Un antiguo minero de vocación tardía al que el general Trujillo echó de la República Dominicana por su defensa de los pobres, un procurador en Cortes que tuvo cátedra en la Universidad Complutense de Madrid, un reconocido experto en liturgia de la Iglesia, un estudioso de la Historia militar, el autor de una biografía sobre el 'Gran Capitán'... Todos tienen dos elementos en común: vistieron el hábito benedictino y decidieron que sus restos descansaran eternamente en el Valle de los Caídos, a cuya abadía habían pertenecido.
La aplicación estricta del decreto-ley aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 24 de agosto para llevar a cabo la exhumación del cadáver embalsamado de Franco conllevaría también el traslado de los restos de los 24 monjes que están enterrados no en la basílica como el dictador sino en el cementerio del monasterio. La redacción del texto es clara: "Sólo podrán yacer en el Valle de los Caídos los restos mortales de personas que fallecieron a causa de la Guerra Civil y, en consecuencia, habilitar la exhumación de los restos mortales de personas distintas a las caídas durante la Guerra". Ninguno de estos religiosos cumple tal condición, como tampoco las otras 172 personas que descansan en el interior del templo y que murieron después de que hubiera terminado la contienda.
La orden religiosa a la que Franco encargó la custodia de la iglesia en mayo de 1958 tiene ahora dos meses para recurrir ante la Sala Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, después de que el Ejecutivo acordara el pasado 2 de noviembre inadmitir el recurso de reposición contra el procedimiento de exhumación y traslado de los restos del dictador. De pleitear, la abadía podría solicitar la suspensión como medida cautelar hasta que el alto tribunal entre en el fondo, lo que -en caso de aceptarse- demoraría aún más la ejecución de la medida estrella de Pedro Sánchez.
En la comunidad benedictina, una de las ramas de la congregación radicada en Solesmes (Francia) y que no depende de la jerarquía eclesiástica española, temen que -con un gobierno socialista apoyado por Podemos- el traslado de los restos de los monjes sea el primer paso antes de que acordar la desacralización de la basílica y pedir que la orden se marche de Cuelgamuros. Ello aviva la tesis de que, lejos de aquietarse, la abadía abrirá un frente judicial.
Entre los 24 religiosos enterrados en el cementerio del Valle de los Caídos se encuentran cuatro (Justo Pérez de Urbel, Luis María de Lojendio e Irure, Emilio Aparicio Olmos y Ernesto Dolado Pablo) de los cinco abades que ha tenido el monasterio desde que abrió sus puertas hace 60 años. El quinto, el hoy emérito fray Anselmo Álvarez Navarrete, renunció en 2014 siendo ya octogenario y continúa vivo. Cedió el testigo a Santiago Cantera, prior administrador y superior desde entonces.
El abad que recibió el féretro de Franco, entre los 24 monjes enterrados en el cementerio del monasterio del Valle de los Caídos
Fuentes de la orden benedictina consultadas por este diario recuerdan que los tres primeros religiosos se enterraron en el claustro de la abadía -como era costumbre en la vida monacal- entre 1963 y 1971. Debido a razones higiénicas y a la escasa profundidad de la tierra en dicho lugar, los restos se trasladaron años después al camposanto habilitado en uno de los laterales del monasterio, donde fueron enterrados otros 21 monjes hasta 2022.
El onubense Manuel Garrido Bonaño fue el último en recibir sepultura en dicho cementerio. Fue el 16 de septiembre de 2013, tras la misa funeral celebrada a las 12 horas en la basílica y en la que cantaron la escolanía, antiguos escolanos y los monjes. Tras el oficio religioso, el féretro se llevó en procesión hasta el lugar en el que descansan hoy sus restos, bajo la escultura del Cristo Resucitado realizada por Juan de Ávalos en 2001.
Nacido en Valverde del Camino, Garrido Bonaño ingresó en el Seminario de Sevilla y con 21 años se incorporó a la Abadía de Santo Domingo de Silos (Burgos), también regida por la comunidad benedictina. En 1954 se trasladó a San Salvador de Leyre (Navarra) para la fundación de la abadía y en 1958, tras cursar estudios en el Pontificio Ateneo de San Anselmo de Roma, hizo lo mismo en el monasterio del Valle de los Caídos. Murió en una de sus celdas días antes de cumplir 88 años.
Elaboró algunos destacados manuales de liturgia -de antes y después del Concilio Vaticano II- que han servido de referencia en los seminarios diocesanos y las facultades de Teología y editó obras tanto de padres de la Iglesia (San León Magno, San Ambrosio...) como de benedictinos antiguos, caso de Santa Gertrudis de Gelfta y Ludovico Blosio.
Pérez de Urbel, primer abad
Cuando fray Manuel Garrido recibió sepultura hacía años que había sido ya enterrado el burgalés Justo Pérez de Urbel, el primer abad del Valle de los Caídos (1958-1966). Ordenado sacerdote en 1918, estuvo muy vinculado al monasterio de Silos, en cuyo oblatorio había ingresado cuando tenía 12 años para estudiar Humanidades. Desarrolló una prolija actividad literaria e investigadora, reflejada en destacadas obras como Historia del condado de Castilla y Los monjes españoles en la Edad Media.
La orden benedictina se plantea recurrir ante el Tribunal Supremo para evitar el eventual traslado de los restos de los religiosos
En su ficha biográfica de la Real Academia de la Historia, el ex prior del monasterio de Silos Miguel Carlos Vivancos Gómez detalla que la Guerra Civil "supuso un giro radical en la vida de fray Justo", quien fue distinguido con el rango de alférez provisional tras haber colaborado "activamente" con el bando nacional. Procurador en Cortes y catedrático de Historia de la Universidad Complutense, Pérez de Urbel falleció en Madrid en junio de 1979 y trasladado a Cuelgamuros para ser enterrado.
Fue el año en que su sucesor como abad mitrado en el Valle de los Caídos presentó su renuncia. El guipuzcoano Luis María de Lojendio e Irure tomó el hábito benedictino cumplidos los 53 años tras ejercer como abogado y desarrollar su carrera diplomática, antes de ser designado como prior en Leyre -donde murió de un paro cardiaco- y de recalar en el Valle de los Caídos. Fue en el monasterio madrileño donde recibió sepultura en 1987.
En su condición de abad, Lojendio e Irure fue la persona a la que el entonces jefe de la Casa Civil de Franco, Fernando Fuertes de Villavicencio, entregó el féretro con los restos del dictador a las 13.30 horas del 23 de noviembre de 1975 en la puerta de entrada de la basílica. El religioso se disponía a ejecutar así la orden firmada por el ya rey Juan Carlos I para que se enterrara a Franco en una sepultura habilitada entre el altar mayor y el coro.
De la mina a la abadía tras combatir en la guerra
De vocación tardía, Benito Martín Rabanal abrazó el sacerdocio después de haber trabajado como minero en el Norte de Palencia y haber combatido en la Guerra Civil. Tras salir del Seminario, pidió destino en el pueblo más pobre de Madrid, antes de irse a la República Dominicana y de que el general Rafael Trujillo lo echara por su defensa de los más necesitados. Volvió a la isla tras el asesinato del dictador y cinco años después regresó a España, instalándose en Fuenlabrada antes de ingresar con 72 años en la abadía del Valle de los Caídos. Murió el 30 de abril de 2007 con 95 años recién cumplidos.
Son sólo algunos de los monjes que, entre 1963 y 2013, fueron enterrados en el Valle de los Caídos. La lluvia y el paso del tiempo han borrado en muchos casos la pintura blanca de la inscripción existente en cada tumba -sobre las que el otoño va depositando la hojarasca- con el nombre del benedictino. Ellos eligieron el paraje de Cuelgamuros como último morada. La duda que se plantea ahora es si el proyecto de exhumación puesto en marcha por el Gobierno de Pedro Sánchez para trasladar la momia de Franco también conllevará el traslado de los restos de estos 19 religiosos.
Los 24 monjes enterrados en el cementerio de la abadía
- Rosendo Casado Tajadura (fallecido el 27 de enero de 1963).
- Román Martín Santamaría (19 de febrero de 1967).
- Julián Ruiz Núñez (24 de enero de 1971).
- Fausto Díaz Güemes (3 de julio de 1973).
- Abraham Tapia Basulto (25 de abril de 1979).
- Justo Pérez de Urbel (29 de junio de 1979).
- Luis María de Lojendio e Irure (28 de octubre de 1987).
- Emilio Aparicio Olmos (22 de abril de 1988).
- Julián Alameda (26 de octubre de 1990).
- Lucio Corta Oyarzábal (14 de julio de 1992).
- Manuel García Vecino (17 de agosto de 1994).
- Antonio Ortiz Niño (20 de mayo de 1995).
- Gregorio Díez Ramos (29 de mayo de 1996).
- Daniel Jiménez Barrigós (25 de enero de 1999).
- Ernesto Dolado Pablo (5 de mayo de 2004).
- Benito Martín Rabanal (30 de abril de 2007).
- José Luis Ortega Guerra (31 de enero de 2008).
- Juan Antonio Pascual (18 de mayo de 2011).
- Manuel Garrido Bonaño (15 de septiembre de 2013).
- Laurentino Sáenz de Buruaga (25 de diciembre de 2018).
- Ángel Ruiz de Arcaute (31 de marzo de 2020).
- Primitivo Maté Ruiz (5 de mayo de 2020).
- Julio Iglesias Grande (23 de julio de 2020).
- Saturnino García Tapia (28 de julio de 2022).
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