A los franceses les hipnotiza la decadencia. Declive, caída, hundimiento reflejan ese pesimismo intelectual, esa insatisfacción congénita. El candidato Macron emergió en 2017 como un icono en auge, un entusiasta pragmático contra el populismo de Marine Le Pen, contra la frustración imperante en Francia, contra la desesperanza europea. Termina 2018 con el presidente Macron en caída libre, un mito en declive. La incertidumbre como la única certeza.
The Economist eligió Francia como el país de referencia en 2017. Decía la revista que la victoria de Macron, a sus 39 años, “dio esperanza a quienes piensan que la vieja división derecha-izquierda es menos importante que abierto-cerrado”. La ilusión que llevó al jovencísimo ex ministro de Economía al Elíseo había crecido gracias a una fe en un ídolo con pies de barro. Los franceses temían que fuera así pero no querían a Marine Le Pen como presidenta.
Los vecinos europeos creyeron que había nacido un nuevo mito porque se negaban a verlo como una frágil tabla de salvación con fecha de caducidad. Europa necesitaba un líder en Francia que sumara fuerzas a la canciller Merkel en Alemania.
La portada de The Economist después de las presidenciales en las que venció Macron le retrataba andando bajo las aguas, con una Marine Le Pen hundida. ¿El salvador de Europa?, se preguntaba la revista británica.
Empezó con aura de emperador y eligió para su coronación la música del Himno a la Alegría. En breve todos le consideraron la gran esperanza del europeísmo globalista frente a los ultranacionalistas populistas.
Fuera de Francia Macron despertó el entusiasmo. Llegaba al poder un líder joven, moderno, culto, que había creado en un tiempo récord un movimiento llamado En Marcha, que había impedido que los populistas de Marine Le Pen llegaran al poder. Sin embargo, nos olvidamos de quienes le eligieron como mal menor y quienes se quedaron en casa o votaron nulo o en blanco, un récord en unas presidenciales.
En la segunda vuelta la abstención superó el 25%, un dato inédito en unas presidenciales de tal transcendencia. El 35% de los parados y el 34% de los que cobran menos de 1.250 euros mensuales prefirieron no votar. Son quienes ahora visten chalecos amarillos y piden su dimisión.
“Macron nunca cayó bien a los franceses. Es visto como parte de la élite financiera con intereses alejados del francés medio. Su triunfo venía impulsado por el voto anti Frente Nacional y en el contexto del hundimiento de Hollande y del Partido Socialista, más la crisis de la candidatura del conservador Fillon. Le favorecieron las circunstancias”, señala Ángel Rivero, catedrático de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid.
Despertó mayor entusiasmo entre los europeos temerosos de que los cantos de sirena del Brexit encandilaran a los franceses.
Macron nunca cayó bien a los franceses. Es visto como parte de la élite alejada del francés medio. Le favorecieron las circunstancias", señala Rivero
En la actualidad el 74% de los franceses ven a Macron como “el presidente de los ricos”. Sus rivales en las calles, los chalecos amarillos, cuentan con la “comprensión” de casi un 70% de los franceses, si bien pierden apoyos los más violentos. A su vez, casi un 50% considera que ha logrado mucho de lo que reclamaba este colectivo informe y anárquico.
En su primer año acometió algunas de las reformas que había prometido, como la controvertida reforma laboral, motivo de las primeras protestas en las calles. Al cumplirse un año de su mandato solo un 44% de los franceses estaba satisfecho con su gestión. Pero Macron seguía firme su curso.
Realizó el cambio del acceso al sistema de ferrocarriles (ahora ya no son funcionarios) y la reforma tributaria con la polémica eliminación del impuesto a las grandes fortunas. Su popularidad se iba resintiendo pero también estaba cumpliendo su promesa de reducir el tamaño del Estado. Aún quedaba por llegar lo peor.
Presidente omnipotente
Macron sorprendió en su campaña electoral porque supo ir por delante de los demás candidatos a la hora de interpretar los datos. Tampoco se dejó llevar por el pesimismo al partir como uno de los candidatos con menos posibilidades.
Didac Gutiérrez-Peris, experto en opinión pública y profesor en la Sorbona, destaca cómo el Macron candidato “supo precisamente leer las tendencias de fondo y anticiparse a ellas, en particular el hartazgo hacía los partidos tradicionales”.
No vio venir la preocupación por la pérdida de poder adquisitivo y la falta de unanimidad sobre la transición ecológica", dice Gutiérrez-Peris
Sin embargo, según Gutiérrez-Peris, como presidente “no vio venir lo que durante meses los institutos de opinión llevan señalando: por un lado, la preocupación creciente por la pérdida de poder adquisitivo desde marzo 2018; por otro, el fin de la unanimidad alrededor de las bondades de la transición ecológica”. Se veía omnipotente.
“El poder adquisitivo”, según Gutiérrez-Peris, “es un concepto en el que se dan cita todas las paradojas francesas: por un lado, la obsesión por un Estado considerado punitivo por tener una de las imposiciones más importantes del mundo –Francia destina a su gasto público el 57% de su PIB, 13% más que Alemania–; por el otro, una incapacidad crónica para repensar políticamente un Estado del bienestar generoso que permita al país resistir, por ejemplo, una crisis como la de 2008-2014”.
La Francia del coche se rebela
Donde más ha dolido esa pérdida de poder adquisitivo y la amenaza de presión fiscal sobre los carburantes es en la Francia rural, la Francia que habita en pueblos o ciudades de tamaño medio. El coche es su herramienta de trabajo y la anunciada subida del carburante les llevó a las rotondas, también símbolo de la Francia móvil movilizada.
El 17 de noviembre los llamados chalecos amarillos, la prenda obligatoria para los automovilistas, llevaron su grito a las grandes urbes. Sin líderes y sin programa, activados por las redes sociales, se plantaron en las calles de ciudades donde viven las élites y expresaron su rabia sábado tras sábado. Cincuenta años después del Mayo del 68, París estaba de nuevo en llamas.
Uno de los fallos de Macron ha sido menospreciar a esa Francia más modesta, dispersa en miles de focos pero conectada", dice Yves Harté
“Uno de los fallos de Macron ha sido menospreciar a esa Francia más modesta, muy airada, dispersa en miles de focos pero conectada. La única representación cultural que tenía en mente era la de una start up nation, conectada a la globalización. Estas dos visiones de Francia conviven en el mismo país. En el futuro puede agrandarse la ruptura entre ellas”, señala Yves Harté, director editorial del diario francés Sud Ouest.
Empezaron pidiendo que se suprimiera el impuesto sobre el carburante pero fueron incrementando sus demandas, al ver cómo se sumaban los seguidores, hasta llegar a reclamar la dimisión de Macron. Obsesionado por hacer creíble a Francia a nivel europeo, y reducir la deuda, y por la lucha contra el cambio climático, no se dio cuenta de quiénes serían las víctimas en su país de ese plan.
Tiene su lógica, ya que Macron se ha presentado como el único interlocutor ante el pueblo, un presidente jupiteriano, un dios ante su pueblo. “Creía que había acabado con las resistencias políticas y sindicales, y apoyándose en un movimiento en torno a su persona, se ha presentado como el único ante quien rendir cuentas y así ha sido”, señala Harté.
Aunque en los sondeos Macron apenas cuenta con un 27% de aprobación, también es cierto que tiene un 25% de fieles que ven peor cualquier otra opción.
La extrema derecha y la extrema izquierda han querido abanderar a los chalecos amarillos sin éxito. Cuatro de cada diez serían votantes de Marine Le Pen, y dos de cada diez de Mélenchon, pero tampoco se sienten representados por ellos. En suma, forman parte de la clase política.
La violencia fue creciendo de tono en las manifestaciones hasta obligar al Gobierno a movilizar a miles de agentes los dos últimos sábados para intentar frenarles. Aún así ocho personas han muerto y cientos han resultado heridos y detenidos en diversos incidentes relacionados con esas protestas.
Después de semanas de mutismo, el presidente Macron habló al pueblo francés el pasado 10 de diciembre. Solemne y aparentemente afectado por la crisis, reconoció haberse equivocado, incluso admitió su arrogancia. No había escuchado al pueblo. Lo hizo desde una mesa dorada en uno de los salones más lujosos del Elíseo, sin olvidar su papel presidencial.
El hecho es que se estaba sometiendo al pueblo. “En Francia este particular tira y afloja tiene mucho que ver con la figura del pueblo soberano, capaz de alzar a presidentes tratados como reyes y al mismo tiempo arrojarlos al vacío”, explica Gutiérrez-Peris.
Elevó 100 euros el salario mínimo, suprimió las tasas a las horas extra y prometió una paga de navidad de 1.000 euros a los sueldos más bajos. En total, el cambio de rumbo costará al Estado 10.000 millones de euros. El riesgo de no cumplir con el déficit máximo del 3% es altísimo. La protesta ha bajado de intensidad pero siguen convocándose y los más radicales apuestan por seguir adelante.
Con sus concesiones, manda el mensaje de que si la protesta es violenta, se atiende y confirma el estereotipo de desprecio por el pueblo", dice Rivero
“Con sus concesiones Macron manda el mensaje de que si la protesta es violenta se atiende y confirma su estereotipo de desprecio por el pueblo. Esto no va a atemperar los ánimos, solo momentáneamente. Confirma que las penurias son resultado de la voluntad de los políticos porque si quieren, cambian sus medidas”, señala Rivero.
Sin embargo, otros presidentes franceses obraron de la misma manera. “Ha reaccionado como muchos antes de sus predecesores, en particular Alain Juppé cuando tuvo que retirar su plan de reforma de las pensiones después de un pulso histórico con los sindicatos en 1995. En un conflicto con tintes de insurrección, la cultura política francesa casi siempre se ha decantado por la máxima que ‘el pueblo siempre tiene razón’”, comenta el investigador de La Sorbona.
En este momento, junto a las concesiones económicas resulta relevante cómo los insurrectos están marcando la agenda presidencial. Una de sus demandas más significativas es la celebración de referendos de iniciativa popular, lo que, como hemos visto en el Reino Unido con el Brexit, es una bomba cuando se pone en manos de populistas maestros en la difusión de noticias falsas en las redes sociales.
Gobernar con referendos
En Francia la Constitución contempla la convocatoria de referendos. O bien es el presidente quien lo convoca o, según una reforma de 2008, puede solicitarlo una quinta parte del Parlamento apoyado por una décima parte de los votantes. Serían necesarias en la actualidad 4,5 millones de firmas. Aún no se ha convocado ninguna consulta según estas prerrogativas.
“Los chalecos amarillos hablan un lenguaje que es el del populismo. Por eso demandan los referendos de iniciativa popular. Se contrapone la democracia representativa con la democracia directa con referendos. Eso significa aceptar la derrota frente al populismo. Se construyen sobre engaños. Aceptar estas reclamaciones sería una derrota”, señala Ángel Rivero.
Las dificultades en Francia seguirán para Macron en 2019. En enero va a hacerse efectiva la reforma de la declaración de la renta. En realidad, se pagará lo mismo pero en lugar de anualmente, el descuento se aplicará en el salario de forma mensual. Habrá que estar atentos a cómo lo perciben los chalecos amarillos.
La inacción reforzará el sentimiento de que Macron ha fracasado y una obstinación en las reformas puede provocar más rechazo", afirma Harté
“Lo más difícil será continuar con las reformas necesarias, y revisar las pensiones. Corre un doble riesgo. La inacción reforzará el sentimiento de que la solución Macron ha fracasado y que Francia es imposible de reformar. Pero demasiada precipitación y una obstinación en reformar puede provocar más rechazo. En 2019 emprende un camino crítico que deriva en un precipicio por dos lados. Debe escuchar la voz de Francia para guiarse”, señala Harté.
Europa huérfana de líderes
Así encara Europa el año 2019 huérfana de liderazgo. Con una Merkel en retirada, aunque aún al mando en Alemania y Macron pendiente de una crisis de resolución incierta, Europa se ha quedado en un limbo justo cuando se celebrarán unas elecciones parlamentarias cruciales en mayo.
“Para el proyecto europeo la reacción de Emmanuel Macron parece indicar que el presidente no está dispuesto a seguir sacrificando su estabilidad interna eternamente mientras Alemania y el resto de socios le dan largas a su voluntarismo reformador, en particular respecto a la eurozona. En este sentido existe la posibilidad que después de dos años de la llegada de Macron se haya cerrado la ventana de oportunidad para acometer un salto federal y social”, señala Gutiérrez-Peris.
A quienes más alegría les han dado los problemas de Macron es a Matteo Salvini, líder de la Liga y ministro italiano del Interior, a Steve Bannon, ideólogo del presidente Trump en la campaña de 2016, y al propio Trump.
I am glad that my friend @EmmanuelMacron and the protestors in Paris have agreed with the conclusion I reached two years ago. The Paris Agreement is fatally flawed because it raises the price of energy for responsible countries while whitewashing some of the worst polluters....
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) December 4, 2018
“Europa no sabe hacia dónde va. El discurso que defiende ‘sin Europa estábamos mejor’ tiene cada vez más seguidores. Ha dejado de ser un discurso marginal en Francia. EEUU y Rusia lo favorecen”, explica Ángel Rivero, autor de Geografía del populismo. Rivero no ve imposible que en un futuro Francia se decante hacia los extremos, es decir, el Frente Nacional y la Francia Insumisa, como ha ocurrido en Italia con la Liga y 5 Estrellas.
“Ya no hay líderes como en el pasado. Angela Merkel está en retirada. Esta falta de liderazgo debilita el proyecto europeo. No hay ningún líder identificable con el proyecto europeo, concluye Rivero.
Ese abrazo de Macron y Merkel en el centenario de la I Guerra Mundial despertó esperanzas. Pero estos gestos han de ir más allá de los aniversarios y deben respaldarse con políticas. En 2019 sería necesario un giro de 180 grados. Macron ha de reinventarse y Merkel luchar por su legado. Europa está en su año cero.
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