Desde la señora que pide la beatificación de Franco - “porque es un santo y el Papa lo sabe” - al chino que deposita un ramo de flores rojas y amarillas sobre su tumba. Mientras, la Guardia Civil mira de reojo a todos los que llevan un lazo rojigualdos. “Buenos días señora, ¿podría enseñarme su bandera? ¿Es constitucional?”. La orden es requisar todas las banderas franquistas. Así el Valle de los Caídos ha acogido la que podría ser la última misa con el cuerpo de Franco presente.
Por la mañana las fuerzas de seguridad han impedido que se desplegara una pancarta para enaltecer al Caudillo. “Era un dictador pero con su muerte celebramos el nacimiento de la democracia”, dice un joven estudiante universitario que ha venido acompañado de su madre y un amigo. Hay muchas parejas, y familias con niños de unos tres o cinco años. Difícilmente saben quién es Franco.
Esta vez no es como en otras ocasiones. La misa del 20N de 2018 es un deslucido recuerdo de aquellos momentos de orgullo franquista. La exaltación está por los suelos. Hay tristeza y un poco de rabia por la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de "reabrir heridas". Quizá miedo porque "se tire la cruz". Todos entienden que podría ser la última misa con el cuerpo de Franco en la Basílica del Valle de los Caídos, si es que finalmente los socialistas consiguen la exhumación de la momia del dictador. Han venido a despedirse. Sin embargo, la mayoría llega tarde.
Pasadas las 11 de la mañana, con la ceremonia ya empezada, una larga cola de personas espera bajo la lluvia hasta que deciden trasladar la espera al pórtico de la Basílica. En el interior, la ceremonia es oficiada por el prior Santiago Cantera. La ocasión es solemne, la misa cantata. Están todos los monjes, incluso los más ancianos, los niños de la escolanía y el coro.
En la tumba del caudillo algunos fieles ya han depositado flores. Los bancos están llenos de gente. No faltan jóvenes. En el momento culminante de la misa, el celebrante pide a Dios acordarse de Francisco y José Antonio y de acogerles "en la gloria de la resurrección, purificarlos del pecado".
La misa termina con un ruego a los asistentes: que, por favor, mantengan un recogimiento adecuado al lugar y eviten actos ajenos al ambiente de oración. Cuando el cortejo de clérigos abandona la Basílica, los allí reunidos logran por fin alcanzar el ataúd. Hay quien deja más flores -muchas rosas rojas- y quienes traen al hombro una corona funeraria. Entre los asistentes están unos asiduos de las celebraciones franquistas en el Valle de los Caídos: Juan Chicharro, presidente de la Fundación Francisco Franco, Luis Alfonso de Borbón entre otros.
Con mucha dificultad y escaso éxito, la Guardia Civil evita que se tomen fotos. Un par de personas hacen caso omiso a las advertencias y se atreven a levantar el brazo. Para esto los agentes no tienen tolerancia: se los llevan enseguida y les identifican. Hace 43 años no habría pasado.
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