El ritmo vertiginoso de la política española está arrollando lo que queda de Podemos. Uno de sus principales activos, Íñigo Errejón, ha dado vueltas en una noria de estados de ánimos desde las elecciones andaluzas y ha decidido detenerse en lo que considera la parada más segura: junto a Manuela Carmena. Atrás quedaron otras opciones como retirarse de la candidatura a la Comunidad de Madrid para aceptar un puesto en las prestigiosas universidades que se lo rifan o plegarse a las imposiciones de Pablo Iglesias para seguir adelante bajo el paraguas de Podemos.
Errejón ha optado por buscar su salvación junto a la alcaldesa de Madrid a pesar del efecto que causa su deserción en su partido -que ayer cumplía cinco años en plena negociación presupuestaria- y en el propio errejonismo, abandonado a su suerte en los territorios donde pervive. En esta difícil elección ha sido determinante la figura de Manuela Carmena, una garantía de “éxito” que le ha animado a seguir adelante con su proyecto para la Comunidad de Madrid. Pero no ha sido fácil.
Tras las elecciones andaluzas del 2 de diciembre, el errejonismo entró en shock. El propio Íñigo había experimentado en la campaña andaluza la ilusión y las buenas vibraciones que desprendían los actos de Teresa Rodríguez. Todas esas promesas de éxito y de gobierno conjunto con el PSOE no sólo se desvanecieron en pocos minutos, sino que fueron sepultadas por una nueva realidad: el nacimiento de un nuevo bloque de derechas (Vox, PP y Cs) que se puede reproducir por toda España superando a la alianza PSOE-Podemos.
El derrotismo se apoderó del partido de Iglesias por ese resurgir de las derechas hasta el punto de que Errejón meditó retirarse de la candidatura en Madrid. La mala perspectiva electoral y la presión constante del aparato por atenazar su proyecto con imposiciones en las listas hicieron flaquear el ánimo del joven dirigente. La dirección de Podemos recibía con preocupación su negativa a poner en marcha la campaña electoral mientras él acentuaba su perfil académico con viajes al extranjero y conferencias. Pero apenas tres semanas después cambiaron las tornas.
El 19 de diciembre el bloque parlamentario que aprobó la moción de censura a Mariano Rajoy se recompuso para sacar adelante la nueva senda de estabilidad de los Presupuestos, volviendo a levantar la moral de la izquierda. La votación en el Congreso hacía ver que todavía es posible una unidad de acción contra la derecha entre los distintos partidos españoles. “Podemos necesita la aprobación de los Presupuestos: necesitamos demostrar en la práctica lo que somos, lo que podemos hacer de verdad”, aseguraba en una entrevista con Vanity Fair. La posibilidad de que salgan adelante las cuentas de Pedro Sánchez renovó cierta confianza en las posibilidades de su candidatura con Podemos. “Si se aprueban los Presupuestos dentro de dos meses, el clima de la precampaña será muy distinto al de hoy, más parecido al de la moción de censura que al 2 de diciembre”, consideraban en su entorno.
Ese optimismo también duró poco y hoy la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado también se presenta remota. Ese bache, sumado a las nuevas imposiciones de Iglesias a la candidatura de Errejón de dirigentes de IU como Sol Sánchez, acentuaron la exploración de la vía “más allá de Podemos”. En esa etapa de maduración, Errejón ha conversado mucho con Manuela Carmena y ha llegado a la conclusión de que sólo bajo su liderazgo y desde la construcción de plataformas ciudadanas como Más Madrid, que superan a los partidos tradicionales, puede tener alguna garantía de éxito en un escenario electoral dividido ahora en seis candidaturas en la Comunidad. “Con la izquierda en retroceso tras las elecciones andaluzas hacía falta un revulsivo”, aseguran en el entorno de Errejón, que niegan que el candidato haya pensado en la retirada.
El equipo de Errejón se muestra convencido de que “sólo nos irá bien” si su candidatura logra apelar más allá del votante de Podemos, a una mayoría social tan amplia como la que concita la alcaldesa de Madrid, que trasciende al "convencido", es decir, al votante de un partido tradicional vertical y jerarquizado como es hoy en día Podemos.
Antes de tomar esta decisión, Errejón valoró varias consecuencias, pero quizás no prestase demasiada atención a la elegida por Iglesias: no enfrentarse a Carmena pero sí a él. “Íñigo no es Manuela”, ha respondido el líder de Podemos, que en privado ya reclama el acta de diputado de Errejón, que podría enfrentarse también a un expediente de expulsión. Y eso no es lo peor, sin el paraguas de Podemos, los recursos de su candidatura se ven seriamente mermados y su equipo, formado por 16 liberados del partido, se verá inminentemente en la calle.
Además, el secretismo y la unilateralidad con la que ha negociado con la alcaldesa y ha desertado de Podemos terminan de minar los exiguos apoyos internos con los que contaba en los territorios donde la contestación a Pablo Iglesias se iba afianzando. Frente a él se alían el oficialismo de Podemos, los anticapitalistas e IU, con los que también competirá en las elecciones. Con Carmena, Errejón se ha quedado más solo que nunca.
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