De una marca 'sexy' a un lastre electoral. Podemos nació en 2014 para asaltar los cielos; su atractivo antiestablishment, las nuevas formas de hacer política y un controvertido Pablo Iglesias le situaron en el centro de todos los focos. Nadie quedó indiferente al nuevo fenómeno social y el partido catalizó allá por donde pasaba a las organizaciones de izquierdas ya existentes, que a nivel nacional, autonómico y municipal bautizaron como 'confluencias'. Cinco años después, Podemos se queda sin aliados y registra una catarata de bajas entre quienes le apoyaron en sus inicios.
El desgaste electoral de la marca, la baja valoración de su líder y el control férreo que intenta imponer la organización a sus socios ha provocado una sonora desbandada en todo el territorio nacional. Si en las elecciones de 2015 Podemos era un aliciente para el votante, la formación acusa ahora los peores síntomas de la vieja política. Perdida toda frescura, el partido ha sustituido la movilización política espontánea por una militarización de los suyos: ha eliminado cualquier posibilidad de disidencia interna, ha repartido carnets de militantes y ha activado un estricto protocolo para potenciar el mensaje único en la organización.
Los socios electorales de Podemos sueltan amarras ante el posible hundimiento electoral
Estas circunstancias dejan seriamente comprometidos a los partidos satélites que en 2015 pactaron con Podemos. Por entonces, la suma era la solución y cada organización aspiraba a mantener sus peculiaridades. Y sin embargo, el intento de Iglesias por imponer control férreo en el discurso ha chocado con los intereses de sus socios. Esto va unido al mal pronóstico electoral de Podemos, que podría perder más de un tercio de su representación parlamentaria, según todas las encuestas. Lejos de atraer el voto, la marca morada parece ahuyentar al electorado, y sus socios electorales han empezado a soltar amarras para evitar el hundimiento. Las confluencias se han roto en Galicia y Comunidad Valenciana, dos de sus tres principales confluencias autonómicas.
La tercera es Cataluña, donde Podemos es casi inexistente tras su renuncia en favor del partido de Ada Colau. Y aun así, la difícil postura de Podemos ante la independencia catalana se ha cobrado la descomposición del grupo parlamentario, con la escisión de una rama soberanista encabezada por Elisenda Alamany y la amenaza de que continúe la desintegración con la de salida Josep Nuet a ERC.
Compromís se desmarcó de Podemos y reconoció el "error" de no hacer presidente a Sánchez en 2016
El caso de ruptura más claro es de Compromís, que concurrió en las autonómicas y generales con Podemos, pero que exigió que sus diputados en el Congreso fueran al Grupo Mixto para preservar de esa manera su libertad de voto. Las discrepancias llegaron al comienzo de la confluencia, después de las generales de 2015, cuando Iglesias pidió el voto contra la investidura de Pedro Sánchez.
Compromís cumplió entonces la disciplina de voto, pero la posterior investidura de Mariano Rajoy llevó a que los dirigentes del partido valencianista reconocieran abiertamente el "error" de haber rechazado al presidente del PSOE. Las tensiones han continuado a lo largo de la legislatura, cuando Compromís se ha desmarcado de Iglesias en múltiples votaciones, como la del cupo vasco, y ha censurado algunas de las actuaciones más controvertidas de los morados, como su gesto de rechazar el minuto de silencio por la muerte de Rita Barberá.
Está muy bien ser el recadero del PSOE pero es mejor no mentir. Había acuerdo en 1 de las 22 recomendaciones. Que son eso, recomendaciones, no cambios legales.
Estaremos cuando se escuche a los pensionistas: actualización por ley, bajar edad de jubilación y elegir mejores años. https://t.co/dq45wUXvqx
— Ione Belarra (@ionebelarra) February 20, 2019
Una de los choques más fuertes se ha producido precisamente esta semana, a costa del Pacto de Toledo, donde Podemos rechazó los acuerdos alcanzados. Una decisión que fue duramente criticada por el diputado valenciano Ignasi Candela en Twitter. La respuesta de Ione Belarra, portavoz adjunta de Podemos, fue acusar a los valencianos de ser "recaderos del PSOE" por defender el acuerdo, mientras que el de Compromís criticó a Podemos por ser un "aliado del PP y de la banca" por rechazarlo. El choque no hacía más que constatar una ruptura que ya admiten tanto Compromís como Podemos. Ambos han reconocido las dificultades para reeditar el acuerdo y se da por sentado que irán en papeletas distintas.
Algo más complejo es el caso de En Marea, donde concurren Podemos, Esquerra Unida y Anova, liderada por el ex dirigente del BNG Xosé Manuel Beiras. En los últimos tiempos, el portavoz de la confluencia gallega, José Luis Villares, se ha desmarcado de Podemos. A esto se une la llegada del nuevo líder autonómico del partido morado, Antón Gómez-Reino, que quiere que Podemos tenga más presencia en la confluencia. Podemos e IU negocian ya una confluencia para competir contra En Marea, mientras que Anova decide este lunes su política de alianzas.
Las discrepancias se hicieron evidentes en la votación de los Presupuestos Generales del Estado: Villares dio la orden de votar contra las cuentas por no favorecer los intereses gallegos. Finalmente, cuatro diputados votaron con Podemos y sólo la diputada de Anova Alexandra Fernández rompió la disciplina de voto para rechazar el proyecto presupuestario.
La tensión entre Podemos y sus confluencias se evidencia también en aquellos casos en los que no se contempla esa ruptura. Equo, cuyos ejes son la apuesta por la sostenibilidad y la transición ecológica, ha experimentado por ejemplo fuertes tensiones internas esta legislatura. Integrados en el grupo parlamentario de Unidos Podemos, los diputados verdes han seguido la disciplina de voto de Podemos pese a mantener fuertes discrepancias. En el caso del cierre de minas, por ejemplo, Podemos apostó por la lucha sindical de los trabajadores sobre la apuesta por el cambio climático.
A estas tensiones se suman las escisiones que se precipitan a nivel municipal: el intento de Iglesias de imponer la marca de Podemos frente a las que han existido desde 2015, cuando se presentaron con partidos instrumentales y marcas blancas, ha supuesto una fractura que ha desembocado en una fuerte crisis en Madrid, donde Iñigo Errejón apostó por concurrir con Más Madrid de Manuela Carmena. La negativa de Iglesias a ceder e integrarse en esta plataforma conllevó la dimisión de Ramón Espinar y el futuro enfrentamiento de Podemos y Errejón en dos candidaturas en 2019.
Sin embargo, no es el único lugar: Podemos ha decidido plantar cara en decenas a municipios a todos los actores que no concurran bajo su nombre, aunque aquí se encuentren cargos públicos que integraron las filas moradas desde sus inicios.
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