Es la disposición adicional nonagésima segunda. Forma parte de esa letra menuda del presupuesto que es esencial en comunidades, ciudades y municipios de todo el país. En realidad, la disposición número 92 no es propia, sino heredada. En ella se establece la cesión a Euskadi de los 69.784 metros cuadrados que hoy ocupa la central nuclear de Lemóniz y que el PNV ya arrancó en la negociación de las cuentas de 2017 al Ejecutivo de Mariano Rajoy. Ahora el Gobierno de Pedro Sánchez la ha incluido en el proyecto presupuestario como parte de la exigencia establecida por los nacionalistas vascos para iniciar una negociación de las cuentas de este año. La formación de Andoni Ortuzar, que hoy ha recordado que su apoyo no está aún garantizado, le ha reclamado que primero cumpla lo pactado con Rajoy y después se siente a explorar nuevas cesiones si desea el respaldo del PNV.
No es una disposición adicional menor. No al menos por su valor simbólico. Los terrenos de la fracasada central nuclear de Lemóniz han sido una vieja aspiración de la Administración vasca no sólo por su valor estratégico sino también por lo que representan. La histórica infraestructura estuvo durante años en el punto de mira de ETA, que se sumó a las movilizaciones que contra la energía nuclear se extendieron en los años 80 en Euskadi. Una amenaza que la banda tradujo en casi una treintena de atentados y agresiones y en el asesinato de cinco de sus trabajadores. El secuestro y posterior asesinato de uno de sus ingenieros jefe, José María Ryan y de su sucesor, Ángel Pascual, provocaron una gran conmoción en la sociedad vasca de la época. La presión terrorista hizo fracasar el proyecto nuclear.
Desde que el Gobierno, popular entonces, y el PNV cerraran el pacto presupuestario de 2017 ambas administraciones habían constituido sendas comisiones para preparar la cesión de los terrenos y la asunción por parte del Ejecutivo de Iñigo Urkullu de la titularidad de la compleja infraestructura. Estos días los nacionalistas vascos han insistido en que primero se cumpla lo acordado con el PP y después se inicie propiamente la negociación presupuestaria 2019.
Lemóniz, un símbolo
La infraestructura estuvo llamada a ser una de las centrales nucleares más modernas de Europa pero jamás llegó a albergar energía nuclear. El acercamiento de ambos Gobiernos permitió ir dando pasos discretos para formalizar la cesión, de los que formalmente se segregaron del dominio público marítimo-terrestre de la Administración del Estado por Orden Ministerial del pasado 15 de octubre de 2018. Ahora, en el proyecto presupuestario que inicia su tramitación parlamentaria se incluye la cesión que se subraya que será efectiva "una vez se desafecten los terrenos por el Ministerio de Hacienda y se proceda al traspaso posesorio de los mismas" mediante la forma de un acta de entrega y recepción.
De esta forma el Gobierno vasco podrá poner en marcha su plan para la reconversión de todo el complejo de Lemóniz, abandonado y olvidado durante décadas. Situado en la costa vizcaína, los planes que el Ejecutivo de Urkullu tienen para la central pasan por la construcción en ella de una piscifactoría. En ella, según avanzaran hace ya más de un año, está proyectada la construcción de una infraestructura para la cría de langostinos, salmones, gambas o truchas. El proyecto se encuentra en una fase avanzada de ideación y ya en noviembre de 2017 contaba con dos posibles inversores interesados, uno vasco y otro noruego.
El plan de actuación dado a conocer tiene dos posibles proyectos. Uno de ellos se limitaría a una parte del área que ahora asumiría el Gobierno vasco. En cuatro hectáreas del complejo, que se debería acondicionar de modo importante con una inversión que en su momento se estimó en 18 millones de uros, se levantaría la piscifactoría, que requeriría una importante inversión de hasta 60 millones de euros. El terreno se encuenta actualmente libre de restos nucleares.
Otro de los proyectos para levantaraía una piscifactoría es algo más ambiciosos, al abarcar una superficie de 5,5 hectáreas, un acondicionamiento del terreno por importe de 25 millones y la construcción del complejo piscícola que oscilaría entre los 32 y los 80 millones de euros.
350 empleos
El Gobierno vasco incluso ha dado a conocer el impacto en el empleo que podría tener la operación y que en función de uno u otro proyecto se movería entre los 350 y los 550 empleos. El objetivo es transformar una ruina industrial en un polo puntero en la cría comercial. Uno de los elementos que convierten a Lemóniz en un lugar idóneo para este tipo de actividad es lo ya construido. La central contaba con varias tomas de agua que estaban destinadas a la refrigeración del reactor. Ahora estas tomas de agua salada se dedicaría a un fin muy distinto.
Con ello no sólo se quiere recuperar un entorno derruido y abandonado desde hace décadas, sino hacer de él un polo económico para la comarca vizcaína. El plan previsto contempla que en cualquier caso de llevarse a cabo tal y como se proyectó su construcción requeriría entre cuatro y cinco años de trabajos antes de su inauguración.
No muy lejos de allí, en otro punto de la costa vizcaína, en el litoral entre Ondarroa y Lekeitio, también se trabaja en otra actuación marítima. Se trataría de un centro de gestación situado a una profundidad de entre 40 y 70 metros y sobre una superficiee marina de 554 hectáreas. De ellas casi la mitad, 214, se destinarían a la producción. En esta operación están implicadas empresas del sector como Angulas Aginaga, Matxitxako Moluskoak y la empresa gallega, Rinamar.
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