Andábamos los europeos preocupados por el interminable proceso del Brexit, percibido como una gran amenaza a la estabilidad en la UE, cuando en el vecindario oriental la guerra latente entre Ucrania y Rusia, un conflicto larvado que teníamos olvidado, subía varios grados en la escala de medición bélica.
Por primera vez desde 2014, cuando volvió a plantarse en Crimea, Rusia reconocía haber atacado a tres navíos ucranianos, dos acorazados Berdyansk y Níkopol y el remolcador Yana Kapu, que habían intentado cruzar el estrecho de Kerch, que da acceso al mar de Azov, sin permiso ruso. Ucrania asegura que habían informado del trayecto desde Odesa.
Esta historia se cuenta radicalmente diferente desde la óptica del Gobierno ruso o del Gobierno ucraniano. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha acusado al ucraniano, Petro Poroshenko, de “provocación electoralista”. Ucrania acude a las urnas a elegir nuevo presidente el 31 de marzo y Poroshenko está lejos de ser el favorito. Su aceptación es bajísima; es el candidato más rechazado, con un 50% de votantes que asegura que no votará por él bajo ninguna circunstancia.
Poroshenko a su vez acusa a Putin de perpetrar “un acto de agresión” y ha pedido a la OTAN que envíe barcos al mar de Azov. Los aliados han condenado a Moscú y han llamado a la contención. A partir de ahí Poroshenko debería leer a Sun Tzu: "Si no puedes ser fuerte, y sin embargo no puedes ser débil, eso resultará en tu derrota".
“La evolución del conflicto ruso-ucraniano en el mar de Azov es el tipo de escalada que ha precedido a los grandes cataclismos en Europa. Una gran potencia trata a otra pequeña con desprecio. La pequeña responde con violencia, esperando que los aliados acudan al rescate, diplomáticamente, económicamente y militarmente”, escribe Simon Jenkins, en The Guardian.
Jenkins considera que lo que está sucediendo en Ucrania "es la mayor amenaza para Europa". Y añade: “En Europa falta un foro colectivo donde tratar esta escalada y buscar formas de resolverlo”.
Quien más se ha indignado ha sido la presidenta de Estonia, Kersti Kaljulaid. “Debemos usar los términos correctos: esto es una guerra en Europa… Un reconocimiento tácito significa legitimar de facto la ocupación de Crimea. La guerra en Europa no debe ni podrá ser nunca aceptada como una situación normal”.
Salvo estas palabras de la presidenta de Estonia, la respuesta generalizada ha sido desalentadora para los intereses ucranianos: “Profunda preocupación” en las cancillerías occidentales y llamadas a la contención. De momento, nada más allá.
La canciller Merkel por un lado, recibe al primer ministro ucraniano a la vez que intercede ante Putin. EEUU reprocha a Alemania que la construcción del gasoducto Nord Stream 2 refuerza su dependencia de Moscú, lo que niega la canciller.
En el G-20 en Buenos Aires, Merkel se ha visto con Putin y juntos han acordado un foro en el que participarán asesores de Rusia, Ucrania, Alemania y Francia para afrontar esta crisis del estrecho de Kerch.
Desde la UE y EEUU han exigido la liberación de los 24 marinos ucranianos, que serán juzgados en Moscú si Putin no realiza un gesto. Previamente exhibieron a algunos que confesaron en público, como era previsible, que la acción era intencionada. Trump canceló su encuentro con Putin en el G-20 pero tampoco le conviene poner el foco en plena trama rusa.
1/3 On Sunday #Russia attacked #Ukrainian military vessels on the Azov Sea. We must use the right terms: this is war in #Europe. The Ukrainian people have been engaged in war since 2014 and the Crimean peninsula is still under occupation. #WarInEurope #Ukraine pic.twitter.com/XURCnFwgaA
— Kersti Kaljulaid (@KerstiKaljulaid) November 27, 2018
Nicolás de Pedro, investigador senior en The Institute for Statecraft, destaca cómo “se pone en evidencia la incapacidad de Europa frente a cualquier crisis en su vecindario inmediato. Si no puedes ser influyente en tu vecindario inmediato, no puedes serlo más allá”.
El orgullo herido del oso ruso
El embajador Eugenio Bregolat, quien estuvo a cargo de la legación diplomática española en Rusia (1992-1996), se remonta hasta la descomposición de la URSS para explicar la reacción de Rusia y su continua tensión con Europa.
“Lo que pasa ahora es un capítulo más de una cuestión de fondo que se cerró en falso. A Rusia se le ha tratado como a Alemania al final de la I Guerra Mundial con la humillación que les supuso el Tratado de Versalles. Al final de la II Guerra y en 1989 se aplicó guante de seda a Alemania, pero no se hizo lo mismo cuando se descompuso la Unión Soviética. Rusia es una gran potencia con orgullo propio del que machacó a Hitler en el siglo XX y a Napoleón en el XIX. Cuando se descompone la URSS, tendría que haberse hecho un gran congreso de grandes potencias”, señala el embajador Bregolat.
"¿Está la OTAN dispuesta a ayudar a Ucrania? Nadie querría mandar a sus soldados a morir por Ucrania", señala Eugenio Bregolat
“En el caso de Ucrania es evidente que Rusia tiene capacidad para desestabilizarla. ¿Está la OTAN dispuesta a ayudar a Ucrania? Nadie querría mandar a sus soldados a morir por Ucrania. Rusia puede desestabilizar y Occidente no enviará a sus tropas. Tendría que copiar el modelo finlandés (neutralidad), como ya dijo Kissinger. Ucrania sabe lo que ocurre: uno le desestabiliza y el otro no le va a ayudar”, añade Bregolat.
El diplomático español Eugenio Bregolat ha recibido recientemente la insignia rusa Por la Cooperación Internacional. El Ministerio ruso de Exteriores ha distinguido su labor como embajador en la Federación Rusa, ya que contribuyó a la firma de siete acuerdos bilaterales que sentaron la base de la ulterior interacción fructífera, entre ellos el Tratado de Amistad y Cooperación y el Convenio de Cooperación Cultural y Educativo.
De Crimea al mar de Azov
Rusia se anexionó Crimea en marzo de 2014. Recuperaba, según Moscú, un territorio que Nikita Jrushov había cedido a Ucrania en 1954. La países que habían formado parte de la URSS, sin embargo, acordaron respetar las fronteras según estaban en 1991. Cualquier cambio abriría la caja de los truenos en varias repúblicas. Crimea quedó como parte de Ucrania.
La intervención en 2014, según Moscú, se hizo para garantizar la seguridad a su población, en peligro por el conflicto con Ucrania. La comunidad internacional condenó a Rusia por lo que se considera la primera anexión por la fuerza desde la Segunda Guerra Mundial. Pero Rusia sigue al mando en Crimea. Ahora Ucrania denuncia que desea hacerse con el paso por el mar de Azov y así impedir su acceso a los puertos ucranianos de Mariupol y Berdyansk.
Para consolidar su control sobre Crimea es fundamental el mar de Azov y el estrecho de Kerch da acceso a estas aguas de escasa profundidad. En sus costas están los puertos de Mariupol y Berdyansk. Los tres navíos ucranianos apresados el domingo iban desde Odesa al puerto ucraniano de Mariupol. Las exportaciones desde ese enclave han descendido un 50% en estos años de conflicto latente.
Rusia justifica su intervención en lo que ha tildado como "incidente naval", que las aguas en torno a Crimea también son rusas. Ucrania esgrime, sin embargo, un tratado firmado por Ucrania y Rusia de 2003 estipula que son compartidas pero que cualquier violación de su uso debe ser suscrita por las dos partes, de modo que Ucrania no puede denunciar a Rusia y viceversa.
Según Nicolás de Pedro, lo que hay de fondo es “el deseo de Rusia de modificar el statu quo en el mar y convertirlo en un acceso ruso, y a corto plazo ahogar económicamente esta zona de Ucrania para que presionen sobre Kiev”.
Un conflicto con más de 10.000 muertos
Rusia y Ucrania llevan más de cuatro años enzarzadas en un conflicto que se ha cobrado más de 10.000 muertos. Pero es la primera vez que se aplican medidas como la ley marcial o que se prohíbe la entrada en el país a rusos entre 16 y 60 años. Ni siquiera se llegó tan lejos cuando las tropas rusas entraron en Crimea.
La ley marcial estará vigente 30 días en principio. Con esta medida en vigor, no podrían celebrarse elecciones, aunque aún queda tiempo para la convocatoria.
Este choque en el estrecho de Kerch es una situación que se viene gestando desde la primavera pasada, sobre todo desde la construcción del puente sobre el estrecho de Kerch, una obra que ha costado 3.500 millones de euros. Su escasa altura y la escasa profundidad del mar hace difícil el acceso a muchas embarcaciones.
Desde mayo los controles sobre los barcos ucranianos se han incrementado. Los guardacostas hacían esperar a las embarcaciones varios días, con lo que supone de pérdida económica (unos 10.000 euros por día de promedio). A su vez, Rusia ha reforzado su presencia en el mar de Azov, hasta un centenar de barcos, una treintena armados.
Lo que intenta Rusia es ahogar económicamente a Ucrania... Lo que ha ocurrido ahora visibiliza lo que lleva pasando meses", señala Villegas
“Rusia considera a Ucrania como su patio trasero, una región de su influencia. No esperaban que Occidente se fuera a implicar… Lo que intenta es ahogar económicamente a Ucrania. Controlan el estrecho de Kerch. Lo que ha pasado en el estrecho ha visibilizado lo que ocurre hace meses”, señala Francisco Villegas, investigador de Análisis del Discurso Político Ruso en la Universidad de Granada.
Según Villegas, ni a Putin ni a Poroshenko les interesa un conflicto a gran escala, si bien tendría más que perder el presidente ucraniano, sobre todo su población, porque la desproporción de fuerzas militares es enorme.
“La popularidad de Putin es la más baja desde 2012, un 40%, y puede que un conflicto rápido le hiciera recuperar algo pero los rusos están cansados hasta de Crimea. Saben que se han gastado mucho dinero en el puente. No saben hasta qué punto les beneficia”, señala el experto en Rusia.
A su vez, mantiene que Poroshenko ha querido probar hasta qué punto cuenta con apoyos. “El presidente ucraniano intenta buscar una salida hacia delante. La economía va mal. El Gobierno de Ucrania ha buscado provocar para ver si Occidente responde y para saber cómo lo haría. Es parecido a lo que sucedió en Georgia en 2008. Georgia también esperaba que interviniera la OTAN”.
La presión sobre Ucrania es cada vez mayor. Probablemente Rusia no quiere una guerra abierta a gran escala", afirma De Pedro
También Moscú está pendiente de la reacción de Occidente. Según De Pedro, Rusia va probando hasta dónde puede llegar. “Si no hay reacción, van un paso más allá. Por eso no creo que sea bueno el apaciguamiento y la contención. La presión sobre Ucrania es cada vez mayor. Probablemente Rusia no quiere una guerra abierta a gran escala. No es su principal interés, pero entiendo el temor de cualquier ucraniano en la frontera. No tiene ninguna certeza de que eso no vaya a suceder”.
Como el presidente de Ucrania lo sabe, decreta esa ley de marcial en las 10 provincias más cercanas a la zona y así tiene via libre para actuar. Al prohibir a los rusos entre 16 y 60 años entrar en Ucrania, salvo cuestiones humanitarias, también siembra la duda sobre la minoría rusófona. Mientras tanto, Putin ordena un mayor despliegue de misiles tierra aire S-400 a Crimea.
Putin y Poroshenko buscan un enemigo exterior para ganar apoyos. Así ganan cohesión nacional", afirma Ruth Ferrero-Turrión
Tampoco hay tantas diferencias entre el proceder del ruso Vladimir Putin y del ucraniano Petro Poroshenko.”Buscan un enemigo exterior (Occidente, en un caso; Rusia, en el otro) para ganar apoyos. Así ganan cohesión nacional”, señala Ruth Ferrero-Turrión, profesora de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid.
Lo que nadie quiere puede suceder
En Ucrania muchos de los que soñaban con un sistema que luchara contra la corrupción han visto cómo vuelven a reproducirse esquemas del pasado. La mayoría de los activistas del Maidan,del que ahora se cumplen cinco años, están en segunda fila, y los de políticos de primera fila como Poroshenko juegan con el fuego del nacionalismo con fines partidistas. Las élites han fallado y muchos ciudadanos se han visto frustrados y abandonados por los amigos de Occidente.
Lo que sí ha sucedido, según De Pedro, es que “Putin, debido a su obsesión por la posibilidad de que Ucrania se aproxime a la UE y la OTAN, está ayudando a construir una identidad ucraniana. Hasta 2013 miraba a ambos lados, a partir de la guerra se está consolidando una identidad muy distinta”.
En Rusia la población sufre cada vez más las dificultades económicas porque viven en un país que es una potencia militar pero dista mucho de tener una economía sólida. Aún así los que se oponen prefieren marcharse antes que cuestionar un sistema forjado en torno a un líder que para una mayoría es el gran padre de la patria. Les ha llevado a recuperar un orgullo que había quedado herido al descomponerse la URSS.
Sin embargo, ucranianos y rusos serían los primeros perdedores si la escalada bélica llega a la guerra abierta. Los europeos, también sufrirían esta tragedia. Lo dice en Foreign Policy Marc Galeotti, del Instituto para las Relaciones Internaciones de Praga: "Kiev no puede permitirse una escalada hacia una guerra abierta. Moscú no quiere que suceda. Pero eso no significa que una mala decisión por cualquiera de las partes no la provoque, aunque no sea la intención”.
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