El gobierno ha cerrado el año político con un gatillazo en toda regla en Barcelona. Tras haber hecho un esfuerzo digno de mejor causa convirtiendo el Consejo de Ministros en una especie de cabalgata de reyes magos (subida del SMI a 900 euros, del salario de los funcionarios un 2,25%,... y otras medidas especialmente dedicadas a los anfitriones, como inversiones en carreteras, cambio de nombre del aeropuerto del Prat y ¡oh sorpresa! restitución de la dignidad del president Companys) el resultado ha sido frustrante. No sólo porque los CDR mantuvieron en vilo a la ciudad durante toda la mañana del viernes, sino porque la respuesta del Govern a la generosidad del ejecutivo fue fría y distante. "Para cambiar el nombre del Prat no hacía falta venir a Barcelona", dijo secamente la consejera de presidencia de la Generalitat, Elsa Artadi. Así que la pasión que ha puesto Pedro Sánchez por contentar al independentismo ha servido de poco. Imaginen la cara del esforzado amante tras el acto ("¿Te ha gustado, cariño?"): "Para esto no hacía falta que vinieras".

¿A quién se le ocurriría la idea de hacer un Consejo de Ministros en Barcelona? Sánchez, como le ocurrió en su día a Mariano Rajoy, tal vez pensó que la "inflamación" se curaba con un poco de cariño, pero la realidad es testaruda y, una vez más, ha demostrado que el independentismo no se sacia con carreteras, ni con rebautizar al aeropuerto con el nombre de Tarradellas, ni siquiera con la condena al gobierno de Franco que aprobó el fusilamiento de Companys. El objetivo es la independencia, la soberanía y lo demás son zarandajas.

Lo peor para Sánchez es que ha evidenciado lo necesitado que está del respaldo de los independentistas. Maestros en el arte del fingimiento le han dado un repaso bíblico al gobierno. Primero, le dieron un poquito de oxígeno con la aprobación de la senda de déficit, haciéndole creer que incluso podrían votarle los presupuestos y luego...

No tiene precedentes el tira y afloja de la reunión con Torra previa al Consejo de Ministros, con versiones contradictorias y desmentidos de uno y otro lado. En realidad, ambas partes lo sabían, el encuentro no servía para nada, pero era un símbolo. Era el valor simbólico lo que estaba en juego. El presidente de la Generalitat tenía claro que era una oportunidad de oro para evidenciar que no se trataba de un encuentro entre el presidente del gobierno y el de una comunidad autónoma, sino de constatar la excepcionalidad que representa Cataluña respecto al resto de las autonomías. El empeño en reclamar una relación bilateral en pie de igualdad, que viene de lejos, pudo concretarse al fin, porque Sánchez no se podía permitir el lujo de que su ofrecimiento de encuentro vis a vis fuera rechazado por el presidente catalán.

Carmen Calvo se empeñó en introducir en el comunicado conjunto una referencia a la Constitución, cosa a la que se negaron Artadi y Aragonés

Si el contenido de la reunión hay que juzgarlo por el comunicado conjunto que fue difundido a última hora del jueves, puede afirmarse que Torra fue el auténtico triunfador de la malhadada cita. La bilateralidad está omnipresente en el breve comunicado de apenas doce líneas. La coincidencia entre los dos gobiernos es la constatación de la "existencia de un conflicto sobre el futuro de Cataluña". La delegación española (encabezada por la vicepresidenta Carmen Calvo) se empeñó en introducir en el texto una referencia a la Constitución, pero lo único que logró fue una mención a un ambiguo "marco de la seguridad jurídica".

Pero lo más grave de ese comunicado está en el compromiso adquirido por ambas partes de buscar una "propuesta política que cuente con un amplio apoyo en la sociedad catalana" ¿Le cabe a alguien alguna duda de que esa propuesta no es otra que el derecho a decidir, o sea, la autodeterminación o, más en concreto, un 1-O con todas las garantías legales? Ese "derecho a decidir" que cuenta con el respaldo de todo el independentismo y con las simpatías del PSC y de los comunes es respaldado, según diversos sondeos, por el 80% de los catalanes ¿Existe alguna propuesta que cuente con "más apoyo en la sociedad"? Mencionar la Constitución hubiera sido una contradicción con ese fin, ya que el referéndum de autodeterminación no figura en la Carta Magna. Por tanto, hay que concederle a la delegación de la Generalitat un éxito sin paliativos en esa insólita cumbre.

Después de haber cedido hasta extremos inconcebibles, de haber sufrido la humillación de verse forzado a movilizar a casi 10.000 agentes para poder celebrar una reunión del Consejo en la Lonja del Mar, el resultado ha sido el desdén, incluso el desprecio, de los que han logrado demostrar que el gobierno de España no es bienvenido en Cataluña.

Lo más grave del comunicado conjunto de "los dos gobiernos" es el compromiso de poner en marcha una vía que no puede ser otra que la del derecho a decidir

Alguien puede pensar que el gobierno planificó una estrategia de cara al 21-O. Nada más lejos de la realidad. Todo ha sido fruto de la improvisación. Primero, se anunció que el Consejo de Barcelona aprobaría la subida del salario mínimo; luego, se añadió la subida a los funcionarios, para finalmente, en los días previos, añadir los regalos de Tarradellas y, sobre todo, de Companys, algo que, se pensaba, contentaría especialmente a Oriol Junqueras y a los líderes de ERC.

Sánchez, probablemente sin darse cuenta, ha caído en una trampa de imprevisibles consecuencias. El independentismo tiene ya en su mano un compromiso firmado por parte del gobierno: dialogar para dar satisfacción al derecho a decidir. Y ello, ¿a cambio de qué? ¿De la aprobación de los presupuestos? Antes de que esa posibilidad se haga efectiva, los independentistas exigirán concreción sobre la prometida vía de amplio consenso en la sociedad catalana.

El presidente del gobierno se ha metido él solo en la jaula de los leones y, mientras los felinos se relamen, los dirigentes socialistas que presiden autonomías o dirigen consistorios de grandes ciudades se echan las manos a la cabeza ante las repercusiones que puede tener ese coqueteo con el independentismo en las elecciones del mes de mayo.

Sánchez, que piensa, como antes otros presidentes, que está tocado por una especial baraka, está jugando con fuego y cree que, en caso de verse forzado a adelantar los comicios, su partido siempre sumará una mayoría similar a la de la moción de censura, con el PSOE como partido más votado. Pero la suerte es volátil. Si no, que se lo pregunten a Susana Díaz.