Ni hacia adelante ni para atrás. Casi seis meses después, el Gobierno de Pedro Sánchez no consigue avanzar. El Ejecutivo socialista se encuentra inmóvil, varado, incapaz de sacar adelante sus principales propuestas, aunque se trate de gestos simbólicos como la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, una decisión con aspiraciones de hito histórico que el presidente anunció que se ejecutaría en julio y que ahora se proyecta en el horizonte del febrero.
El proyecto socialista se encuentra detenido, parado, a pesar de los intentos de Pablo Iglesias por seguir remando con el objetivo de aprobar unos Presupuestos pactados entre la Moncloa y Unidos Podemos que puedan servir de gasolina hasta el final de la legislatura en 2020. El líder de Podemos lleva toda la semana quejándose de que Pedro Sánchez deje la casa sin barrer, descuidando a la mayoría parlamentaria que lo hizo presidente, para dedicarse a viajar por el mundo.
"Creo que el Gobierno se tenía que haber movido más. Están bien los viajes al extranjero, están bien que el Gobierno vaya a Cuba, pero creo que habría que solucionar algunas cosas internas. Creo que no es sensato que el Gobierno pierda la mayoría parlamentaria para sacar los presupuestos adelante", lamentaba Iglesias el viernes en una entrevista en la Cadena Ser. "Todos deberíamos hablar un poco menos y trabajar un poco más. Nosotros nos estamos esforzando mucho. Algunas de las cosas que hemos hecho se han visto y otras no se han visto y veremos si dan resultado. Creo que seguimos teniendo que trabajar y nosotros no podemos sustituir al Gobierno", aseguraba expresando su impotencia ante la situación.
Pero sus reclamaciones caen en saco roto. Igual que en la moción de censura, cuando los independentistas le apoyaron a cambio de nada, Sánchez aspira a que los grupos parlamentarios voten a favor de medidas como la subida del salario mínimo interprofesional simplemente porque situarse en contra sería muy impopular. Y si los independentistas no le apoyan, pretende recurrir a la "geometría variable" de José Luis Rodríguez Zapatero, intentando alcanzar acuerdos con el PP y con Ciudadanos, como ha explicado la portavoz parlamentaria, Adriana Lastra.
Lejos de reunirse con líderes de ERC y PDeCAT, como le pedía Iglesias, Sánchez se ha limitado a amenazar con la posibilidad de un adelanto electoral para presionar a los socios independentistas con el objetivo de que le aprueben los Presupuestos. Las advertencias de que las elecciones den como fruto un Gobierno de PP y Ciudadanos, contrario a opciones como el indulto a los líderes secesionistas que resulten condenados por el procès, pareció empezar a dar sus frutos antes de que el ataque de Gabriel Rufián a Josep Borrell el jueves hiciera saltar todo por los aires otra vez.
Desde entonces, Iglesias está intensificando ese temor al adelanto electoral incluso entre las filas socialistas. Este viernes ha dado por roto el bloque parlamentario de la moción de censura y ha sentenciado al Gobierno socialista asegurando que "no se puede gobernar por decreto". Paralelamente, ha aprovechado la coyuntura para abrir primarias para proclamarse candidato de Podemos a presidente del Gobierno antes de su inminente baja por parternidad.
A pesar de las presiones de Iglesias, Sánchez sigue sin inmutarse. "Insisto: moción de censura, estabilidad y elecciones. Y las elecciones las haré cuando considere que son beneficiosas para el interés general del país. No lo voy a hacer ni en aras del interés de mi partido, ni por supuesto porque me lo indique este partido o aquel otro partido. Lo haré en función del interés general”, respondió Sánchez el miércoles. Preguntado ayer en La Habana por las primarias de Podemos, el presidente no se ha salido del guión. "El señor Iglesias se puede tomar su tiempo, que se tome su tiempo, porque va a haber unos cuantos, bastantes meses por delante antes de que se produzca ese hecho", ha asegurado sobre el adelanto electoral.
"El Gobierno va a seguir gobernando, aplicando una agenda social y revirtiendo recortes", ha afirmado el presidente, que ha señalado que las mayorías en el Congreso "se encuentran en cada votación" y al Ejecutivo le quedan aún cosas por hacer. Entre ellas ha destacado la subida a 900 euros del Salario Mínimo Interprofesional, la recuperación del subsidio de desempleo para mayores de 52 años y la aplicación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género.
Las intenciones que muestra el presidente en público coinciden con lo que explican en privado en Moncloa y el PSOE. Fuentes del Gobierno y de la dirección del partido insisten en que la hoja de ruta sigue siendo la misma: apurar en el Gobierno todo lo posible. De hecho, Sánchez ha dado instrucciones a sus ministros para que tengan agenda y gestión hasta octubre de 2019.
De momento, parece que esos planes oficiales podrían verse alterados si el PSOE de Susana Díaz no aguanta el tipo en las elecciones andaluzas del 2 de diciembre. Las encuestas reflejan una baja movilización del votante socialista que se traduciría en una escasa participación en los comicios. Los sondeos vaticinan la entrada de Vox en las instituciones con entre tres y cinco escaños y la posibilidad de contar con un grupo parlamentario propio. El análisis de esos resultados que se realice en Moncloa será un factor de peso en la decisión de Sánchez.
Mientras tanto, el presidente sigue peleando contra la creencia generalizada de que no podrá sacar adelante su acción de Gobierno con sólo 84 escaños. Al culebrón de la exhumación de Franco le sigue el fiasco de los Presupuestos, presentados casi como un pacto de estado y que han sido rechazados por Bruselas y los socios parlamentarios del PSOE. En la última semana también ha saltado por los aires el único gran acuerdo alcanzado entre el PSOE y el PP, la renovación del Consejo General del Poder Judicial.
En la lista de asuntos pendientes del Ejecutivo destaca la promesa que hizo Sánchez de "acabar con los aforamientos" de los políticos en el Consejo de Ministros del 21 de septiembre y que continúa sin fecha, así como la derogación de la reforma laboral, que según su ministra de Economía "ha tenido efectos positivos" en el empleo.
Agrietada la política interna, la externa tampoco le termina de funcionar a Pedro Sánchez. La falta de garantías sobre la capacidad que tendrá España de opinar sobre el futuro de Gibraltar tras el Brexit ha arruinado la estrategia de proyectar al presidente como un líder emergente con capacidad de impulsar nuevas políticas en la Unión Europea, como intentó durante la crisis del Aquarius. Precisamente en materia de inmigración también destaca el pobre balance de la visita realizada por el presidente a Marruecos, donde se reunió con el jefe del Gobierno, Saadedín el Otmani, y después fue recibido en audiencia por el rey Mohamed VI. Con cadáveres de inmigrantes a diario en las playas andaluzas, el último de una mujer embarazada, Sánchez volvió de Rabat con la propuesta de organizar un mundial de fútbol conjunto entre España, Portugal y Marruecos.
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