Podemos se queda sin vara de mando por un tiempo récord. El partido más personalista de la escena española emprenderá 2019 sin su secretario general, Pablo Iglesias, que estará tres meses fuera de la vida pública por su permiso de paternidad. En un momento de especial fragilidad, con la vista puesta en las elecciones de mayo, Podemos se queda sin el líder supremo que ha dirigido la formación con mano de hierro desde su creación en 2014. La salida de Iglesias coincide con la vuelta de Irene Montero, que ha permanecido fuera de la vida política desde que dio a luz el pasado julio. La dirigente tomará el testigo en el liderazgo y se convertirá en la máxima responsable de la organización hasta marzo, con el reto de que Podemos no acuse la ausencia de Iglesias y con el objetivo de marcar la agenda política en unos meses clave en términos electorales.
La llegada de Montero será el primer ensayo del relevo en la Secretaría General de Podemos que se producirá cuando Iglesias dé un paso atrás, lo que podría ocurrir en la III Asamblea Ciudadana de Podemos, en 2020, si bien el político eliminó la limitación de mandato en el último congreso. Los próximos meses, hasta su regreso en marzo, serán cruciales para Podemos, que tendrá que medir su influencia política más allá del hiperliderazgo de Iglesias, más aún después de las malas experiencias que ha sufrido el partido ante la ausencia de sus dirigentes.
Hasta el momento, Iglesias sólo se ha ausentado en periodos puntuales y nunca durante tanto tiempo. Tras el nacimiento de sus mellizos, el líder de Podemos se ausentó ocho semanas que coincidieron exactamente con el periodo estival en el que no había sesiones parlamentarias en el Congreso de los Diputados y en las que Podemos tampoco reunió a sus órganos de dirección. El partido, huérfano de referencias, se sumió en una parálisis sin precedentes. Se hundió en las encuestas y quedó sin presencia mediática, incapaz de sacar rédito alguno al acontecimiento histórico de la legislatura: la moción de censura y la llegada a Moncloa de Pedro Sánchez. Después de dos meses, en septiembre, el dirigente volvió a tomar las riendas de un partido que quedó noqueado ante su falta. Su llegada no tardó en hacerse notar, y apenas unas semanas después el dirigente protagonizaba la firma del primer acuerdo presupuestario entre el Gobierno y Podemos.
Otro de los momentos en que el líder de Podemos salió de escena fue tras el batacazo de las elecciones catalanas en diciembre de 2017. El fiasco electoral y el fracaso de su estrategia catalana llevó a Iglesias a salir de escena durante varias semanas. En su ausencia, la cúpula de Podemos tampoco se reunió ni hizo balance de los resultados en Cataluña, que le hicieron perder tres diputados en el Parlament. El líder de la formación sólo emitió un mensaje a través de las redes en la noche electoral. Desde entonces permaneció refugiado en el silencio: ni compareció ni acudió a ningún acto público.
En ambos casos, Podemos se sumió en un letargo ante la falta de dirección, paralizado y con una visibilidad reducida. En esta ocasión Montero tendrá que asumir un papel mayor al de la portavocía parlamentaria y ser la voz del partido más allá de los muros del Congreso. En esta ocasión contará con toda probabilidad en los golpes de efecto de Iglesias, que desde su permiso paternal se mantendrá al tanto de la actualidad y estará activo en las redes sociales, donde publicará sus consideraciones.
Tras la baja correspondiente al ingreso hospitalario, el 8 de octubre los hijos de los dirigentes fueron dados de alta y comenzó oficialmente el permiso de maternidad de Montero, que habitualmente es de 16 semanas pero que, por ser parto múltiple, es de 18 en su caso. Podemos siempre ha defendido la igualdad de los permisos de paternidad y maternidad y ha presentado varias iniciativas al respecto. En coherencia con esto, la portavoz parlamentaria ha cedido parte de su permiso a Iglesias, que tendrá sus cinco semanas correspondientes más las cuatro o seis semanas -si también se incluye el permiso de lactancia- a partir de la vuelta de Montero, la próxima semana. De este modo, es previsible que esté fuera de los focos hasta al menos mediados de marzo.
Esta decisión es también un hito en el escenario político, donde los diputados varones habitualmente renuncian al permiso de paternidad y donde las diputadas suelen adelantar su regreso al trabajo, como fue el caso de la ex vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, que volvió al trabajo a las dos semanas de dar a luz a su hijo en 2016, saltándose los 42 días de descanso obligatorio que establece la ley después de un parto. Tampoco disfrutó su baja la presidenta andaluza, Susana Díaz, que se reincorporó a los 45 días de ser madre. En el caso de los políticos, el permiso de paternidad es casi una rareza. En el caso del líder del PP, Pablo Casado, sí se ausentó algunas semanas después del nacimiento de su segundo hijo de forma prematura, pero lo hizo durante el periodo de hospitalización.
Antes de abandonar la vida pública, Iglesias quiso ratificarse como el candidato de Podemos a la Moncloa para evitar el surgimiento de candidatos alternativos. Pese a la intención del Gobierno de no convocar elecciones generales hasta 2020, la campaña de las autonómicas será con toda seguridad la antesala de lo que está por suceder a nivel nacional, y los tres primeros meses de 2019 serán clave para fijar las líneas maestras del partido en su relación con el Partido Socialista y en su interacción con fuerzas como Vox, después del "error" de llamar al cuerpo a cuerpo con Santiago Abascal.
Estos meses también verá la luz una nueva política de pacto. La alianza de Gobierno en Andalucía entre PP, Ciudadanos y Vox puede ser el anticipo de lo que ocurra en el escenario nacional. Esta nueva opción política marcará la agenda política y el riesgo de Podemos en este punto es mantenerse, durante la ausencia de Iglesias, en la estrategia reactiva a propuestas de la derecha, en lugar de abrir nuevos debates más favorables para los intereses morados. De los próximos meses dependerá en buena medida el éxito de la formación en los comicios. Una cita en la que Podemos se juega mantener su implantación institucional o convertirse en una fuerza marginal.
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