No hay en la política española una historia como la del Partido Regionalista de Cantabria, que desde hace más de 30 años encabeza el mediático Miguel Ángel Revilla. Ningún partido como el PRC ha mantenido una proyección tan bicéfala: de tanto éxito a nivel autonómico pero con tan poco eco a nivel nacional, más allá de las casi constantes apariciones televisivas de su secretario general. Revilla, que manda en el partido desde marzo de 1988, asegura que el PRC volverá a presentarse a las elecciones generales si estas se celebran el 26 de mayo, coincidiendo con las municipales, las autonómicas y las europeas. El 'súper domingo' insinuado por el ministro Ábalos, dice Revilla, "cambia un poco" el panorama electoral.
Mezclar papeletas podría beneficiar al partido del presidente cántabro, que jamás ha obtenido representación ni en el Senado ni en el Congreso de los Diputados. Extraño en comparación con la multitud de partidos regionales que nunca han alcanzado en sus territorios cuotas de poder similares a las del PRC. Es el caso de Coalición Canaria, Bildu, Geroa Bai, Foro Asturias, el BNG, Eusko Alkartasuna, Euskadiko Ezkerra, Herri Batasuna, la Chunta Aragonesista, Unió Valenciana, el Partido Andalucista, Unión del Pueblo Canario, el Partido Aragonés Regionalista...
Todos ellos han conseguido diputados a nivel nacional desde la llegada de la democracia, a diferencia del PRC. Cierto es que la formación cántabra nunca ha tenido un especial interés expansivo, aunque se presentó dos veces a las generales. El propio Revilla realizó una primera intentona en 1993, cuando ya llevaba un lustro como secretario general del partido. Obtuvo sólo 18.608 votos, un 5,65% de las papeletas emitidas en Cantabria. Dos años después, el PRC conseguiría su primer gran resultado autonómico: un 14,84% que permitía a su líder obtener la vicepresidencia de la comunidad y la consejería de Obras Públicas, Vivienda y Urbanismo, la de mayor inversión.
Revilla, empleado de banca en excedencia, alcanzó las instituciones de la mano de un pacto con el Partido Popular que dio por superada la convulsa etapa de Juan Hormaechea al frente de la política cántabra. Durante los ocho años que el PRC sostuvo al PP, Revilla se valió de la cartera de Obras Públicas para trabajar en su marca personal. Visitó cada pueblo inaugurando infraestructuras, viajó frecuentemente a Madrid para desbloquear inversiones como la Autovía de la Meseta y, cuando se acercaban las elecciones de 2003, protagonizó un sonoro enfrentamiento con sus socios de Gobierno a costa de la utilización del litoral.
Ya convertido en personaje mediático, aprovechó el background ruralista, populista e inaugurador para situarse en el centro del tablero político. Pese a que el PRC obtuvo cerca de un 20% en las elecciones, se quedó en ocho diputados, por detrás de PSOE y Partido Popular. El olfato político le permitió alcanzar la presidencia: anunció públicamente que no pactaría con el PP y entabló negociaciones con José Luis Rodríguez Zapatero con la vista puesta en el nuevo horizonte que, en su opinión, estaba cerca de abrirse en España. Zapatero transigió con otorgarle la presidencia a Revilla, candidato del partido menos votado en el Parlamento, a cambio de quedarse con más consejerías, la presidencia de la Cámara, el senador autonómico y el compromiso de que el PRC no se presentaría a las generales de 2004 para no socavar al electorado socialista en la región.
Hablar 'después de Labordeta'
Ya entonces, Revilla argumentó que concurrir a las generales supondría llevarse a alguien "útil" para Cantabria -él mismo- al Congreso, donde acabaría interviniendo "después de Labordeta", el cantautor, escritor y presentador de Un país en la mochila que entonces ejercía como diputado de la Chunta Aragonesista. Revilla rechazó optar a esas migajas y optó por centrarse en la mayor gloria de la presidencia autonómica.
La ejerció durante ocho años, en los que llevó al PRC hasta el 30% del voto autonómico, superando al PSOE y convirtiéndose en segunda fuerza recurrente en la comunidad. A Revilla, que varias veces amagó con dejar la secretaría general del partido -con poca convicción-, solo le desalojó del poder el tsunami del PP en 2011, que en el caso cántabro se tradujo en una mayoría absoluta para Ignacio Diego.
Cuando perdió la presidencia de Cantabria, en 2011, recuperó la idea de convertirse en el nuevo Labordeta del Congreso...sin éxito
Sólo entonces Revilla desterró del todo la idea de la retirada y redobló su apuesta: toda vez que ya no sería "útil" desde la presidencia de Cantabria, quizá había llegado la hora de volver a mirar hacia Madrid y convertirse en el nuevo Labordeta del Congreso de los Diputados. Concurrió a las generales de 2011 con la promesa de recuperar el "café para todos", reformar la Ley Electoral y defender la unidad de España. Sus expectativas eran altas: dos diputados -de los cinco que correspondían a Cantabria- y un senador. Todo lo que estuviera por debajo sería "un mal resultado", dijo Revilla en la presentación de la candidatura, que aseguró que respondía a un "clamor" popular que la reclamaba.
La realidad fue mucho más modesta: obtuvo 44.010 votos, un 12,53% en Cantabria y ningún representante. Y nadie podía decir que Revilla era un desconocido: para entonces ya era rostro habitual de Buenafuente, de El Programa de Ana Rosa y de La Noria. Tras el fiasco decidió no replegarse, y redobló su presencia en los medios: se convirtió en omnipresente en La Sexta y Cuatro, en cierto modo como padrino de los nuevos partidos que venían a romper, en España, el mismo bipartidismo contra el que Revilla aseguraba llevar décadas batallando en Cantabria.
La estrategia le funcionó y el PRC recuperó el poder regional en 2015, más cerca que nunca de la primera posición en las urnas. Tres años después, Revilla ya vuelve a mover sus fichas de cara a 2019. Ha pasado todo el verano amagando, una vez más, con su retirada de la vida política. Más por boca de sus rivales que por la suya propia. Y asegura que el candidato del PRC a las generales, si lo hay, podrá ser "cualquiera" de entre los más de 9.000 militantes del partido, aunque fue su nombre el que apareció en las dos intentonas previas. ¿Habrá dos sin tres?
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