Política

Diez lecciones de la batalla de Gibraltar en el Brexit

Theresa May, a su llegada a la cumbre que ha aprobado el Brexit. | EFE

“Hemos superado el pasado pero no todo el pasado”, le dijo el entonces presidente Felipe González a la primera ministra británica, Margaret Thatcher, en su visita a Sevilla en 1988. Ese pasado tiene un nombre, Gibraltar, que esta semana ha amenazado con bloquear el decisivo Acuerdo del Brexit y la Declaración Política que han respaldado este domingo los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete y el Reino Unido.

El Brexit es una caja de sorpresas. Nadie habría aventurado hace apenas un mes que el último gran escollo sería Gibraltar, ese territorio, bajo dominio británico desde 1713, de apenas siete kilómetros cuadrados y unos 32.000 habitantes enclavado en el sur de España. Gibraltar votó abrumadoramente a favor de quedarse en la UE el 23 de junio de 2016, pero el Peñón no quiere deslindarse de lo que la primera ministra británica llama “la familia británica”. May insiste en que nada ha cambiado y que Gibraltar está protegido por el Acuerdo de Retirada.

Sin embargo, España reclamó a sus socios apoyo para tener voz y voto en el futuro de Gibraltar una vez que se activara el Brexit. Por ello, los negociadores tenían el mandato desde abril de 2017 de tener en cuenta que “una vez que saliera el Reino Unido de la Unión, ningún acuerdo entre la UE y el Reino Unido podría aplicarse al territorio de Gibraltar sin acuerdo entre el Reino de España y el Reino Unido”.

Esa premisa se rompió en el texto acordado por los negociadores británicos y de la UE, dado a conocer el pasado 14 de noviembre. Un artículo, el 184, olvidaba aludir a la excepcionalidad de Gibraltar. Los británicos habían aprovechado el tiempo de descuento para marcar un gol.

La diplomacia española se vio sorprendida y se empleó contrarreloj para evitar que la cumbre se cancelara. Sin garantías, el presidente del Gobierno amenazaba con el veto y con no acudir a Bruselas. El sábado, Pedro Sánchez, anunció que había obtenido de la UE y del Reino Unido las garantías requeridas sobre Gibraltar. No se cambia el artículo polémico, porque el documento está cosido con hilvanes y el riesgo de que se desbarate es máximo.

Sin embargo,  lo logrado por la diplomacia española es un conjunto de compromisos políticos que, en principio, carecen de valor jurídico. Más que nada pero menos que el gran éxito que proclama Sánchez.

De estos días de negociaciones enfebrecidas pueden extraerse una decena de lecciones, aplicables a cualquier Gobierno español:

1.El tiempo es un elemento de la negociación. El punto de partida en la negociación de salida favorecía a España. El Reino Unido salía de la UE, España se quedaba y los gibraltareños habían votado por seguir en la UE, es decir, querrían seguir siendo británicos pero sabían que perderían ventajas. Una situación favorable a España, que ni el Gobierno anterior ni el actual han aprovechado lo suficiente. Es cierto que los británicos y gibraltareños cuentan a su favor con la depauperada situación en el Campo de Gibraltar y en Madrid era prioridad no perjudicarles

2.Las peculiaridades nacionales difícilmente se entienden fuera. El Peñón no iba a ser lo último que se negociaría, no era una prioridad, no sería un obstáculo. Lo repitió el Gobierno anterior, del Partido Popular, y el actual. Pero, como dice el último informe del Real Instituto Elcano, titulado España ante el Consejo Europeo, “Gibraltar no sería la prioridad española pero sí su peculiaridad”. Fue el enfoque que se adoptó en abril de 2017 pero los negociadores europeos pasaron por alto en noviembre de 2018.

La diplomacia española concentró sus fuerzas en buscar vías para mejorar la coexistencia en la zona con un acuerdo paralelo al Brexit. Los avances han sido sustanciales en cuestiones prácticas, como movilidad de los trabajadores transfronterizos, fiscalidad, o medio ambiente, pero se ha confiado en que los negociadores europeos sabían que no podía quedar constancia por escrito de un reconocimiento de Gibraltar como territorio británico. No eran tan conscientes de la peculiaridad del Peñón como los británicos, hábiles negociadores con gran capacidad de reacción a última hora que además negocian en su idioma y están presionados por las demandas del Gobierno gibraltareño.

3. Ser europeísta con la mirada puesta en los intereses españoles. España es un socio fiable de la Unión Europea. Es uno de sus grandes valores. Y es un socio colaborador. Pero hay cuestiones muy particulares, como es el caso de Gibraltar, que no pueden confiarse a interlocutores a quienes les apremia el tiempo y han de tejer un acuerdo tan complejo como el Brexit. O hay que hacérselo entender una y otra vez. “En las instituciones europeas ha quedado claro (después del rifirrafe) que España aspira a compartir la soberanía”, señala Salvador Llaudes, investigador principal del Real Instituto Elcano.

4. Hay que ganar la relevancia día a día. Esta crisis es una oportunidad para España. Ha puesto de relevancia que hay que desempeñar “un papel relevante en la alta política de Bruselas de forma continua, no solo en momentos puntuales”, explica Carlos Campillos, experto en relaciones internacionales y cofundador de Con Copia a Europa

5. Cuidado con causar más daño que beneficio. Con la salida del Reino Unido, España debe asumir su responsabilidad como uno de los grandes, junto a Francia y Alemania, en un momento en el que Italia deja de ser un socio fiable. “No solo ha de reaccionar a última hora y poniendo en jaque la unidad de los Veintisiete”, añade Campillos. “Menos aspavientos y más trabajo cotidiano”, concluye. A su vez, hay que tener en cuenta los perjuicios que a España le ocasionaría que fracasase este Brexit. “Cuanto más duro sea el Brexit, peor para España por su nivel de inversiones, de importaciones y exportaciones, el turismo, los británicos que viven en España y españoles en el Reino Unido. Si el veto hubiera derivado en un no acuerdo, habría sido perjudicial”, afirma Llaudes del Real Instituto Elcano.

6. Si te meten un gol, que no te dejen en fuera de juego. El secretario de Estado de la Unión Europea, Marco Arguiriano, utilizó el símil futbolístico. También aludió a que habían obrado “con nocturnidad y alevosía”.

En el borrador que el Gobierno británico conoció el 14 de noviembre, pero que no habían visto antes los embajadores en Bruselas, se incluía el polémico artículo 184. Los expertos jurídicos llamaron la atención de sus posibles consecuencias: no aludía a Gibraltar. El Gobierno reconoció el problema y advirtió a Bruselas y a Londres. Llamó la atención ya entonces la alegría del ministro principal, Fabian Picardo, y sus entradas y salidas de Downing Street.

7. Si lanzas un órdago, ten cuidado con el efecto bumerán. Cuando en Bruselas habían ofrecido dos documentos con el respaldo de los Veintisiete y del Reino Unido a la versión española, Sánchez insistía desde La Habana en que no era suficiente y que mantendría el veto. Era viernes por la noche, menos de 48 horas antes de la cumbre. Ya de vuelta en Madrid, el sábado por la mañana habló con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien también suscribió una carta junto al presidente de la Comisión, avalando la versión de España sobre Gibraltar. Como aval británico se presentó una carta del embajador ante la UE, Sir Tim Barrow.

8. Nadie saldrá ganando. En realidad, dos anexos a las conclusiones de la cumbre y dos cartas, más documentos políticos sin garantías jurídicas. Pero era la última oportunidad para convocar o cancelar la cumbre. Tusk envió la invitación poco después a los jefes de Estado y de Gobierno. “No habrá motivos para la alegría… Nadie sale ganando con este encuentro, pero mantenemos la unidad y la solidaridad de los 27”. Según Llaudes, “ha utilizado la presión para revertir la posición, pero, aunque estaban dispuestos a no asistir, no querían llegar tan lejos”.

9. Si logras un éxito en política de Estado, hazlo saber a los otros partidos. El jefe del Gobierno español ha calificado de “éxito diplomático” los compromisos adquiridos por los Veintisiete y el Reino Unido. Si lo considera así, ha de hacérselo saber en primer lugar al resto de los partidos políticos. En realidad, en asuntos como Gibraltar debería haber una posición consensuada defendida por la mayoría de los partidos. Una cuestión como el futuro de Gibraltar es política de Estado y cuanto mayor consenso haya, mejor será. Tampoco es cuestión de hacer política partidista ni por parte del Gobierno ni de la oposición en un momento crucial para el futuro de Europa, en pleno auge populista y nacionalista.

10. No pidas la Luna si sabes que no está a tu alcance. Sánchez insistió desde La Habana en que España no cambiaría de posición y bloquearía la cumbre si no había garantías jurídicas. La condición de España de cambiar el artículo 184 del Acuerdo de Salida era como pedir la Luna. Ha costado meses de negociación llegar a un texto final y cambiar una coma pondría en peligro todo lo logrado. Más prudente habría sido hablar de garantías de la UE y el Reino Unido, aunque se siguiera negociando por conseguir adjuntar las modificaciones como anexos al Acuerdo. Entonces sí tendrían garantía jurídica.

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