El 8 de marzo de 2018 se sentó un precedente histórico de la lucha feminista en España con una movilización que se saldó con el apoyo de 5,3 millones de personas que hicieron huelga laboral y otras tantas que salieron a la calle en unas movilizaciones que salpicaron prácticamente todos los puntos de la geografía española, teniendo como principal foco la capital madrileña.
Ahora, a tan solo unos días de vivir otro 8M que, a priori, se espera tan multitudinario como el anterior, las mujeres están llamadas a manifestarse y secundar de nuevo una huelga que vuelve a las calles con prácticamente las mismas consignas que hace un año: reclamar la plena igualdad en todos los ámbitos; acabar con la discriminación por razón de género; la no politización del movimiento; reivindicar la lacra de la violencia machista en España y, como novedad, manifestarse contra ciertos movimientos reaccionarios que han irrumpido en la agenda política y que utilizan la expresión "ideología de género" para poner en entredicho la lucha por la equidad.
Pero, ¿qué ha cambiado desde que la marea violeta se manifestase hace un año?
La lista no es demasiado larga. Sí asistimos a una mayor concienciación como sociedad en cuanto a la discriminación y violencia que sufren, en muchos casos, las mujeres, desde las agresiones más explícitas hasta los invisibilizados micromachismos; y el hecho de que las reivindicaciones feministas hayan entrado de lleno en la agenda pública de los políticos, marcando las primeras páginas de los programas electorales, sobre todo de cara a las próximas elecciones generales del 28-A.
Por contra, el índice de tareas pendientes es bastante más amplio. Un año después de aquel 8 de marzo en que las mujeres pararon el país, ellas siguen cobrando menos, siguen teniendo bastante menor protagonismo en la vida pública y en puestos directivos; siguen padeciendo mayor precariedad laboral que sus compañeros varones; y siguen siendo las principales víctimas en casos de violencia ejercida por parte de hombres.
En el lado de la violencia de género o machista, las cifras solo avalan la realidad. Si desde 2003 -momento en comenzaron a registrarse los casos- han sido asesinadas en España casi mil mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, en 2018 el dato fue de 47 mujeres asesinadas, a las que habría que sumar las otras 9 víctimas mortales que se ha cobrado la violencia machista en 2019.
Tampoco mejoran las cifras de agresiones contra la libertad sexual de las mujeres. El año pasado solo las denuncias por violación -sin contar acoso o abuso sexual- ascendieron a 1.700 denuncias. O lo que es lo mismo, más de cuatro por día.
Más datos que avalan estas afirmaciones corresponden a las sentencias que proceden de la justicia. Y es que desde 2012 la justicia española ha dictado 372.000 condenas contra hombres por violencia machista, una cifra que sin embargo no arroja toda la luz necesaria a esta lacra. Según las últimas macroencuestas realizadas en nuestro país, unas 600.000 mujeres sufren maltrato cada año por parte de sus parejas o ex parejas hombres.
La situación tampoco es optimista en el terreno laboral. Y es que según datos de la Encuesta de Estructura Salarial del INE, la brecha salarial entre ellos y ellas es del 22,35%, una cifra que, pese haber disminuido respecto a 2013, nos deja otra realidad desoladora: las mujeres necesitan trabajar diez años más que los hombres para alcanzar las mismas retribuciones. El Ministerio de Trabajo apunta a que las mujeres continúan ganando un 15% menos que los hombres por hora normal trabajada que, a su vez, se traduce en otra brecha: la de prestaciones y la de pensiones. Recordemos que, de media, ellas cobran en España una pensión media de 715 euros frente a los 1.130 euros de ellos.
Sí es cierto que actualmente asistimos a la mayor tasa de actividad femenina conocida en España (53% frente al 64% masculino), si bien habría que mirar el modo en que trabajan. Dos de cada tres empleos tildados de precarios en España, ya sea por salario o por condiciones, están desempeñados por mujeres; mientras que solo un 35% ocupan puestos de elevado rango en las empresas españolas.
Pero hay otras reivindicaciones aún latentes y en las que apenas se ha avanzado: la equiparación del sistema especial de empleadas de hogar al régimen general de la Seguridad Social; el fin de la explotación laboral de las jornaleras agrarias; o el parón en la implementación de políticas de conciliación que limiten la brecha en cuanto al número de excedencias laborales por este motivo (la balanza vuelve a inclinarse hacia el lado femenino) o la diferencia en la tasa de empleo entre hombres y mujeres con hijos (los hombres cuentan con una tasa de actividad del 88,4% con dos hijos frente al 66% de ellas.
Con todo ello, ¿es aún necesaria una movilización como la del año pasado? Expuestos solo algunos de los motivos, juzguen ustedes mismos.
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