Victoria Prego, en su libro Así se hizo la Transición, cita a Rodolfo Martín Villa, entonces ministro de la Gobernación: "Aquella última semana de enero fue la semana más difícil de la historia de la Transición".
A las 9,45 de la mañana del lunes 24 de enero de 1977 fue secuestrado el teniente general Emilio Villaescusa, presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar. El secuestro fue reivindicado por los GRAPO. A las 12,30 murió la joven María Luz Nájera: un bote de humo lanzado por la Policía para disolver una manifestación de destrozó el cráneo.
A las 22,30 de la noche de ese trágico 24-N , tres ultraderechistas entraron en el despacho laboralista (compuesto por militantes de CCOO y del Partido Comunista) situado en el número 55 de la calle de Atocha asesinando a balazos a tres abogados (Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo), un estudiante de derecho (Serafín Holgado) y un administrativo (Ángel Rodríguez Leal). La hoy alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena salvó su vida gracias a que prestó su despacho a Benavides.
La matanza estuvo relacionada con la huelga del transporte. Los asesinos buscaban al dirigente comunista Joaquín Navarro, pero, al no encontrarlo, la emprendieron a tiros con todas las personas que había en el despacho.
Uno de los asesinos, que perpetró la matanza cubierto con un pasamontañas, fue Carlos García Juliá, que ha sido detenido en Brasil con una orden internacional de busca y captura.
Juliá fue condenado en 1980 a 193 años de cárcel, pero sólo cumplió 14 años. Un extraño permiso para concluir la condena en Paraguay favoreció su desaparición.
Lo que pretendía la extrema derecha era provocar una reacción violenta de la izquierda que justificara la repetición de un golpe militar
Los miembros del comando asesino pertenecían a "un grupo activista ideológico, defensor de una ideología radicalizada y totalitaria, disconforme con el cambio institucional que se estaba operando en España", según el fallo de la Audiencia Nacional (4 de marzo de 1980).
Es decir, que se trataba de un grupo ultraderechista que, según el rotativo italiano Il Messaggero, contó con la colaboración del neofascista Carlo Cicuttini, ligado a la organización Gladio.
La matanza de Atocha es quizás el intento más salvaje de cargarse la Transición. Por un lado, envalentonó a los ultras y, por otro, puso a prueba la capacidad de la izquierda (sobre todo del Partido Comunista) para frenar a sus bases cayendo, de esa forma, en una provocación que hubiera dado al traste con el proceso democrático en ciernes, que era de lo que se trataba.
Dice Santiago Carrillo en sus Memorias: "La manifestación de duelo (que se produjo el 25 de enero) fue impresionante. Habíamos dado instrucciones a nuestros camaradas de que desfilaran en silencio, rehuyendo las provocaciones, pero que acudieran en masa. Así fue; las víctimas eran comunistas, muy conocidos por su desinteresada labor en defensa de los trabajadores. La impresión causada por la firmeza y serenidad de los integrantes del cortejo fue extraordinaria. Al día siguiente, (el diario) Ya decía en su editorial que el PCE había conquistado su legalización".
Aquella impresionante manifestación de duelo en silencio significó un salto adelante en la consolidación de la Transición
En efecto, aquella impresionante manifestación de duelo en silencio significó un salto adelante en la consolidación de la Transición: tres meses después, y contra la opinión de la cúpula militar, se produjo la legalización del Partido Comunista.
Cuando aún resuenan los ecos de la celebración del 40 Aniversario de la Constitución (que se votó casi dos años después del atentado de Atocha) la detención en Brasil de Carlos García Juliá nos viene a recordar el valor de la Carta Magna y lo que tuvieron que luchar y soportar los demócratas españoles de aquellos años para construir un sistema de libertades sólido tras casi 40 años de dictadura.
Los que niegan el valor de la Constitución, los que se refieren a ella como "una jaula" (como Puigdemont), o los que pretenden darle la vuelta como a un calcetín deberían hacer un poco de memoria y pensar en lo que era la España de los años 70 y lo que es hoy nuestro país.
La nostalgia de la violencia, que algunos practican a diario tratando de imponer sus ideas (lo estamos viendo a diario en Cataluña) sólo puede generar un enfrentamiento civil que, por fortuna, la generación de la Transición (a la que pertenezco) supo evitar pensando en el bien común y en la concordia, como única forma de evitar que se repitiera la trágica contienda de 1936.
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