No hay un factor único que explique el crecimiento de Vox en las elecciones andaluzas del pasado domingo. Pero sí hay conclusiones evidentes que se extraen del análisis de los datos y las zonas en las que el partido fue más fuerte. Vox arrasó en los invernaderos de la costa almeriense, una de las regiones con mayor concentración de inmigración de toda la península, en la que el partido de Santiago Abascal supo capitalizar una tensión racial latente desde hace casi dos décadas.
El sociólogo Alejandro Macarrón ha puesto datos a las impresiones para tratar de explicar la irrupción de la formación derechista. Y la conclusión, según sus propias cifras, es clara: "La correlación es del 75% entre porcentaje de población empadronada a enero de 2018 que había nacido en el extranjero, y porcentaje de voto a Vox". La correlación, en este caso, implica que cuanto más crece una variante (población extranjera) respecto a la media, más crece otra (el voto a Vox). Una correlación del 100% implicaría que el voto crece de manera lineal cuando aumenta la variante, y una del -100% exactamente lo contrario.
Y en el caso de Vox sorprende porque, si con la población extranjera en general la correlación es alta, hay circunstancias específicas que directamente la disparan. "La correlación es del 87% entre porcentaje de población empadronada nacida en Marruecos y voto a Vox", explica el analista, que valora estos datos como "altísimos" y significativos sobre el perfil de votante del partido: más reaccionario contra el islam y su integración en la cultura europea que contra la inmigración en general.
Así se refleja en el propio programa de la formación política, que además de proponer la expulsión de los inmigrantes que reincidan en conductas delictivas, aboga por el cierre de ciertas mezquitas y la prohibición de enseñar el islam en las escuelas españolas en la asignatura de religión, como ya hacen algunas comunidades autónomas.
En el caso de las zonas con mayoría de población extranjera no africana (por lo general, sudamericana), esa correlación desciende hasta el 61%, todavía alta pero más habitual. Y por debajo, por ejemplo, de la correlación entre zonas con inmigración no occidental y el voto al Partido Popular.
La tabla elaborada por el sociólogo Macarrón se centra en los extranjeros "no occidentales" para evitar el sesgo de zonas como la costa malagueña, en la que se concentran importantes bolsas de ciudadanos europeos, principalmente británicos y alemanes, que podrían alterar la estadística. No es contra ellos contra quienes se dirigen los mensajes anti-inmigración. Salvo, paradójicamente, desde la izquierda y con una perspectiva de clase contra sectores de muy alto poder adquisitivo.
En el caso de los extranjeros no occidentales, la correlación entre estas zonas y el voto a PSOE y Podemos es negativa, pero sin llegar hasta los extremos casi lineales que se dan con Vox en el sector opuesto. Lo cual significa dos cosas: la izquierda no moviliza el voto de los inmigrantes ya arraigados en España -que tengan derecho a voto- ni tampoco especialmente de las sociedades en las que se integran.
Significativo es, también, el caso de Ciudadanos, el único partido del espectro ideológico de la derecha que no pesca votos en las zonas receptoras de inmigración, lo cual denota que no es un factor relevante para sus electores a la hora de decidir el voto.
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