Política

Navidad en Malí: la vida de las tropas españolas en la frontera avanzada de Europa

La teniente Mazarro y el sargento Humberto Pérez junto a algunos de sus compañeros en la base de Koulikoro durante la visita el jueves de Pedro Sánchez. | El Independiente

A las 5,30 de la mañana sirven el desayuno en la base militar europea de entrenamiento situada en la pequeña localidad de Koulikoro, en Malí. De los 25 países que participan en esta misión de entrenamiento del ejército local para combatir el terrorismo, el ejército francés se encarga de la cocina. “Hay muchos huevos, queso, yogur…”, explica el soldado Suela, uno de los 254 españoles que participan en la misión que este jueves ha visitado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Antes de las seis, los militares comienzan a hacer deporte, la principal actividad de ocio en una base compartida por 600 efectivos que tienen como objetivo adiestrar al ejército maliense para que sea capaz de controlar las insurrecciones internas.

La misión comenzó en diciembre de 2012, después de que el país africano pidiera ayuda a su antigua metrópoli, Francia, cuando los rebeldes tuaregs se unieron al Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA) y se levantaron en armas contra el poder central en la capital, Bamako. En pocos meses, toda la parte septentrional del país (Kidal, Tombuctú y Gao) había sucumbido a la ofensiva de los rebeldes y los yihadistas.

Tras un alzamiento militar, el presidente de la República de Malí solicitó el despliegue de una misión de formación militar de la Unión Europea en Malí que tiene como objetivo que el Ejército sea capaz de combatir rebeliones similares y acabe con la guerrilla que sigue activa en las zonas desérticas del país, principalmente en el norte.

“Tras el adiestramiento se van a luchar a Tombuctú”, explica el sargento Humberto Pérez, del Batallón de Zamora, que lleva un mes y una semana como entrenador de efectivos malienses del ejército y la gendarmería. Es uno de los siete instructores españoles de los 76 europeos que adiestran en materia de balística, armamento, camuflaje, tiro, diseño de operaciones, logística, uso de la inteligencia militar, etc.

“Muchos malienses llegan con problemas de visión por el sol. Lo primero que tienen que hacer son pruebas médicas”, explica el militar gallego, que también empieza el día temprano. “Hay una cantina española abierta hasta las 22 horas para tomar un refresco y un bar internacional”, pero “alcohol muy poco”, explica.

A las 6,30, el sargento Humberto suele jugar un partido de voleibol o una “pachanguita de fútbol” con sus alumnos malienses “para hacer piña”. Luego, a las 8,30 comienzan las clases de unos cursos que pueden durar entre dos y seis semanas.

Una vez formados, sus alumnos marchan para combatir los restos activos de la guerra civil que trajo a las tropas europeas hasta el país. “Son personas humildes y vienen con muchas ganas de aprender. Es normal que quieran formarse bien por lo que  tienen que afrontar luego”, explica. "No se van muy contentos, yo creo que la irse a luchar no es voluntario", lamenta. La principal barrera entre europeos y africanos, así como entre los propios contingentes de la misión es el idioma, ya que los malienses hablan el bambara y los militares se dividen entre el inglés, el francés, el español, el alemán… “Entre los gallegos y los portugueses no tenemos problema, pero al final el ser humano se hace entender”, bromea el sargento.

El joven militar va a estar seis meses sin ver en persona a su hijo Aníbal, de dos años, con el que habla a diario a través de una débil conexión wifi en la 'casa de España' de la base situada cerca del río Níger. “Se echa mucho de menos a la familia, este año no los hemos visto en Navidad”, relata sin perder la sonrisa. Ese sacrificio personal de los militares allí destacados se sobrelleva mejor por el hecho de que están absolutamente convencidos de la utilidad y la importancia de su misión.

“Mi trabajo es de los mejores, estoy en contacto con el ejército maliense y estamos viendo su buena evolución. Hace cuatro años iban en un convoy y se comían todos los explosivos que les ponía la guerrilla en el suelo. Ahora saben sortearlos”, explica orgulloso.

De entre los 254 españoles sólo hay siete mujeres. La teniente enfermera María Dolores Mazarro, del Regimiento de Infantería de Canarias  50, es una de ellas, y forma parte del equipo sanitario que atiende las lesiones de los militares. “Lo más habitual son golpes y lesiones traumatológicas”, señala satisfecha. “Es mi primera misión internacional y estoy aprendiendo muchísimo”, insiste. Comparte destacamento con compañeros de la brigada Galicia y unos cuantos infantes de marina del Tercio de la Armada.

“Nuestro trabajo es fundamental. Estamos instruyendo a las tropas para que el día de mañana se puedan valer por sí mismas. No puede ser que un ejército no sea capaz de controlar su propio país. Estamos protegiendo la frontera avanzada de entrada en Europa”, explican los soldados Suela y Correa, que advierten de que los países que forman el Sahel (zona de transición entre el desierto del Sáhara al norte y la sabana sudanesa al Sur que cruza África) son zona de tráfico de drogas, armas terroristas y trata de personas que “pueden poner en riesgo la seguridad de España y de Europa”. Las tropas locales son entrenadas también para impedirlo.

El soldado ofrece esas explicaciones a la vez que Pedro Sánchez pronuncia su discurso en el helipuerto de la base, donde agradece el esfuerzo de los militares allí destacados para "fortalecer la seguridad en España y en Europa".

“Aquí demostramos nuestro compromiso con Europa. No sólo los adiestramos militarmente, sino que también los educamos en derechos humanos, que aquí se ven de otra manera, y en nuestros valores como militares, sobre todo en el concepto del respeto”, explica Correa.

El soldado Suela, más joven, destaca la labor humanitaria que también realiza el destacamento. “Es muy gratificante ver cómo vienen los niños a saludarte, es conmovedor”, relata cuando describe las acciones sanitarias para desparasitar a los pequeños o el apoyo que realizan a un convento de monjas cercano. “Ayudamos en todo lo que podemos”, asegura.

Esta academia militar africana, que cuenta con aulas y hospital, ha instruido a 10.000 malienses desde febrero de 2013 y a 2.385 este mismo año. Pero no sólo sirve para adiestrar al ejército del país, sino que también se convierte en una misma escuela para los militares europeas. “Es un gran reto en sí mismo para nuestras Fuerzas Armadas porque tenemos que convivir y coordinarnos con militares de otras nacionalidades, de otros idiomas y con otras costumbres”, explican los soldados.

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