Podemos vuelve al epicentro de sus desgracias. Madrid ha vuelto a ser esta semana el escenario de una batalla interna en el partido de Pablo Iglesias, recordando uno de sus conflictos más sonados en el seno de la formación. En abril de 2016 la dimisión en bloque de varios miembros de la dirección madrileña supuso la destitución de Sergio Pascual, entonces secretario de Organización y mano derecha de Iñigo Errejón. El suceso fue un terremoto político que removió los pilares del partido. Errejón hizo huelga de silencio durante semanas y la fractura se abrió entre las dos mitades del partido que se batieron en Vistalegre II.
En esta ocasión el asunto ha trascendido los muros de la organización y se extiende hasta el Ayuntamiento de Madrid, donde -tal como adelantó El Independiente- seis concejales del Ayuntamiento de Madrid han renunciado a concurrir a primarias en una lista controlada por Iglesias arriesgándose, como efectivamente ocurrió, a su salida forzada del partido. Más allá de las cuestiones internas, esta crisis amenaza con abrir una brecha entre las fuerzas de cambio de cara a las elecciones municipales de 2019. Después del episodio, Echenique ha sido desplazado en su cargo pese a no haber intervenido en este conflicto, que ha sido controlado al máximo nivel por parte del propio Iglesias junto a Ramón Espinar y Julio Rodríguez, líderes del partido en la Comunidad y en la ciudad de Madrid, respectivamente.
Este movimiento, por el que Echenique pierde poder interno, llega después de un rosario de pugnas que han crecido por todo el país. La pérdida de territorios por parte del pablismo, sumado al aumento de conflictos, ha provocado malestar con el dirigente entre los afines a Iglesias. La caída del secretario de Organización estaba desde hace semanas rumiándose en las entrañas del partido. Los "cambios" se hicieron públicos el pasado lunes, unas horas después de la renuncia de los seis concejales. El retroceso de Echenique fue anunciado como un cambio organizativo y pasó desapercibido en mitad de la guerra abierta entre Manuela Carmena e Iglesias. Pero los problemas organizativos no son nuevos en Podemos.
Los reglamentos del partido se han convertido en el argumento estrella de Podemos para expulsar a sus dirigentes críticos
Ya en verano de 2017 Echenique aprobó unos polémicos estatutos que pusieron en pie de guerra a la mayoría de territorios tras la expulsión de la presidenta del órgano de garantías de Podemos, Olga Jiménez, que denunció las irregularidades del nuevo reglamento. Desde entonces, las batallas reglamentarias han sido una constante en la estructura del partido, y pocos territorios se libran de estas tensiones, derivadas en muchos casos del control férreo que la organización intenta ejercer sobre sus bastiones. Los reglamentos del partido se han convertido en el argumento estrella de Podemos para expulsar a sus dirigentes críticos.
Albano Dante Fachin, Laura Pérez, de Podemos Navarra, o Rita Mestre, por citar algunos de de los afectados, han sido expulsados del partido alegando alguna razón recogida en estatutos, aunque las ejecutivas autonómicas tienen la decisión última de suspender de militancia a cualquiera de sus dirigentes. El órgano de recurso a esta decisión, la comisión de garantías, también ha quedado completamente deslegitimado a nivel interno después de la parcialidad demostrada en favor de los órganos de dirección. La discrecionalidad del partido en la aplicación de las normas se hace evidente en la propia ejecutiva, que no duda en incumplir sus propias normas si así lo precisa: ocurrió en la consulta convocada por Iglesias hace unos meses o con el incumplimiento de la consulta obligatoria a sus bases para apoyar los Presupuestos de Pedro Sánchez.
Después de Madrid, Cataluña supone el segundo epicentro de conflictos. Justo hace un año Pablo Iglesias expulsó del partido al entonces secretario general del partido catalán, Albano Dante Fachin, para acabar con cualquier sospecha del acercamiento del partido a las tesis independentistas. Desde entonces, Cataluña ha estado siempre en le foco del conflicto. El diputado Xavi Domènech, mano derecha de Iglesias, se postuló como líder de Podem pese a las dudas de su candidatura, debido a su liderazgo en el partido de los comunes de Ada Colau. Las tensiones entre Cataluña y Madrid dejaron en medio a Domènech, que hace dos meses dimitió de su cargo. Las primarias para elegir al nuevo líder del bastión catalán fueron otro revés para Iglesias, con la victoria de la independiente Noelia Bail frente al candidato oficialista. Cataluña se convertía así en un territorio ingobernable para la sede madrileña de Podemos en Princesa.
La pérdida de Cataluña llega después de que el pablismo haya perdido importantes territorios, como Aragón, donde la candidata para suceder a Echenique, Erika Sainz, perdió frente a Nacho Escartín. En casos como Asturias, el liderazgo de Dani Ripa se ha mantenido siempre independiente, aunque la polémica sobre el chalet de Pablo Iglesias y de Irene Montero y la consulta dentro del partido sobre este asunto rebeló al secretario general territorial, que mostró su desacuerdo sobre la decisión de llevar al partido lo que consideraba una decisión personal. Desde entonces, la dirección nacional de Podemos también mira con recelo a la dirección asturiana.
Navarra no se queda atrás en cuanto a polémicas. Podemos en Navarra fue curiosamente el primer caso donde las turbulencias internas afectaron de forma indirecto a la estabilidad de un Gobierno, como ocurre ahora en el Ayuntamiento de Ahora Madrid. Las últimas primarias en la Comunidad foral dejaron el poder en manos del candidato oficialista, Eduardo Santos, diputado en Madrid, con una veintena de votos por encima de la hasta entonces secretaria general de la federación navarra, Laura Pérez. Después de aquello, tanto a Pérez como a sus afines les expulsaron del partido, de manera que el grupo parlamentario se fracturó en dos, poniendo en riesgo el difícil equilibrio del cuatripartito liderado por Uxue Barkos. Desde entonces, casi un año de ruptura total en un partido decisivo en la futura formación de Gobierno tras las autonómicas de 2019. Un auténtico fracaso organizativo que ha quedado irresuelto.
Otro de los focos del conflicto de Podemos fue el reglamento que Pablo Echenique puso en marcha a principios de año, por el que disolvía automáticamente toda la estructura municipal. El malestar de muchos territorios, por el desmantelamiento de un partido del que habían puesto sus primeras piedras, vino acompañada de centenares de localidades en las que la estructura de Podemos, quedando sin opción de presentarse a las elecciones municipales. De estas primarias posteriores para elegir las candidaturas tanto autonómicas como municipales también han salido conflictos que han acabado en los juzgados. Es el caso de Cantabria y La Rioja, donde se han paralizado los procesos de elección interna por orden judicial.
En estos dos territorios, el aparato oficialista ha vuelto a recurrir al reglamento para impedir que algunos candidatos se presentaran a estas primarias y fueron inhabilitados para participar en este proceso. Las decisiones de los respectivos comités electorales de Podemos en Cantabria y La Rioja llevaron a los afectados -Rosana Pastor y Germán Cantabrana, respectivamente- a tomar medidas legales para tratar de revertir su inhabilitación. En los dos casos, los implicados acusaron a la dirección estatal de permitir esta situación.
La sombra reglamentaria también se impuso en el caso de Andalucía. La intención de la líder andaluza de Podemos, Teresa Rodríguez, de lanzar una confluencia con IU llevó a Iglesias a plantear in extremis una consulta para imponer el nombre de Podemos en las candidaturas electorales. La escalada de tensión entre Echenique y Rodríguez se hizo más que evidente y la andaluza le llegó a acusar de crear un documento falso para destruirle. El secretario de Organización amenazó a Rodríguez con las consecuencias de incumplir el reglamento, y la dirigente territorial continuó su desafío frente a las normas "intervencionistas" de Echenique. Adelante Andalucía nació como candidatura oficial y Teresa Rodríguez ganó el pulso a un aparato donde el pablismo ya ha perdido demasiadas batallas.
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