Casi todas las crisis de los partidos tienen en su origen la elaboración de las listas electorales, es decir, el reparto del poder. La implosión de Podemos en Madrid también está íntimamente vinculada a las prisas de Pablo Iglesias por dejar cerradas las candidaturas de su partido al Congreso y al Senado antes de cogerse la baja por paternidad. Pablo Iglesias dejó a Ramón Espinar fuera de ambas a pesar de que el secretario general de Madrid le había expresado su deseo de formar parte de su lista al Congreso. Un mes después de aquello, el dirigente ha dimitido de todos sus cargos en Podemos al sentirse "ninguneado" por la dirección, según reconoce su entorno.
El secretario general de Podemos aprovechó los rumores sobre un posible adelanto electoral para convocar unas primarias exprés a las que presentó una lista conocida como Equipo 'Pablo Iglesias-Sí se puede', en la que incluyó a buena parte de su Ejecutiva y a sus colaboradores más cercanos, dejando fuera a los diputados 'errejonistas' y a otros críticos con el aparato del partido.
La dirección de Podemos es consciente de los pobres resultados electorales que le vaticinan las encuestas en las próximas elecciones generales, por lo que los puestos de salida han sido muy disputados por los afines a Iglesias e Irene Montero, especialmente en la lista por Madrid, por la que concurren ambos. La pareja dirigente del partido sólo ofreció a las federaciones territoriales algún puesto en el Senado como posibilidad de integración en la candidatura oficial impulsada en las primarias. La mayoría de los territorios, como Andalucía, se negó a participar para no "blanquear" unas primarias que consideraba irregulares.
En ese contexto, Espinar se quedó fuera del equipo de Iglesias en las listas al Congreso y también al Senado, donde lleva cuatro años al frente del grupo parlamentario como senador por designación autonómica. Las primeras tensiones entre Errejón e Iglesias se fraguaron hace más de un año, a raíz del pacto Iglesias-Errejón para la Comunidad, que llegó poco después de que Espinar ganara unas primarias por la mínima y marcadas por el fuerte desgaste por la polémica de su piso de protección oficial.
El acuerdo atado por arriba entre Iglesias y Errejón impidió a Ramón Espinar la posibilidad de ser el candidato de Podemos en la Comunidad pese a ser el líder autonómico del partido y el candidato natural. Esta decisión generó gran malestar en Espinar y marcó un punto de inflexión en su relación con el núcleo duro de Iglesias. El pasado marzo las tensiones crecieron y el entonces portavoz en el Senado fue despojado de parte de su equipo, que fue despedido directamente por la dirección estatal.
El pacto contemplaba ceder al ex número dos el control total de la lista y de la dirección madrileña a cambio de su silencio y de renunciar a la disputa interna con Iglesias. Las condiciones prometidas a Errejón tampoco se cumplieron e Iglesias se impuso en su objetivo de atar en corto a su rival interno con primarias e imposición de lista.
A esto se sumaba la humillación que supuso el despido de todo su equipo tras Vistalegre 2 y la purga de sus afines en todas las áreas de responsabilidad, tanto en el partido como en el Congreso de los Diputados, donde los suyos fueron recluidos al gallinero y donde a él le purgaron de todas las comisiones que tenía asignadas para quedar como diputado raso. La presión y la falta de libertad para diseñar la campaña fueron determinantes para que Errejón se decidiera a emprender su propia plataforma electoral. "Nos hemos pasado con Errejón", llegó a admitir Espinar la semana pasada en una reunión interna.
Fuera de la lista electoral, las únicas opciones de Espinar para mantener relevancia pública pasaban por seguir en su puesto de senador por designación autonómica. Una opción que sólo se daba si la candidatura de Podemos fuera tan exitosa como la de 2015, cuando logró 27 escaños, un 27% de los votos, frente a los 48 del PP; los 37 del PSOE y los 17 de Cs. Sólo así tendría derecho a formar un grupo parlamentario propio y a designar a sus senador autonómico.
Y sin embargos las encuestas no apuntan en ese sentido, y menos aún después de la plataforma lanzada por Errejón a la que Iglesias se niega a sumarse. En la última encuesta publicada sobre intención de voto en la Comunidad, realizada antes de que el candidato anunciara que se presentaba con Más Madrid y no bajo las siglas de su partido, Podemos se convertía en la cuarta fuerza política, con sólo un 18% de los votos, frente a un triple empate técnico entre PSOE, que se sitúa como primera fuerza, PP y Ciudadanos. Al partido de Iglesias le pisa los talones Vox con el 12,2% de los sufragios.
La difícil coyuntura electoral se ha complicado aún más con la irrupción de la plataforma de Manuela Carmena en la Comunidad, a la que se ha sumado Errejón, también hastiado de las imposiciones de la dirección de Podemos a su candidatura. Con Más Madrid en juego, y frente a la poderosa marca personal de Errejón, Podemos Madrid teme convertirse en sexta fuerza política, por detrás de Vox, e incluso quedarse como fuerza extraparlamentaria si no reúne un 5% de los votos, como le ocurrió a IU en 2015, cuando no logró ningún diputado con el 4,1% del electorado.
Además de no apostar por él como candidato, Iglesias endosó a Espinar la difícil decisión de qué hacer con Errejón tras su 'deserción', abriendo la posibilidad de expulsarlo del partido mediante un expediente sancionador. Podemos delegó en Madrid esta responsabilidad para evitar darle relevancia nacional al asunto, pese a que el proyecto de Errejón trascendía el ámbito madrileño. Pablo Iglesias ya había tomado una decisión unilateral: presentarse a los comicios madrileños como Unidos Podemos y enfrentarse a Más Madrid. Pero Espinar debía ser el brazo ejecutor.
Sin candidatura en el Congreso y con su escaño en la Comunidad y en el Senado en peligro, Iglesias y Montero querían imponer a Espinar que organizara una candidatura alternativa a Más Madrid, preferiblemente encabezada por él, y le prohibían negociar una integración en la plataforma de Carmena y Errejón, con el que ambos quieren el enfrentamiento directo a cualquier precio. Espinar, más partidario de la unidad para evitar la debacle, no ha querido pagar ese precio ni desgastarse en una batalla interna y electoral con escasas probabilidades de lograr escaño y ha decidido abandonar Podemos.
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