Apretaron los dientes y dejaron pasar el día. Había amanecido frío y continuó así hasta el anochecer. Fue largo, doloroso y repleto de recuerdos amargos. Un domingo oscuro pese al sol que hizo recuperar escenas que empezaban a quedarse atrás. En sus oídos los insultos de la calle retumbaban desde primera hora con demasiado eco. Los grupos de jóvenes encapuchados, vestidos de negro y envalentonados pasando por delante de casa recordaban demasiado a los que aquella noche de octubre les cambiaron la vida. Cada una la vivió como pudo, o como su nueva vida le ha obligado a hacerlo.
Algunas de las víctimas lo vieron por la televisión, lo escucharon por la radio. Otras, lo evitaron ocultos en su casa. Hubo quien no pudo vivir al margen de lo que este domingo sucedió en Alsasua y no tuvo más remedio que cumplir con su trabajo y formar parte del operativo que debía impedir que quienes apoyaban a gritos a los que hace dos años le agredieron se enfrentaran a los asistentes al acto de ‘España Ciudadana’. Pese al lanzamiento de objetos, el catálogo de insultos y el acoso constante a los medios de comunicación, el clima de tensión que a punto estuvo de descontrolarse, no lo hizo gracias al operativo de la Policía Foral, la Guardia Civil y el cordón vecinal que intentó calmar los ánimos incendiarios de muchos de los presentes al grito de "no les deis lo que vienen buscando".
El ‘Koxka’, en el que sus vidas y la historia reciente de Alsasua cambió, amaneció cerrado, como la mayoría de locales del pueblo. Se preveía lío y era mejor no tentar a la suerte. El local más conocido de la localidad de la Sakana lo hizo custodiado por agentes de la Guardia Civil. Apenas unas horas después, a la hora del aperitivo, cuando se recuperó cierta calma y las banderas de España, Cs, Vox y el PP habían abandonado Alsasua, el ‘Koxka’ volvía abrir sus puertas al son de dulzainas y bailes entre trago y trago.
Vivirlo en el 'exilio'
La de este domingo fue otra jornada gris para María José, Óscar, Álvaro y Pilar. Y para sus familias. Ninguna de ellas había decidido acudir. La más joven, María José, pareja de Óscar, el teniente agredido, lo vivió en la distancia, en su ‘exilio’ forzoso de Alsasua, el municipio al que llegó con tres años. Le tocaba trabajar y fue lo mejor que le pudo ocurrir para olvidarse de lo que se escuchaba y se veía muy lejos de allí.
Intentando rehacer su vida y recuperar su maltrecha salud, la joven, como sus padres, no mereció ni una sola mención en el acto de España Ciudadana. Nadie se preocupó por ellos. En el piso en el que creció y en el que aún hoy residen sus padres, la persiana seguía bajada, como hace días. Las pancartas frente a la vivienda no han cesado; está vez toca una referida a los presos de ETA. A escasos 500 metros de allí, Josu Zabarte, el ‘Carnicero de Mondragón’ se paseaba entre abrazos en la comitiva de bienvenida a los asistentes al acto de ‘España Ciudadana’.
Los padres de María José hace días que no han salido a la calle, no se atreven. Desde que se convocó el acto el clima en el municipio se ha vuelto a enrarecer. Es un revés más en su intento de dejarlo todo atrás. Sin trabajo ni posibilidades de salir de allí, viven resignados a que su suerte cambie con la venta del piso que nadie visita. Se saben marcados por ser la casa de una de las víctimas de Alsasua.
Mientras su hija intentaba olvidarse de su pueblo trabajando y sus padres en su vivienda; en la vecina Aragón, el teniente agredido, Oscar también continúa con su vuelta a la normalidad. Tampoco su madre, Inmaculada Fuentes pasó un buen día. No le gustó el acto, y menos aún el clima de tensión vivido. Había decidido no acudir, pero verlo por televisión no le impidió revivir “aquella noche”, dice: “Fue una mañana especialmente dura. Me trasladó al 15 de octubre cuando esa jauría estaba dando una paliza de muerte a cuatro personas sin poder defenderse, solos, sin ayuda de nadie”. Reconoce que no ha podido dormir esta noche. Asegura que tampoco su hijo lo pasó bien, “estuvo toda la mañana inquieto, preocupado por sus compañeros de Alsasua, en especial por Álvaro”.
Miembro del operativo
Álvaro es el otro agente agredido, junto a su esposa, Pilar. Ambos continúan destinados en Alsasua. Al sargento le tocó trabajar. Como el resto de compañeros del cuartel de Alsasua no lo hizo en los lugares más sensibles del importante dispositivo que se dispuso. Los agentes destinados en el cuartel de Alsasua no fueron ubicados en tareas de antidisturbios sino en funciones de carácter logístico. Álvaro y su mujer continúan aún sufriendo el vacío de una parte del municipio al que sirven y siguen a la espera de un nuevo destino donde poder normalizar su vida.
Dos años después, a ninguna de las cuatro víctimas ausentes en el ‘polvorín’ de la Plaza Iordia, se les ha reconocido por ahora la condición de víctimas. Sus expedientes continúan paralizados a la espera de que se resuelvan los recursos presentados por los jóvenes condenados por su agresión.
Entretanto, la Guardia Civil evita pronunciarse sobre lo sucedido este domingo en Alsasua. Las fuentes oficiales del Cuerpo se limitan a señalar que cumplieron con su obligación, proteger a la ciudadanía, poco más. Sin embargo, otras fuentes de la Benemérita, bajo anonimato, no dudan en cuestionar el acto. Aseguran que en realidad sólo contribuyó a “removerlo” todo de nuevo. También ponen en duda de que si lo que se pretendía era realizar un acto de reconocimiento a la Guardia Civil “llega algo tarde” y a “destiempo”.
Estas fuentes no ocultan que una muestra de apoyo siempre es bienvenida pero que ésta queda algo contaminada al percibir muchos agentes cierta instrumentalización: “El sentimiento de utilización de la Guardia Civil lo sentimos desde hace tiempo. Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad arrastran mucho en toda España”. Por ello reclaman algo más que muestras de apoyo y actos públicos, medidas y mejoras a sus condiciones laborales, “haberte convertido en un comodín no es plato de buen gusto”. Recuerdan además que el clima de tensión que en ocasiones se dibuja en Alsasua y que se asigna a todo el municipio es injusto, “son una minoría, no es todo el pueblo así”.
El ruido y el eco de lo vivido este domingo en Alsasua es probable que se diluya en pocos días. Después, regresará la normalidad natural para unos, e imposible para otros. El pueblo que se hizo desgraciadamente conocido hace dos años continuará con víctimas ocultas por temor en sus casas, agentes de la Guardia Civil insultados y ocultos en su cuartel y agresores defendidos en murales pintados en la plaza del pueblo. Y así, hasta la próxima.
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