En Caída en Picado, el primer episodio de la tercera temporada de Black Mirror, el director Joe Wright nos enseñó un futuro cercano en el que las personas se otorgaban cierta puntuación en base a sus comportamientos diarios y sus interacciones con los demás. A más amabilidad, mayor puntuación y, por tanto, acceso a una mejor vivienda o un trabajo con una remuneración más alta.
Como en todos los capítulos de la serie británica que ahora emite Netflix, y que tiene su nueva temporada ya en capilla, la trama estaba basada en cómo la tecnología podría cambiar la sociedad en los próximos años. El problema es que el sistema de puntuación que perfilaba Wright ya existe y podría afectar a miles de millones de personas en muy poco tiempo.
El Gobierno chino ya tiene en marcha un programa en pruebas que valora el comportamiento de sus ciudadanos y que, según la puntuación de cada uno, podría llevarles a caer en desgracia. De hecho, aquellos que no consigan una calificación alta no podrán acceder a la compra de billetes de avión, casas o a elegir el colegio de sus hijos. Peor que en Black Mirror.
Este sistema está ya instalado en una docena de ciudades del país, después de que las líneas maestras fueran presentadas por el Partido Comunista Chino, el único del país, en el año 2014. La idea es tenerlo listo en todo el territorio para el año 2020, con lo que podrían controlar el comportamiento y la vida diaria de más de 1.300 millones de personas.
Sólo es un paso más en la estructura de vigilancia puesta en marcha por Pekín, que ya monitoriza de forma muy dura a los gigantes de internet, hasta el punto de que Twitter no existe y Google tiene una versión especial aprobada por el Partido Comunista, y a los medios de comunicación. Ni Orwell.
Amenaza del Gobierno
"Aquellos que violen la ley y pierdan la confianza pagarán un alto precio". Que tu propio Gobierno te diga algo así tiene que dar miedo. Esa frase marca una de las líneas maestras en las que se basa este programa de control, según refleja el documento publicado por Pekín en el año 2014. No es la única frase que hace temblar a cualquiera. "Mantener la confianza es glorioso y romperla es una desgracia", refleja dicho plan que rezuma totalitarismo en todas las líneas.
Dicho programa fue producto de una serie de escándalos políticos y empresariales de corrupción que sentaron muy mal a la sociedad china. La confianza en las élites del país se desplomó y, fruto de eso, comenzaron los preparativos de este sistema.
China ya está trabajando de forma intensa en un software de reconocimiento facial a gran (enorme) escala que permita identificar a los ciclistas que se saltan un semáforo o a los peatones que cruzan una calle por donde no deben. Control absoluto.
Gracias a los avances en Big Data, Pekín ha conseguido generar y procesar una inmensa cantidad de datos que permiten ejercer este control sobre los ciudadanos. Además, ha creado una Plataforma de Información Compartida de Crédito Nacional, que no deja de ser una suerte de lista negra en la que aparecen los nombres de aquellos que tienen una calificación muy baja y que no pueden acceder a la compra de billetes de avión o de tren de alta velocidad.
Ciudadanos de segunda
Poco más de 300 kilómetros al norte de Shanghai, en la costa este de China, está la ciudad de Yiwu. Además de ser uno de los puntos financieros más importantes del país, y de ser la estación terminal de la línea de tren que une Madrid con el gigante asiático, esta localidad de casi 1,3 millones de habitantes es el gran banco de pruebas del sistema de calificación del Ejecutivo chino.
Vivir en Yiwu es hacerlo en tensión, pues todo suma y todo resta. Tanto para los ciudadanos locales como para los extranjeros, mayoritariamente gente de negocios, que tiene la ciudad como punto de residencia.
Según el sistema allí establecido, si tienes pocos puntos olvídate de pedir un préstamo a cualquier banco o de acceder a servicios básicos. Tampoco podrás alojarte en un hotel de lujo o adquirir un coche de alta gama. Está prohibido incluso mandar a los niños a un colegio privado de cierto nivel, una cosa habitual para ejecutivos que pueblan la zona y que gustan de enviar a sus niños a centros internacionales.
¿Cómo se ganan y se pierden estos puntos? Fácil. Te resta enteros cosas como no pagar a tiempo una factura, dedicar demasiado tiempo a los videojuegos o compartir una noticia que no es veraz. Una vez que el Gobierno local te los ha quitado te dan 15 días para apelar, para alegar que no habías hecho nada malo. Para sumar la receta es más o menos sencilla: ayudar a ancianos, hacer servicios sociales o proteger la propiedad pública.
Una situación similar se da en Hangzhou, una ciudad situada también en la costa este y que está poblada por nueve millones de personas donde también se aplica ya este programa de férreo control del comportamiento de la gente. Allí te caerá una penalización en forma de puntos por saltarte un semáforo o por cruzar a pie por donde no se debe, y para recuperarlos tendrás que acudir a trabajos voluntarios en favor de la ciudad o a donar sangre para sumar y no quedarte por debajo del mínimo.
Al norte de la provincia de Zhejiang se encuentra Zhoushan -que significa, literalmente, Montaña Barco-, una ciudad con casi un millón de habitantes que también ha implantado esta clasificación por puntos, aunque su caso es particular porque, incluso dentro de esta locura, es de las más restrictivas.
En Zhoushan te caen puntos negativos por usar el móvil o por fumar mientras conduces, o por cosas como pasear con tu perro sin correa o poner música en alto en medio de la calle. Gente quisquillosa.
Violación de los derechos humanos
Por supuesto, las principales organizaciones de defensa de los derechos humanos se han manifestado en contra de la imposición de estas políticas, por motivos bien obvios. China ya es uno de los países que menos respetan los derechos fundamentales, imponiendo una fuerte censura en casi todos los ámbitos, pero con estos planes de control van todavía un paso más allá.
Y no son los únicos. Gigantes empresariales como Microsoft ya han pedido una regulación que vigile los usos que hacen los países de tecnologías como el reconocimiento facial. Así lo ha explicado el presidente de la compañía, Brad Smith, que ha pedido más vigilancia sobre estas prácticas.
Smith apunta a la vigilancia masiva y a la invasión de privacidad como los principales problemas, y ha pedido al Congreso de Estados Unidos que implemente una moratoria sobre las tecnologías de vigilancia estatal. El problema es que la detección facial está tan presente, en el desbloqueo de móviles, en Facebook... que regularlo es muy complejo.
"Creemos que la única forma de protegernos contra estas prácticas es construir un mercado de competición sana. Eso supone tener la seguridad que las tecnologías que desarrollan empresas y organizaciones está regulada por la ley", ha explicado Smith en una carta publicada este mismo jueves.
En Caída en Picado, Bryce Dallas Howard, que interpreta a la protagonista, Lacie, acaba hundida porque su obsesión por llegar a la nota necesaria para entrar en un club de élite hace que entre en una espiral negativa. En China no será una serie, si no la vida real. Nadie se quedará fuera de un club privado, perderán sus hogares por no poder acceder a un crédito y serán vigilados constantemente por el Gobierno. Eso da miedo, y no Black Mirror.
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