también protestaba porque el control públicos sobre TV3 se limitase a controlar que el tiempo para cada partido fuera el mismo. Decía que la televisión catalana dependía en realidad de los tacómetros y que generaba debates "caóticos y aburridos".
Las "tías buenas" y el Gobierno de Aznar
Una de las columnas más polémicas de entre las que escribió Carles Puigdemont durante sus seis años como columnista en El Punt fue la que dedicó al primer Gobierno de José María Aznar. Sobre las cuatro ministras que integraban ese Ejecutivo, decía: "Demuestran de forma evidente que no siempre los partidos de derechas tienen a las tías que están más buenas".
No parecían de su gusto ni Esperanza Aguirre, ni Isabel Tocino, ni Loyola de Palacio ni Margarita Mariscal de Gante. En la columna trataba de rebatir otros tópicos como que la buena mesa es cosa de las clases altas o que exista contradicción entre defender causas pobres y conducir coches de alta gama.
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