Decía el poeta T.S. Eliot que el ser humano no soporta demasiada realidad. Según el filósofo Daniel Innerarity, en realidad soportamos peor la incertidumbre. Este catedrático de Filosofía Política e investigador en la Universidad del País Vasco acaba de publicar el libro Comprender la Democracia (Gedisa) como manual de urgencia para entender qué le está pasando al sistema. "Todo parece apuntar a que vivimos en una democracia de los incompetentes", sentencia en su libro.
Todo parece apuntar a que vivimos en una democracia de los incompetentes", sentencia Innerarity
"De lo que estamos teniendo más conciencia es de que la democracia no es una forma de gobierno fácil y no tiene su futuro garantizado", explica durante la entrevista con El Independiente. Ante el auge de políticas proteccionistas y la victoria de políticos de carácter autoritario como Jair Bolsonaro en Brasil, y el resurgir de la extrema derecha en los parlamentos europeos, no cree Innerarity que estemos repitiendo los errores del pasado. "Las comparaciones con los años 30 no creo que sean útiles para explicar lo que nos pasa", apunta. "Ahora vivimos en sociedades más desarrolladas y más interdependientes. La degradación de la democracia no va a venir por un golpe de estado, sino por degradaciones del sistema con líderes autoritarios que suponen regresión en el Estado de derecho, la libertad de expresión, la diversidad y el pluralismo. Interpretar esto como un prefascismo es ponérselo demasiado fácil a los extremistas". Y añade con cierta preocupación: "Deberíamos haber aprendido que la historia cambia a tal velocidad que tendría que haber innovación política para afrontar estas nuevas formas de degradación política. Las viejas recetas no sirven ahora".
La degradación democrática tiene también una explicación más mundana: la incapacidad de los políticos. En su anterior libro, Política para perplejos (Galaxia-Gutenberg), Innerarity advertía de que la democracia está perdiendo los grandes relatos y dejando que ganen espacio pequeñas teorías de la conspiración que prometen resolver asuntos complejos de una manera muy simple. "Las teorías de la conspiración alivian la incertidumbre con explicación fácil e intencional de la realidad. Todo se conecta, de forma oculta, para darnos la razón", explica el filósofo, que sin embargo cree que en política somos más a menudo víctimas de los errores que de los engaños y de la improvisación que de la previsión.
La chapuza es el estado natural del ser humano", según el catedrático de Filosofía Política autor de 'Comprender la Democracia'
"La chapuza es el estado natural del ser humano", dice. Y lo dice muy en serio. “En política hay más desidia, chapuza y cortoplacismo que conspiraciones. No solo entre los políticos, también en las cloacas del estado de las que ahora se habla tanto", afirma en referencia al caso Villarejo. "Las cloacas del estado son también muy chapuceras. Y la mayor parte de las maldades que sufrimos no son resultado del plan de un grupo reducido de personas malvadas y poderosas, sino de nuestra incapacidad de ponernos de acuerdo para solucionar cosas. Para eso, para encontrar soluciones, es para lo que tiene que servir la política".
Y, claro, que los gobiernos sean ineficaces genera un malestar que deriva en la insatisfacción ciudadana con la política. "Este es el caldo de cultivo que hace muy atractiva la emergencia de líderes que prometen soluciones sin formalismos democráticos". Vuelve al caso de la victoria de Bolsonaro en Brasil, que aunque no el único sí es el ejemplo más reciente, pero también menciona Singapur y China como lugares donde las soluciones autoritarias se han vendido a la población como regímenes capaces de cuidar mejor de su población que dejar la elección de los líderes a la ciudadanía.
La palabra populismo no le gusta al filósofo porque dice que "de tanto usarse ya no designa casi nada. De hecho", añade, "todos los partidos ejercen populismo en un grado u otro cuando se rigen por interés inmediato y simplifican realidades hasta el extremo para decir a la gente lo que quiere escuchar".
La misma hiperinflación que sufre el término populismo va camino de desgastar tanto la palabra facha como la expresión golpe de estado"
Y la misma hiperinflación que sufre el término populismo va camino de desgastar tanto la palabra facha como la expresión golpe de estado. "Ambos se están utilizando con una alegría que las convierten en inutilizables políticamente. La política está llena de descalificaciones de los otros que sustituyen explicaciones. El fascismo es una cosa muy compleja que no debería usarse como descalificativo así como así. Seguramente haya algún fascista entre nosotros. Pero llamar fascista a cualquier cosa ligeramente autoritaria o muy conservadora implica una irresponsabilidad. Cuando lo necesitemos el término será inservible".
¿Sufre una crisis de los 40 la Constitución española?
Para Innerarity, la principal debilidad de nuestra democracia es su rigidez. "Lo que está debilitando la constitución es su incapacidad de incorporar nuevas realidades, escenarios inéditos que no teníamos hace 40 años. En lugar de ser un mecanismo de integración, se ha convertido en un marco mental para un tipo de personas cada vez más reducido".
¿Necesita España una reforma de la Constitución del 78? "Cuando hacer una reforma de la Constitución se entiende que es abrir la caja de Pandora en vez de como un avance democrático tenemos un problema", sentencia este investigador del gobierno de las sociedades contemporáneas y Premio Nacional de Ensayo. "Evidentemente las constituciones exigen una estabilidad mayor que de la demás legislación, pero llevamos 40 años sin adaptación al marco europeo, a la nueva realidad de la mujer, a las nuevas demandas territoriales".
Y advierte: "Si en vez de como oportunidad se sigue viendo como un quiebro y como una ruptura del sistema, podría ser una profecía que se cumple a sí misma". Por eso reivindica Innerarity que la Constitución del 78, que el día 6 de diciembre cumple 40 años, "debería hacerse de forma pausada y equilibrada y, sobre todo, no puede ser fruto de una improvisación sino de buenos diagnósticos elaborados después de haber pensado bien cómo ha cambiado esta sociedad en los últimos 40 años. Y España ha cambiado muchísimo desde el punto de vista social, pero también institucional. No solo por los desafíos territoriales, también últimamente estamos viendo unas tensiones con el sistema judicial, tanto en el caso de las hipotecas como en la formación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Hacen falta reformas para ordenarlo".
Cuando hacer una reforma de la Constitución se entiende como abrir la caja de Pandora en vez de como un avance democrático tenemos un problema"
¿Y está la actual generación de políticos e instituciones que tenemos ahora para hacer reformas? "Tarde o temprano deberá hacerse y esperar no va a traernos necesariamente un momento mejor. Si aumenta la degradación, aumenta el riesgo. No faltan nuevos mecanismos, lo que falta es voluntad política. Lo malo es que todos los factores políticos están constantemente condicionados por las siguientes elecciones, esa es una de las grandes dificultades que tenemos. Es ilusorio pensar que los agentes políticos van a renunciar a su mejora electoral, pero van a tener que pensar en la salud democrática del país".
La sociedad irascible
Otro de los problemas que preocupa en su diagnóstico sobre la salud democrática al filósofo vasco es que "a la gente que en este país aboga por soluciones dialogadas se le da menos espacio y prestigio que a los extremos". Advierte en sus obras el riesgo de estar regando una sociedad irascible y exasperada, una especie de burbuja emocional alimentada por las redes sociales. Lo denomina la "polarización de la ira colectiva", que es la que da protagonismo a los ataques de cólera fugaz y arrincona de los focos el discurso moderado. Y con las prisas, a los discursos políticos le interesan más los culpables que la construcción de soluciones.
Por eso Innerarity reivindica el diálogo como solución. "Pero una cosa es el diálogo como eslogan, como fórmula mágica a la que apelar cuando a uno le piden soluciones, y otra es una práctica concreta de ese diálogo. Tanto en Euskadi como en Cataluña hay gente que es partidaria del diálogo y gente que prefiere la unilateralidad. Un gobernante de Madrid tiene que pensar qué aliado quiere. Si quiere mandar un mensaje de diálogo tiene que generar las condiciones para un diálogo real, no meramente declarativo. Si manda mensaje de unilateralidad fortalecerá al núcleo duro".
Pero también hay una parte de la sociedad, tanto en el País Vasco como en Cataluña, que pide mano dura contra los nacionalismos. "Un gobernante tiene la responsabilidad de tener en cuenta el pluralismo que hay en la sociedad. No digo que haya que dar la razón a nadie, sino buscar una síntesis a través del dialogo", apunta. "Si no, las posiciones radicales obtienen cada vez mejores resultados".
A la gente que en este país aboga por soluciones dialogadas se le da menos espacio y prestigio que a los extremos"
Una de las razones por la que posiciones extremistas, de derecha e izquierda, tienen según Innerarity, cada vez mayor atención de los ciudadanos es porque reciben más atención mediática. Y viceversa. "Con soluciones fáciles no se arreglan los problemas porque la realidad es difícil", añade. "Damos mucho espacio a la gente con soluciones fáciles aunque sus recetas no solucionarían nada y no prestamos la misma atención a la gente que ofrece moderación".
Para explicarlo toma el ejemplo de la inmigración: "Mira qué cosa tan simple y rotunda es un muro como el que propone Trump en México o un contraponer un nosotros a un ellos", explica este vasco de origen escocés. "Necesitamos de esa porosidad de fronteras que además nos enriquecen y conforman nuestra cultura".
¿Pero cómo puede un discurso moderado competir con los bulos de WhatsaApp que arrojan cifras falsas sobre inmigración para azuzar el miedo? "Hay que explicar que en EEUU la inmigración mexicana desde el segundo mandato de Obama no ha hecho más que decrecer. Aunque el presidente Trump diga lo contrario. Hay que explicar que tenemos una obligación de protección a la gente vulnerable. Y que la inmigración es beneficiosa económicamente. También hay que explicarle a los ciudadanos que los servicios sanitarios son más usados por los autóctonos que los inmigrantes o que la tasa de delincuencia entre los inmigrantes no es mayor que los autóctonos".
Ahí no acaban sus recetas: "Y luego hay que explicar a la ciudadanía que esta gente que viaja miles de kilómetros a otro país lo hace a menudo por huir de conflictos que los occidentales no hemos sido capaces de resolver o de los que somos corresponsables. El cambio climático genera mucha inmigración y no podemos decir que no tenemos nada que ver con él. Igual que tenemos que ver en las guerras derivadas del petróleo o las que tienen una consecuencia del pasado colonial europeo", apunta. "Pero ese aumento de la complejidad de la sociedad hay que explicarla". En su libro de la Colección Más Democracia ahonda precisamente en ese desajuste entre lo que una democracia necesita para funcionar de sus ciudadanos y la capacidad de estos para cumplir con esas exigencias. De ahí la importancia de una ciudadanía "bien informada y formada, activa y participativa".
¿A qué tenemos que temerle más: a la incompetencia de las élites o a la irracionalidad de los electores? "Son los dos grandes problemas de la democracia actual que se retroalimentan mutuamente", apunta Innerarity. "El riesgo es alimentar una democracia cortoplacista con un interés meramente electoral".
No vale con echarle toda la culpa a la incapacidad de las élites para resolver los problemas, estamos en un contexto global de ventajas y responsabilidades compartidas. "El aislamiento de un país frente a las amenazas exteriores no es posible, es una ilusión pasajera que se utiliza con fines electorales. Igual que la protección estatal de la economía frente al comercio global, que tampoco va a funcionar".
Detrás de los extremos está la cólera de la gente. Hace falta tomarse en serio ese miedo de mucha gente", advierte
"Hay que pensar nuevas protecciones para la gente que se siente desprotegida. ¿Cómo protegemos a la gente en un contexto sin limitación de fronteras y los mecanismos del mercado de bienestar no funcionan con el formato al que estábamos acostumbrados? Ya no estamos en la vieja dialéctica de Estado contra mercado. Todos esos conceptos ya no funcionan, pero no podemos desmantelarlos de repente porque si no la gente se muere de miedo y se entrega a los autoritarios populistas. Hasta que no encontremos nuevas soluciones, los extremismos seguirán floreciendo. Porque detrás de los extremos está la cólera de la gente. Hace falta tomarse en serio ese miedo de mucha gente".
Desenterrar a Franco
¿Qué efectos puede tener en nuestra democracia la polémica generada por la exhumación del dictador Francisco Franco que planea el Gobierno? Innerarity resopla con la pregunta: "Franco había desaparecido de nuestra vida y de repente está teniendo un protagonismo que no merece", reconoce. "Lo curioso es que la derecha había estado mucho tiempo diciendo que era demasiado pronto para cerrar ese tema y de repente cuando se quiere hacer algo alega que es demasiado tarde. ¿Y cuándo habría sido el momento entonces?".
"El Partido Popular podía haber cerrado ese capítulo sin grandes problemas cuando tenía mayorías absolutas. Pero no quiso por no renunciar a amalgamar en sus filas a una extrema derecha residual. Los defensores de Franco eran residuales sociológicamente y siguen siéndolo. Pero ya no es residual desde el punto de vista discursivo. Tampoco es residual en los medios, que están sirviendo de altavoz a las posiciones más extremas y castigan con desatención a las posiciones moderadas".
Sin embargo, la manera en la que el Gobierno de Sánchez está gestionando por decreto la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos tampoco convence al filósofo y politólogo. "Lo mejor hubiera sido no improvisar", alega. Acudir al Vaticano a pedir ayuda o escandalizarse porque por deseo de la familia Franco pueda acabar en la Catedral de la Almudena revela esa improvisación, esa chapuza que criticaba anteriormente como manera de hacer política.
Esto puede acabar mal e improvisando no se va a solucionar. Hay mucho electoralismo en esta gestión", afirma en referencia a la exhumación de Franco.
"Son factores que podían haberse previsto, tenían que haber estado en la mesa de despacho de los gobernantes como escenarios posibles antes de empezar. Esto puede acabar mal e improvisando no se va a solucionar. Hay mucho electoralismo y mucho mensaje cortoplacista en esta gestión. Y que Franco tenga este protagonismo en nuestro debate público sí que es darle protagonismo a los extremos. Franco ni siquiera estaba en un extremo, sino fuera de él". Y concluye: "La presencia excesiva de Franco en nuestros debates es una metáfora siniestra que simboliza la presencia de los extremos en nuestro debate público y es muy poco productivo. Damos voz inmerecida a las posiciones extremas y no abordamos los grandes asuntos que necesita la sociedad, como el cambio de modelo productivo, las pensiones, el modelo territorial… Hay gente que vive de esa cólera superficial y chapotea bien en ella, pero darles protagonismo no ayuda a la salud democrática. Mientras tanto, también hay en nuestras instituciones mucha gente buscando soluciones a los problemas reales que no tienen ningún protagonismo. Los eclipsan los buscadores de antagonistas que denigran al adversario".
Un pesimista suele ser siempre alguien más dogmático que un optimista. Y yo como suelo dudar mucho me considero un optimista".
Como todo, como explica en Política para perplejos, Innerarity es tan optimista como puede con respecto al futuro. Dice que es optimista por exclusión: "Nunca podemos estar seguros de que las cosas vayan necesariamente a ir a peor. Y si claudicamos podríamos estar perdiéndonos lo mejor". Y matiza en su libro: "Un pesimista, es en el mejor de los casos, un desmemoriado que ha olvidado que el pasado no ha sido casi nunca mejor. Un pesimista suele ser siempre alguien más dogmático que un optimista. Y yo como suelo dudar mucho me considero un optimista. Los optimistas solemos serlo más por defecto que por virtud". El escepticismo es, según Innerarity, la antesala del optimismo.
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