Es una de la batallas que siguen librando las víctimas de ETA. La enfrentan contra la Justicia de nuestro país y contra las instituciones y formaciones políticas. La impotencia de ver cómo ni una ni otras impiden lo que casi semanalmente sucede ante la vista de todos les revuelve el estómago. La escena se repite, casi miméticamente: en algún municipio vasco o navarro cientos de personas homenajean entre vítores y aplausos a un preso de ETA tras recuperar su libertad.
Por eso algunas de ellas se han decidido a dar un paso adelante para alzar la voz ante lo que consideran una injusticia. Dos de ellas, Ana Velasco y Eduardo Lázaro, han logrado que la Audiencia Nacional les escuche y les tome declaración para conocer su opinión en torno al homenaje que se brindó a uno de los implicados en el asesinato de sus padres, Ramón López Abetxuko, el pasado 5 de julio en Vitoria. El ‘ongi etorri’ está siendo investigado por si sus promotores y asistentes pudieron haber incurrido en un delito de enaltecimiento del terrorismo o de humillación a las víctimas.
Fue sólo uno de los 52 homenajes a ex presos de ETA que se brindaron el año pasado y a los que se sumaron cerca de otros 150 actos más de enaltecimiento del terrorismo registrados por el Observatorio de la Violencia del Colectivo de Víctimas del Terrorismo. COVITE había denunciado a finales de julio pasado el homenaje que se le rindió a López Abetxuko en el casco viejo de Vitoria y en el que además del tradicional pasillo entre banderas y aplausos no faltaron el ‘aurresku’ de honor ni las flores para darle la bienvenida.
Humillación
Ahora, Lázaro y Velasco además de dar testimonio en la Audiencia Nacional han decidido personarse como acusación en esta causa, una de las pocas que hoy se investigan en la Audiencia Nacional por un posible delito de humillación a las víctimas o enaltecimiento del terrorismo en un homenaje a un miembro de ETA.
“Ver cómo vitorean al que ha asesinado a tu padre es humillante. Cualquiera puede entender que es algo que no nos gusta en absoluto”, asegura Eduardo Lázaro, hijo de Eugenio Lázaro, el jefe de la policía municipal de Vitoria al que ETA asesinó de un tiro en la nuca y por la espalda el 13 de abril de 1980 a la salida de una iglesia. Por aquel crimen, López Abetxuko fue condenado a 30 años en calidad de cooperador necesario.
Yo pasé cientos de veces con mi padre por esa misma calle donde le homenajearon”
Cuando el pasado verano la familia Lázaro vio cómo le bailaban y aplaudían en el corazón de Vitoria no pudo soportarlo, “yo he pasado cientos de veces con mi padre por esa misma calle, allí viven varios familiares míos”, asegura: “Ver ahora cómo familias completas, niños, le homenajean en ese mismo lugar es algo impensable”. Eduardo señala que la bienvenida debería ser un acto privado, jamás público, “entiendo que su familia se alegre de su salida de prisión, pero de ahí a homenajearle en plena calle…”. Señala que con su declaración ante la Audiencia Nacional pretende contribuir a que a las victimas no se les obligue, con homenajes de este tipo, “a revivir momentos tan duros en los que nos faltó apoyo”.
El caso de Ana Velasco es similar. A su padre ETA lo asesinó apenas tres meses antes que al de Eduardo, el 10 de enero de 1980. También en Vitoria. Jesús Velasco Zuazola era jefe del Cuerpo de Miñones de Álava y tras su muerte incluso se barajó a Eugenio Lázaro para sustituirle -fue asesinado poco después-. Ana tenía apenas 17 años. Como todos los días, su padre llevaba al colegio a dos de sus hermanas y dos amigas. Tras dejarlas en la escuela, de un taxi cercano bajó un hombre que lo ametralló en su coche.
Abandono institucional
Dos miembros del ‘comando Araba’, Moisés Izar de la Fuente y Pedro Manuel González fueron condenados a seis años de prisión como cómplices por pasar información. Ignacio Arakama Mendia, a 28 años, como cooperador necesario. Ramón López Abetxuko fue sentenciado a 18 años por su participación en este crimen. Jesús Velasco tenía 47 años y dejó cuatro hijas y una viuda, Ana María Vidal Abarca, una de las pioneras en la defensa de los derechos de las víctimas del terrorismo.
Me duelen todos los homenajes, todos festejan lo mismo, festejan a unos asesinos criminales”
“Me dolió mucho ese homenaje”, asegura Ana Velasco, “nos sentimos muy humillados”. Sin embargo, puntualiza que lo que vio en Vitoria para recibir al asesino de su padre no le indignó mucho más que el resto de bienvenidas que se otorgan a los presos de la banda, “en realidad, me duelen todos, todos festejan lo mismo, festejan a unos asesinos criminales”, asegura.
Velasco subraya que eso es algo que se puede esperar de un entorno que siempre ha jaleado a los suyos, “pero no de un Estado de Derecho”: “Lo que me duele profundamente es el abandono del Estado de Derecho, no nos sentimos protegidos. El Estado tiene instrumentos para que eso no suceda y no los utiliza”. Asegura que en los casos de homenajes a terroristas “debería actuar la delegación de Gobierno y no lo hace”: “Soy ellos los que deben velar por el cumplimiento de la ley que prohíbe expresamente ese tipo de homenajes”.
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