Es la historia del electricista y el pescador que los celos convirtieron en crimen y tragedia. En Llanes (Asturias) aún no se han recuperado del susto. En Amorebieta (Vizcaya) tampoco. En la localidad asturiana no comprenden cómo aquel hombre, aquella pareja que conformaban Pedro y Katia y que eran casi inseparables de Javier y Nuria terminaría de la peor manera posible, con uno de ellos asesinado y el otro detenido acusado de encargarlo. En el pueblo vizcaíno que este martes se vio invadido por decenas de agentes de la Guardia Civil tampoco se han recuperado de la imagen que vieron y reprodujeron todos los informativos desde media mañana. Ahí estaba su vecino, Pedro, esposado, desaliñado y rodeado de guardias civiles introduciéndose en un furgón policial.
Era la imagen de la caída a lo más profundo y oscuro del electricista convertido en exitoso empresario y que todos tenían por vecino ejemplar, padre de dos hijos, acusado del asesinato cruel de su otrora inseparable amigo del verano.
El que parece ser el último capítulo de una historia sangrienta había comenzado años atrás. Habría que remontarse al vínculo familiar de sus mujeres -primas hermanas- para conocer cómo la distancia entre Amorebieta y Llanes, algo más de 200 kilómetros, se acortó. La bella localidad asturiana tenía todo lo que a ambos les gustaba, el mar, una vida tranquila en verano y la raigambre familiar. No tardó Llanes en acoger a dos nuevos vecinos procedentes del País Vasco. Pedro y Katia decidieron comprar una casa cerca de Pedro y Nuria. Compartían vínculos familiares, generación -Pedro tiene 48 años y Javier tenía 52- y un amor por la costa y el mar.
Él era un electricista convertido en exitoso empresario, su amigo, el edil, un pescador por vocación metido a político
Después llegó la apuesta por la política de Javier Ardines. Lo hizo por Izquierda Unida en 2015. En su perfil municipal el concejal asesinado relataba cómo su vocación siempre fue la pesca, pese a que se formó en el campo agrícola. La angula, el cole y otros manjares que a diario capturaba para venderlos en los restaurantes de la zona a través de la empresa de pesca de bajura que había creado. Lo hacía con su embarcación, el ‘Bramadoria’, con el que se ganaba la vida en lo que más le gustaba. Hijo de emigrantes, en realidad Javier Ardines nació en Bélgica, en 1966, pero siendo un niño sus padres regresaron a España. Su perfil combativo y defensor de causas perdidas había llamado ya la atención en Llanes, donde en varias ocasiones le habían tentado para dedicarse a la política municipal. Izquierda Unida logró convencerlo. Como concejal libró batallas que le generaron no pocos enemigos y reproches en el Consistorio. El polvorín político municipal se le había hecho demasiado incómodo.
Los celos
Pero su enemigo no estaba en la política. Lo tenía a escasos metros de su casa y lo alimentaba, sin saberlo, casi cada semana, cada fiesta, cada paseo. Los encuentros junto a su mujer con Pedro y Katia siempre fueron habituales. La amistad entre ambos se evidenciaba en especial durante los veranos, cuando la pareja residente en Amorebieta se solía desplazar junto a sus hijos hasta la villa asturiana a través de la autovía que comunica el País Vasco con Asturias.
Fue la amistad la que terminaría por matarle. Con fama de bien parecido, Ardines no pasaba desapercibido en el pueblo. Tampoco lo hizo para Pedro, su amigo inseparable, quien no tardó que temer que el concejal y su mujer tenían algo más que una amistad. Los celos fueron insoportables. Fue entonces cuando lo planeó todo, cuando decidió que era hora de darle un susto.
La detallada investigación de la UCO en estos últimos seis meses permitió desentrañar lo que apunta hacia un crimen sentimental y no de venganza política, como en alguna ocasión se sospechó. La hipótesis que ha llevado ante el juez a Pedro Luis Nieva y a los otros dos detenidos ayer –y un cuarto en Suiza pendiente de la petición de extradición- habla de un plan cruel: ‘dar un susto’ a Ardines y hacerlo con sicarios contratados para ello. La investigación apunta a que recurrió a un conocido para que les buscara quién lo hiciera. Es el segundo de los detenidos, acusado de actuar como intermediario y que habría buscado a los otros dos ciudadanos, de origen argelino, que residían en dos barrios de la capital vizcaína, Rekalde y Otxarkoaga y cuyas viviendas también fueron registradas. Ellos serían los autores materiales.
Eran inseparables. Tanto que Pedro comenzó a sospechar que en la amistad entre Andines y su mujer había algo más
La operación para satisfacer el ataque de celos de Pedro Luis Nieva se ejecutaría el 16 de agosto pasado. Días antes lo planificaron a modo de prueba. En un camino cercano a la vivienda del edil colocaron varias vallas entorpeciendo el paso. Descubrieron que Javier Ardines salía del coche y las retiraba. Sería el momento para atacarle. Y así lo hicieron días después. Desde primera hora de la mañana estaban preparados para tenderle la emboscada. El edil acostumbraba a madrugar para salir a pescar. También lo hizo ese día, a las 6.00 horas. Como días atrás, aquella mañana alguien había colocado las vallas a escasos 300 metros de su casa, situada en la pequeña pedanía de Belmonte de Pría. Se bajó del coche y en ese momento los dos sicarios contratados, presuntamente, por el amigo con el que había compartido fiestas, comidas y amistad, comenzaron a golpearle. Según la investigación policial Javier logró escapar apenas unos metros pero los dos hombres le golpearon con un objeto en la cabeza, lo dejaron inconsciente y finalmente lo asfixiaron hasta provocarle la muerte. El crimen conmocionó a Llanes.
No regresó
Desde aquel día de mediados de agosto, las miradas se pusieron en el Consistorio de la localidad asturiana. La etapa política que el pescador de Belmonte de Pría quería que fuera sólo temporal ya le había provocado suficientes enemigos y más que una amenaza. Pero el tiempo pronto haría desvanecer aquellas sospechas. A medida que los meses transcurrían y que la investigación policial avanzaba, el foco se ponía a 200 kilómetros de allí, en la localidad de Amorebieta y en el adosado de su viejo amigo, de Pedro, el electricista empresario.
Tras el asesinato del concejal de IU el 16 de agosto, Pedro y su mujer apenas se dejaron ver por Llanes y Belmonte de Pría
A ello se sumaba el dato de que la ausencia al pueblo en el que tanto disfrutaba los veranos fue el primer indicio de que algo ocultaba. Desde el briutal asesinato de Javier Ardines, Pedro y su mujer apenas se había dejado ver por el municipio. Aquel amigo casi inseparable no regresó.
No fue hasta ayer cuando los vecinos de Belmonte de Pría volvieron a verle. Lo hicieron en la televisión y abriendo la sección de sucesos. Esposado, con barba de varios días y rodeado de guardias civiles, salía del adosado en el que vive después de que la Benemérita hubiera inspeccionado durante casi seis horas en su presencia. A esa hora, otras unidades de la Unidad Central Operativa (UCO), ultimaban otros tres registros en sendas viviendas de Otxarkoaga, Rekalde (Bilbao) y en Erandio (Vizcaya). El crimen del concejal de Llanes parecía resuelto y sus principales sospechosos detenidos. El alcalde de Llanes, Enrique Riestra, lo certificaba, “quien ha perpetrado este asesinato está más cerca de ser juzgado”.
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