La teoría del voto útil saltó por los aires con las elecciones en Andalucía. El PP había llamado a la concentración del voto e hizo campaña contra Vox basándose en la tesis de que apoyar al partido de Santiago Abascal daba, en la práctica, más posibilidades a Susana Díaz para que repitiera su mandato al frente de la Junta de Andalucía. Muchos votantes populares no hicieron caso a esa amenaza y, en efecto, Vox le arrancó 6 de sus escaños al PP.  Pero el ascenso de la formación verde ha hecho posible un escenario con el que nadie contaba: la derecha ha sumado 212.000 votos más que la izquierda haciendo posible la expulsión de los socialistas del Palacio de San Telmo.

Juanma Moreno nunca se hubiera imaginado que perdiendo siete escaños y habiendo sacado 24 menos que Javier Arenas en 2012 podría llegar a gobernar la Junta, algo que ahora parece tener al alcance de la mano.

¿Qué es lo que ha ocurrido? Para empezar, que casi nadie detectó que la derecha estaba mucho más movilizada que la izquierda. Tres de los doce escaños de Vox proceden de la abstención. La caída en la participación en Andalucía sólo perjudicó a la izquierda. Incluso un pequeño porcentaje del voto de la izquierda se fue al partido de Abascal.

Por tanto, dado que Moreno ha conseguido mantener una distancia de cinco escaños sobre Ciudadanos (que junto a Vox ha sido el gran vencedor de la convocatoria del 2-D), y gracias precisamente a los votos que se le han ido a Vox, el PP está a punto de conseguir algo en lo que nadie creía, ni siquiera en la planta noble de Génova, durante la campaña electoral.

La teoría del voto útil funciona bien en un esquema bipartidista. Si los votantes dudosos creen que dando su apoyo a un pequeño partido la opción ideológica contraria a la suya puede resultar beneficiada, entonces tiende a concentrar su voto. Pero en un esquema multipartidista y cuando el lectorado de uno de los bloques está muy movilizado, la fragmentación puede lograr resultados que, a priori, pueden parecer contradictorios.

La fragmentación del voto de derechas en Andalucía no ha dado como resultado el triunfo de la izquierda, sino la posibilidad de un cambio político histórico en la Junta

El shock de Andalucía nos ha hecho ver una realidad que algunas encuestas se empeñaban en ocultar. Y eso ha sucedido en parte porque los andaluces han votado en clave nacional y el partido que mejor lo ha sabido detectar ha sido Vox. Los casi 400.000 andaluces que votaron en verde no sólo han comprobado que no han tirado sus votos, sino que gracias a ellos Susana Díaz tendrá que dejar el poder.

La bronca que tuvo lugar esta semana en la reunión del Grupo Parlamentario Socialista demuestra que existe un consenso transversal sobre la auténtica causa del descalabro: Cataluña.

La manera en la que han reaccionado algunos presidentes de comunidades autónomas, como Emiliano García Page, que ha llegado a insinuar la ilegalización de los partidos independentistas que quieren saltarse la Constitución, demuestra también que el grado de preocupación entre los dirigentes socialistas ha aumentado exponencialmente tras el batacazo de una candidata a la que suponían invulnerable. Si el gobierno no reacciona, el efecto andaluz puede arrasar en territorios y ciudades donde ahora gobierna el PSOE en coalición con otro grupos de izquierda.

En principio, el ascenso de Vox no estaba mal visto por los asesores de Pedro Sánchez  porque, de esa forma, se reducía las posibilidades del PP. En Moncloa nadie pensó la peor de las hipótesis: ¿y si la suma de la derecha produce un vuelco?

La encuesta que publicó el pasado jueves Eldiario.es no ha hecho sino confirmar ese temor: si se celebraran hoy elecciones la suma de PP, Ciudadanos y Vox podría alcanzar la mayoría absoluta. El ascenso del PSOE respecto a las elecciones de 2016 no compensaba la caída en picado que sufre Podemos.

Como he dicho ya en esta misma columna, Vox ha llegado para quedarse y se equivocan los que piensan que el surgimiento de un partido populista de derechas es flor de un día. Pero una cosa es que Vox se quede limitado a un porcentaje de entre el  10% y el 12% del electorado y otra es que pueda llegar a alcanzar cifras próximas al 20%, como vaticinan algunos defensores de la formación verde.

El ascenso de Vox está siendo muy homogéneo en casi toda España y puede dar la sorpresa en Cataluña, donde el hundimiento del PP parece inevitable

No vamos a tardar mucho en comprobarlo. Las elecciones de mayo supondrán para Abascal una auténtica revalida para sus opciones como alternativa. Se podrá medir al mismo tiempo su apoyo en número de votos a nivel nacional (en las elecciones europeas se vota como circunscripción única) y su capacidad para repetir el éxito de Andalucía en otras comunidades, además de testar el éxito de candidatos a las elecciones municipales que ahora nadie conoce.

Vox tiene un líder con una fuerte personalidad que conecta muy bien con el perfil del votante más conservador de la derecha. El ideario de su partido es simple pero da respuesta a las preocupaciones de ese electorado más escorado a la derecha que, hasta ahora, no tenía más opción que el PP: unidad de España, defensa del catolicismo, bajada radical de impuestos, abolición de las políticas de género, etc.

Los excesos que se han cometido desde el gobierno en imponer por ley lo políticamente correcto le han dado a Vox apoyos que ni esperaba. La defensa de la fiesta de los toros, o de la caza, le ha granjeado simpatías en amplios sectores del medio rural.

El ascenso de Vox parece bastante uniforme, aunque, en principio, tendría mayor tirón en comunidades como Castilla-La Mancha o Extremadura que en Galicia, por ejemplo. Sin embargo van a sorprender sus resultados en Cataluña, donde el hundimiento del PP parece no tener remedio. En pueblos del Bajo Llobregat el ascenso de Vox está siendo espectacular, según me confirmaba una fuente próxima a Sociedad Civil Catalana esta misma semana. La radicalización del independentismo está generando como respuesta una subida inesperada del partido de Abascal.

Al populismo no se le combate con el insulto o la descalificación. Hay que usar argumentos. Si no se actúa con inteligencia Vox puede acabar engullendo al PP por la derecha

Un test para las próximas elecciones autonómicas en Cataluña será lo que ocurra en los comicios para el ayuntamiento de Barcelona. La candidatura de Manuel Valls, según las citadas fuentes, podría lograr entre 11 y 13 concejales, mientras que el PSC podría alcanzar hasta cinco concejales. Pero para alcanzar la mayoría absoluta hay que sumar 21 ¿Qué ocurrirá si el PP desaparece y es Vox quien tiene la llave para dar la alcaldía al ex primer ministro de Francia? ¿Rectificará Valls lo dicho hasta ahora sobre  Vox o se mantendrá en sus trece y permitirá un gobierno local de coalición liderado en este caso no por Colau, sino por los independentistas?

El centro derecha necesita a Vox, pero tiene que andarse con cuidado y no cederle el terreno, si quiere acabar siendo devorado por el partido emergente. Los votantes le han perdido el miedo a la teoría del voto útil y hay una parte no pequeña de votantes del PP que quiere darse el gusto de dar su apoyo a un partido anti independentista y anti Podemos.

A los partidos que proponen recetas sencillas a problemas complejos (como sucedió con Podemos) no hay más que dejarles que el tiempo les ponga en su lugar para que sus votantes descubran que no es tan fácil asaltar el cielo o recuperar la grandeza del viejo imperio.

Vox es la respuesta oportuna a la derecha cabreada y está en plena eclosión. Todo lo que sea insultarles (por ejemplo, calificándolos de fascistas, cosa que no son), agredirles o arriconarles les beneficia. El victimismo siempre ha sido terreno abonado para el populismo. La única forma de combatirles es con inteligencia y argumentos. Algo que no está muy en boga hoy en la vida política, pero que hay que recuperar a toda prisa si no queremos que todo lo que hemos construido con tanto esfuerzo se vaya al traste casi sin que nos demos cuenta.