El presidente del gobierno cree haber encontrado la fórmula magistral que puede dar al PSOE el triunfo en las próximas elecciones: presentarse como dique frente al ascenso de la extrema derecha.
Ayer, en el XI Congreso de los socialistas celebrado en Lisboa, Pedro Sánchez animó a la socialdemocracia europea a "hacer más" para frenar el "autoritarismo". Y no desaprovechó la ocasión para arremeter contra el PP y Cs por su posible pacto con Vox en Andalucía. "No se puede ser proeuropeo y apoyarse en fuerzas antieuropeas para gobernar", les reprochó.
La idea que manejan los gurús de Moncloa es que el ascenso de Vox le abre al PSOE la posibilidad de recuperar el terreno perdido en el centro político. Sánchez fue presentado en el Congreso bajo el lema Nothing is impossible. Pero lo que pretende ahora, un travestismo político tan incoherente como poco creíble -incluso para un político tan afortunado como él-, se torna impossible.
Lo que ha sucedido en Andalucía es la demostración de lo disparatado de su empeño. Las elecciones son, sin duda, una magnífica oportunidad para aprender de los errores, siempre que se quiera sacar lecciones y no tapar los fallos propios con explicaciones para el auto consuelo.
El PSOE debería mirar a los datos con un poco de frialdad y alejarse del simplismo con el que, por ejemplo, Susana Díaz justifica lo ocurrido el 2-D. Para la líder del PSOE de Andalucía lo que ha sucedido es que "el votante socialista, el votante de izquierdas, se ha quedado en casa". Si eso fuera cierto, el problema del PSOE sería que no ha sabido movilizar a sus votantes, que ha hecho una campaña aburrida o desmovilizadora. Y ya está. Eso, en sí mismo, es grave, dado que fue la presidenta de la Junta la que diseñó su campaña, sin contar con Ferraz, eligió la fecha del adelanto electoral, sin darle la opción a opinar a Pedro Sánchez, e incluso diseñó las listas electorales, dejando fuera de ellas todo rastro de sanchismo. Su desprecio hacia la dirección del partido fue tal que en los carteles electorales era ella, Susana Díaz, la que aparecía como imagen icónica apelando al voto, relegando a un segundo plano la marca PSOE.
La abstención, esa era la teoría que circulaba por el Palacio de San Telmo en la campaña electoral, beneficiaría al gobierno de la Junta. Por tanto, el aumento de la abstención (se pasó del 35,06% de 2015 al 41,35% en los comicios del 2-D) fue algo buscado desde el poder y no sólo el fruto de una apatía generalizada de la izquierda.
Puede que esa caída de cinco puntos en la participación haya perjudicado más a la izquierda que a la derecha. En términos brutos, esa bajada, si sólo hubiera afectado a la izquierda, explicaría la pérdida de 200.000 votos, pero es que, en conjunto, la izquierda (el PSOE más Adelante Andalucía) ha perdido 679.692 votos respecto a 2015. Mientras tanto, la derecha ha ganado 346.907 votos, a pesar de la caída de participación.
Mientras que Ciudadanos le ha robado 10 escaños al PSOE en Andalucía, Susana Díaz no ha conseguido quitarle al centro derecha ni un solo parlamentario
El terremoto andaluz, por tanto, no se explica sólo porque los votantes de izquierdas se hayan quedado en casa, sino porque ha habido una transferencia de voto de la izquierda al centro derecha.
Según los datos de GAD-3 (la empresa de Narciso Michavila que fue la que más se acercó al resultado final en Andalucía), de los 21 escaños que obtuvo Ciudadanos casi la mitad (10) procede de antiguos votantes del PSOE. Mientras que el partido que más votos obtiene de antiguos abstencionistas es Vox: 3 de sus 12 escaños proceden de la abstención.
Sin embargo, mientras al PSOE se le iban miles de votantes hacia Ciudadanos, Susana Díaz sólo lograba robarle un escaño a Podemos y otro a la abstención. Ninguno al centro derecha.
Es decir que el PSOE, a pesar del perfil moderado que ha querido ofrecer la presidenta de Andalucía, no le ha arrancado ni un sólo escaño ni a Ciudadanos ni al PP.
La debacle de la izquierda (el batacazo no sólo ha afectado al PSOE, sino a la suma de Podemos e IU) viene a cuestionar uno de los axiomas sociológicos asumidos sin discusión durante años: Andalucía es de izquierdas. El CIS se ha encargado de cebar ese mito. En su última encuesta sobre Andalucía (en la que le daba al PSOE hasta 47 escaños y sólo uno a Vox), el 60% de los encuestados se situaba ideológicamente entre el centro izquierda y la extrema izquierda. De ellos, una clara mayoría (51%) coloca al PSOE entre la izquierda y la extrema izquierda.
¿Cómo explicará José Félix Tezanos que, mientras en su encuesta sólo un 19,1% de los andaluces se consideran a sí mismos de derecha o de centro derecha, el voto sumado de PP, Cs y Vox haya logrado el 50% del voto en las últimas elecciones? O bien se ha producido un vuelco ideológico inaudito en sólo un mes en Andalucía (la encuesta del CIS se hizo en octubre), o bien la forma de medir la inclinación ideológica de los ciudadanos tiene poco que ver con la realidad de lo que votan.
Si Susana Díaz se equivoca a la hora de situar su "reflexión" (ahora se le llama así a lo que antes se llamaba "autocrítica") en el terreno de la movilización del voto de izquierdas, el gobierno yerra igualmente al pretender que, de cara a las generales, lo que le interesa al PSOE es presentarse como la mejor opción para el votante de centro. Esa decisión táctica de Moncloa se basa en una hipótesis todavía por demostrar: el apoyo de Vox a un gobierno de centro derecha en Andalucía radicalizará al PP y a Ciudadanos, dejando libre para el PSOE el voto de la moderación.
Sánchez tiene muy difícil aparecer ahora como el muro contra Vox. Su pretendida moderación choca con sus pactos con Podemos y el apoyo de los independentistas
El PSOE tendrá que hacer un gran esfuerzo para convencer a los españoles de que es el partido genuino del centro. Por ejemplo, en Andalucía sólo un 9% de los que se consideran de centro han votado al PSOE en las últimas elecciones. El voto de centro en Andalucía lo acaparan Ciudadanos (35%) y el PP (17%), mientras que un porcentaje no desdeñable (25%) procede de la abstención. Nada menos que el 42% del voto que se identifica ideológicamente con la izquierda es voto del PSOE.
Virar hacia el centro no es tan fácil como parece. En primer lugar, porque el PSOE ha pactado los presupuestos con Podemos, sobre la base de hacer una política económica netamente de izquierdas, en la que las medidas que más sobresalen son la subidas de impuestos y salarios. Pero, en segundo lugar, y más importante aún, Pedro Sánchez ha llegado a Moncloa gracias a los votos de partidos radicales de izquierda y de independentistas. Mientras que eso no cambie va a ser muy difícil que el ciudadano medio vea al PSOE como un partido moderado y centrista.
En el pecado Sánchez lleva la penitencia. Dijo que no llegaría al gobierno a "cualquier precio" y apoyándose en los "partidos que quieren romper España" y, al final, su moción de censura salió adelante gracias a ellos. Pedirles a PP y a Ciudadanos que renuncien a gobernar a Andalucía porque para ello necesitan el respaldo de Vox es un tanto infantil. Si el PSOE se abstiene en la investidura, sobran los votos de Vox.
Argumentar que el PSOE ha ganado las elecciones como argumento para que PP y Cs permitan que Susana Díaz continúe gobernando en Andalucía como si nada hubiera pasado resulta pueril viniendo de Sánchez, que arrebató el poder a Rajoy cuando el PP superaba a su partido en más de 50 escaños.
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