Van a cumplirse cinco años ya. El 6 de febrero de 2014 tuvo lugar un acto en Madrid titulado Democracia: ¿qué es una democracia real? con Alberto Garzón y Pablo Iglesias, presentado por el actor Juan Diego Botto y moderado por la periodista Olga Rodríguez. Podemos era una marca electoral, muy lejos de ser un partido. Y Alberto Garzón un valor al alza de IU pero no coordinador, cargo que todavía ostentaba Cayo Lara. Tres meses después del encuentro, Podemos trastocó radicalmente el panorama político nacional, prácticamente intacto desde la Transición.
Las palabras que usaba entonces Iglesias para presentar un proyecto que irrumpió como elefante en cacharrería son casi idénticas a las que recurre hoy su gran enemigo Íñigo Errejón: el concepto de patria, la derrota permanente de la izquierda, la religiosidad y el sectarismo intrínseco a ésta, la necesidad de modificar "las reglas de juego" y la voluntad de ganar. Errejón sorprendió a todos la semana pasada al anunciar un pacto con Manuela Carmena y una candidatura más amplia que la de la formación morada. Una situación que está a punto de resquebrajar Podemos y que pinta electoralmente muy mal para la formación morada en el próximo mes superelectoral de mayo.
Tengo la derrota tatuada en mi ADN. No soporto perder ni a las chapas", dijo Iglesias
"Yo también quiero ganar", arrancó Iglesias en aquel acto de dos horas organizado por eldiario.es. "Y tengo la derrota tatuada en el ADN. A mi abuelo lo fusilaron, al otro lo condenaron a muerte, mis abuelas conocieron la humillación, mi padre estuvo en la cárcel y en la clandestinidad y mi primera experiencia política siendo un crío fueron las manifestaciones contra la OTAN, la última vez que la izquierda de este país pensó que podía ganar", dijo. "Me molesta especialmente perder, no lo soporto. Ni a las chapas". El hoy secretario general de Podemos tiró de un discurso populista, fuera de los marcos clásicos de la izquierda a los que sí se refirió ese día Garzón, apabullado por la estrella ascendente de Iglesias Turrión.
Al tratarse Podemos de un fenómeno emergente, Iglesias no perdió ocasión de criticar los clásicos pactos desde la izquierda. "En todos los debates, los compañeros con los que preparo la campaña me preguntan: '¿Pablo, vas a hablar para la izquierda o para la gente?'. Y es que yo podría diseñar cuatro cositas, modulando mi tono de menor a mayor para que todo el mundo me aplauda incluso sin escuchar lo que digo. Yo sé que todos los militantes de izquierdas quieren la unidad de la izquierda y compran la premisa de que si todas las organizaciones políticas de izquierdas estuvieran unidas, entonces podríamos ganar a estos sinvergüenzas”. Acto seguido el propio orador desmintió su propia tesis: "Rubalcaba y Rajoy están encantados de que pensemos así: saben que el límite de eso es un 15%".
Pablo Iglesias llegados a este punto se desata: "No quiero el 20%, no quiero el 15%, no quiero arrancar tres consejerías al PSOE, no quiero ser bisagra: quiero ganar", estalló. "En un contexto de derrota total como el actual, para ganar, la izquierda tiene que dejar de ser una religión y ser un instrumento en manos de la gente. Tiene que convertirse en pueblo". Tiraba, en el fondo, de la hipótesis populista postgramciana que tan al dedillo conocía Errejón: en momentos de crisis, especialmente de dificultades económicas, se puede vencer en unas elecciones reformando los marcos preestablecidos (izquierda-derecha) por otros más populares, como pobres y ricos o los de arriba y los de abajo. Eso hacía Iglesias cinco años atrás.
Rajoy y Rubalcaba están encantados de que se unan las organizaciones que no superarán un 15%"
Errejón el pasado fin de semana en La Sexta Noche indicó que "el conformismo y las lealtades en los partidos no estaban ayudando demasiado a levantar un proyecto ganador". "Cuando fundamos Podemos, nacimos diciendo exactamente lo mismo. No importa qué carnet tengas en el bolsillo, lo importante es juntar a la gente decente entre ideas de sentido común".
El ya ex diputado defendió superar a Podemos apelando, entre otros, al sentido común. Al igual que Iglesias hizo en febrero de 2014 para romper el techo electoral de la izquierda. "La gente me dice que por qué digo que lo que planteo de la auditoría de la deuda no es de izquierdas y de derechas, sino de sentido común. Joder, porque si consigo que la gente entienda que una auditoría es de sentido común, pues a lo mejor podemos ganar".
El tono del debate de hace cinco años fue subiendo de tono. "Ya sé que a la gente de izquierdas nos jode. Nos gustan los símbolos, los himnos, vernos todos juntos y estamos convencidos que haciendo una sopa de siglas reflejada en un cartel vamos a ganar. Y qué va. Tiene que ver con la rabia, con la ilusión de la gente. Porque nos han derrotado". Aquí el líder de Podemos se refiere a una ex militar lesbiana que le ha enviado una carta agradeciéndole el manejo del concepto de patria.
Errejón, el sábado: "El conformismo y las lealtades" no ayudan a levantar "un proyecto ganador"
"Cuando todo el poder lo tienen ellos, deberíamos dejar de mirarnos el ombligo. El 15-M mandó un maldito mensaje a las izquierdas, y hubo gente de izquierdas que se lo tomó mal. 'Estos niñatos me van a venir a decir a mí qué hacer, que llevo indignado 30 años¡", caricaturizó Iglesias. "Ya, pero es que tú no juntaste a cientos de miles de personas en la Puerta del Sol. Y no los juntó la izquierda. ¿Por qué no entendemos que la mayor movilización de este país desde la OTAN no ha tenido que ver con una decisión política de las organizaciones de izquierdas, y que eso ha servido para cambiar la agenda? ¿Eso revela nuestra fuerza? ¡No, eso revela nuestra maldita debilidad!, deploró. "Como la revela el hecho de que tenga que dar el paso un tipo con coleta que discute por la tele con Marhuenda".
Concluyó con el tono más emotivo de la intervención del entonces profesor asociado de la Universidad Complutense y tertuliano televisivo: "En los momentos de derrota, para que no te derroten otra vez, hay que mirarse y decir: podemos ser mayoría". La sala prorrumpió en aplausos entusiastas. Poco después nacía Podemos en las instituciones.
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