En la bolsa apenas había dos docenas de huevos. Por más que los numerosos agentes de la Ertzaintza han cacheado a los cinco adolescentes despistados, no han encontrado mucho. Por la cresta rojiza de uno, las gafas de pasta de otro y la obediencia general del grupo costaba identificar el episodio con la ‘kale borroka’ al uso. Sólo sus camisetas con referencia a ‘presos y huidos’ revelaban la motivación. En realidad, a las puertas del Palacio Euskalduna no había ni rastro de bienvenidas hostiles. Ni una pancarta, ni una voz, ni un insulto. Nada. Quizá los esfuerzos se guarden para mañana en Alsasua.
Dentro todo estaba preparado. Bilbao sólo se parece a Vista Alegre en el nombre de su plaza de toros. Pero hoy Vox se vestía de luces, de largo, en lo simbólico y en el corazón del País Vasco, “en el que aún nos mandan bajar la voz en los bares”, ha recordado su líder. La segunda parada en la ruta hacia el acto de mañana en el municipio navarro, se ha celebrado tras el mitin llevado a cabo ayer en Pamplona. En ambos casos se ha tenido que ampliar el aforo a última hora. 300 en la capital foral, 350 esta mañana en Bilbao.
El acto se ha celebrado en la misma sala en la que hace años Pablo Echenique pisó Bilbao por primera vez. Podemos no es Vox. Aquella estética en nada se asemeja a la vista esta mañana en la capital vizcaína. Hoy las banderas españolas, los vivas a la guardia civil y España y los abucheos a los dirigentes nacionalistas indicaban que no se trataba de un acto de “los Stalinistas”. El control y la seguridad en el acceso, -pinganillo, pelo arreglado y máxima educación como carta de presentación- precedían al registro de los asistentes.
"No os resignáis a que aún nos manden bajar la voz en los bares..."
A las puertas del salón abarrotado, una mesa intentaba vender todo lo necesario para acudir mañana a Alsasua: “Vente con Vox a Alsasua con Vox, ida y vuelta por 15 euros”. Un acto comercializado como “homenaje a la Guardia Civil”. Por 6 euros más, comida incluida. La lotería de Vox, las pulseras con la bandera española y los pines de la formación, completaban la oferta.
"¡Bienvenidos a la resistencia!"
Mientras el equipo de fornidos organizadores ultimaban la sala y acomodaban a los últimos asistentes, las banderas españolas las de Vox comenzaban a desplegarse. Santiago Abascal y su escudero, Javier Ortega, daban sus últimos apretones de manos antes de hacer acto de entrada. “¡Cambia la música, sube el volumen!”, indica uno de los organizadores. Es hora de entrar, de aplaudir y de arropar a los dirigentes entre vivas a España y a la Guardia Civil.
El acto se inicia con el presentador marcando el tono del mitin. Lo hace dando las gracias a los presentes por acudir pese a “la apisonadora nacionalista” y por ayudarles en los últimos cuatro años a trabajar “desde las catacumbas, desde las que hemos salido y no vamos a volver a entrar”. El secretario general de Vox no se sale de la senda, “¡Bienvenidos a la resistencia, también aquí en Vizcaya!”, proclama entre vítores Javier Ortega Smith. Llama a todos a trabajar para frenar “el golpe de Estado en marcha que quiere trocear y repartir sus trozos”.
El tono se va endureciendo, encrespando, cuando se refiere al proceso en Cataluña, “vamos a recuperar España”, se compromete. Llama a no desfallecer en esa batallas, “la España viva está despertando”, afirma, “nos hemos cansado de que existan lugares donde esté prohibido decir España”. Aplausos y más vivas. Ortega denuncia que “el golpe de Estado” ya no se da desde las instituciones Catalanas únicamente sino que se hace con la connivencia del Gobierno de Pedro Sánchez, “el Gobierno de la nación”. La euforia se desata cuando anuncia que gracias a la acusación popular, “la acusación del pueblo español” que ejercerá Vox en el procés los acusados cumplirán “todos los años de cárcel que se merecen, Viva España”. Y lo harán no sólo por incumplir la ley sino por saltarse “las responsabilidades nacionales y patrióticas”, puntualiza. Su intervención termina con el enésimo “¡Viva España y viva la Guardia Civil!”.
El 'golpe de Estado' ha pasado del palacio de la Generalidad al de La Moncloa"
Es el momento del presidente, del líder. Santiago Abascal comienza dando las gracias por la “valentía” de acudir a un acto así en el País Vasco. “Aquí donde no os resignáis a que vuestra libertad sea rebajada, a seguir bajando la voz en los bares, a que os digan que no hables tan alto…”: “Por eso hemos venido”. Ironiza sobre el mensaje de “normalidad” que desde las instituciones vascas se quiere trasladar. Recuerda que en Euskadi aún “por miedo se sigue sin poder sacar una bandera de España”: “Aquí las pistolas y la bombas han callado a muchas generaciones”.
El 'Stanilinista' y la "mierda" de Valls
Como Ortega, Abascal también recurre al discurso bronco y directo. Lo hace en especial contra quienes cuestionan a Vox y “nos han colocado el ‘sambenito’ de fascistas, cuando somos antifascistas”. Asegura que esa actitud contra su partido es reflejo de que “están nerviosos, y tiene motivos para ello”. “No porque seamos peligrosos, sino porque a partir d ahora van a tener que escucharlo todo”.
El primer derechazo es para Pedro Sánchez. “¿Va a seguir aceptando los votos de quienes justifican la agresión de Alsasua?”, le pregunta. El segundo va dirigido a Pablo Iglesias, “el Stalinista”: “Él, que canta la internacional, la canción sangrienta de miles de muertos” y que los asistentes jalean con un sonoro “¡asesinos, asesinos!”. El tercer mensaje directo es para Ciudadanos y Manuel Valls y su llamada a poner un cordón sanitario en torno a Vox: “Nosotros le dijimos que se fuera a Francia o Martinica y algunos se ofendieron, pues le podríamos haber dicho que se fuera a la mierda”. Carcajadas, aplausos y vivas.
En su repaso no faltan sus ex compañeros del PP vasco. Tampoco salen bien parados. A su presidente, Alfonso Alonso, le reprocha que acuse a Vox de estar al margen de la realidad vasca, “utiliza ya el lenguaje nacionalista para decirnos que no somos vascos, ¡yo soy de Amurrio!”.
Abascal ha mandado callar a un grupo de simpatizantes que coreaban la letra del himno de España franquista
Abascal no ha ahorrado críticas a los líderes del independentismo catalán. Lo ha hecho para situar al Gobierno de Sánchez como el nuevo aliado que le ha salido al ‘procés’, “el golpe de Estado ha pasado del palacio de la Generalidad al Palacio de la Moncloa”. El tono se ha elevado cuando el líder de Vox ha preguntado al presidente del Gobierno si cree que los españoles “somos imbéciles”: “Se piensa que vamos a aceptar en silencio que indulte a los políticos corruptos que nos quieren robar una parte de nuestra nación”. Ha advertido a Sánchez que si accede a conceder indultos, “saldremos a la calle, no lo vamos a permitir”.
Himno con letra de Pemán
Otro de los momentos más aplaudidos ha sido el alegato contra las políticas sociales “de puertas abiertas” que se llevan a cabo en España y en el País Vasco y que según Abascal provocan un “efecto llamada”. Ha vuelto a defender una regulación de la inmigración “por razones de necesidad económica y de capacidad de adaptación de los inmigrantes”. Entre los que sí lo hacen, los de origen latinoamericano y entre los que no, los procedentes de los países del Magreb, ha recordado. Aplausos y más aplausos.
Una hora después, el acto ‘en tierra hostil’ estaba a punto de terminar. Sólo restaba el himno nacional. En el estrado, un joven con la bandera y semblante serio posa firme, el resto de la sala le secunda y comienzan a sonar las notas, hasta que una parte de los presentes corea la letra del himno de José María Pemán, de 1928, en tiempos de Primo de Rivera, y que adaptó el franquismo; “Gloria a la patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol…”. Sólo la sorpresa y ciento malestar del propio Abascal, que manda callar, pone fin al atrevimiento. Terminado el acto, cientos de los presentes no dudan en hacer cola, a modo de besamanos, para saludar y fotografiarse con sus dos líderes, Abascal y Ortega en su primer mitin en el País Vasco. Mañana más, y seguro que más tenso, pero en Alsasua, junto a Ciudadanos, el PP y al calor de movilizaciones abertzales en contra.
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