Vivieron y padecieron la misma Euskadi, disfrutaron y sufrieron el mismo partido. A Santiago y a Nerea su generación les situó en el escenario, difícil y peligroso, la discrepancia les ubicó en idéntico ‘disparadero amigo’ de la política y el futuro, que entonces sólo intuyeron, les ha vuelto a reencontrar. Un largo lustro después ambos han cambiado de partido, del azul al verde. Hacía años que ni uno ni otro se reconocían en aquel PP en el que militaron desde jóvenes y por el que fueron amenazados y vivieron escoltados. El mismo del que terminaron por darse de baja.
Ahora, años después de aparcar la política los dos han regresado a ella; uno como líder de Vox y otra como candidata en Vizcaya y dispuesta a seguirle. Abascal nunca había dejado de pensar en Nerea. Siempre se fijó en aquella chica que defendía sus posiciones con firmeza en las tertulias televisivas y con un discurso sólido. Una joven con valentía para cuestionar a los suyos y firmeza para sobreponerse a las amenazas de los violentos. Ya en 2011 el hoy líder de Vox aseguraba que Alzola debía tener futuro político, pese a ser entonces “una política sin presente”. Reclamaba para ella el destino propio de las “heroínas sencillas y carismáticas”.
Es el que le ofrece en la nueva formación a la que se han sumado muchos críticos del PP. En un artículo publicado el 8 de julio en el semanario Alba, hace ahora ocho años, Abascal destacaba la valentía de Alzola. “Y no es palabrería”, puntualizaba. Ella era “valiente entre las valientes”, escribía. Una admiración que extendía en halagos destacando su “sinceridad, honestidad, sus críticas leales, cabales y frontales” y que culminaba con un sintético “es transparente, previsible y clara, clarísima, nítida”: “A mi me gusta la gente como Nerea”.
Cuando intentó optar a la dirección territorial del PP fue suspendida tres años de militancia y posteriormente abandonó el partido
La trayectoria de ambos guarda evidentes similitudes. El punto de encuentro se fija en su lealtad a María San Gil, la ex presidenta del PP vasco que acabó por abandonar la dirección de los populares vascos. Lo hizo por severas discrepancias en la dirección política que marcaba el PP de Rajoy y que dibujaba un cambio de rumbo en la relación con el nacionalismo. Era lo mismo que opinaban Abascal y Alzola. El hoy dirigente de Vox suele recordar que pocos le secundaron, que apenas un puñado de leales se fueron con San Gil. Entre los 14 parlamentarios de la Cámara de Vitoria, apenas cuatro le declararon su fidelidad. Su lealtad a María San Gil sigue firme. Recientemente, Alzola aseguraba en uno de sus blogs que frente a la impostura de otros candidatos, como Manuel Valls o Pedro Sánchez, la ex presidenta del PP vasco es el fiel reflejo de un candidato “hábil, convencido, ilusionado con su proyecto y sincero”. El protpotipo de político que “mira a los ojos sin incomodidades”.
Alzola se había convertido en cargo incómodo para la nueva dirección que relevó a San Gil. Presidía el partido Antonio Basagoiti y Alzola quiso optar a la dirección de la formación en su territorio, en Vizcaya. En aquel 2009 recibió el mayor revés de su vida política: el partido no sólo no le permitió concurrir esgrimiendo “irregularidades” y haber presentado su candidatura fuera de plazo, sino que le suspendió tres años de militancia. Después abandonó el PP.
Rescatados por Esperanza Aguirre
El rescate del ostracismo, tanto de Abascal como de Alzola, llegó desde Madrid de la mano de la entonces todopoderosa Esperanza Aguirre. Si a Abascal lo colocó en Fundación para el Mecenazgo y el Patrimonio Social, a Alzola, ingeniera de profesión, la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid la situó en la empresa pública Gestión y Desarrollo del Medio Ambiente (Gedesma) como directora general. Es allí donde ha pasado los últimos años, lejos de su Bilbao natal.
Un exilio protegido bajo el paragüas del ala más alejada del ‘Marianismo’ y con el que se cerraba de modo abrupto -y por la puerta de atrás- su etapa en la formación por la que había luchado. Abascal y Alzola se comprometieron muy jóvenes en política, cuando hacerlo en Euskadi, al menos en las siglas que ellos eligieron, era jugarse la vida. Abascal supo pronto lo que era perder la libertad, lo había visto en su padre primero y lo experimentó en carne propia poco después. Alzola también experimentó cómo se vive escoltada día y noche por el mero hecho de ser concejala de un pequeño pueblo vizcaíno, Sondika.
El voto que arrastre Vox en Vizcaya será minoritario. En las últimas elecciones generales de 2016 apenas obtuvo 641 votos en esta provincia, frente a los 78.965 de los populares
En 2005 una bolsa frente a su casa simulando una bomba, que había estado precedida de la enésima amenaza -“te vamos a enterrar”- fue uno de los tragos más amargos de esta bilbaína de 45 años. No era la primera vez que le amenazaban. Las pintadas contra ella fueron reiteradas. Tampoco faltaron las agresiones físicas, como la sufrida en 2007 durante una pegada de carteles electorales en las municipales. Un grupo de jóvenes la increpó a ella y otra compañera de partido, después llegaron las agresiones y el encontronazo con los escoltas. El caso terminó con heridas y en el juzgado. La discrepancia y posición incómoda en la que se encontraba internamente hizo que el partido renunciara a seguir pagándole la defensa después de que se negara aceptar un acuerdo con los denunciados. Alzola tuvo que buscarse otra defensa y la encontró en el abogado Javier Ortega Smith, hoy número dos de Vox.
En una etapa de su vida, la que padeció Alzola fue una presión doble. La relación sentimental que mantuvo con otro concejal del PP vizcaíno, Carlos García, -hoy miembro de la dirección del PP de Vizcaya- y quien también sufrió amenazas e intentos de atentar contra él por parte de ETA, simbolizó el riesgo del compromiso político en Euskadi si se ejercía en las filas del PP.
"Hay derechas y derechas"
Abascal y Alzola compartieron bancada en el Parlamento Vasco. Fue durante un tiempo breve, poco más de un año, entre noviembre de 2007 y enero de 2009. Alzola hace tiempo que no oculta su sintonía con Vox. Hace meses que en sus redes sociales se hace eco de muchas de las manifestaciones de la formación de Abascal y a la que ahora se suma. En marzo aseguraba que “hay derechas y derechas” y ayer defendía el paso de concurrir por Vox al 28-A, afirmando que “es un honor presentarme en mi tierra por España con un partido fuerte y nítido”.
Es la culminación de una distancia con el PP que se había hecho demasiado profunda. Muestra de ello es lo que asegura Alzola del hoy presidente del PP en Guipúzcoa y en otro tiempo compañero generacional y de escaño: “No le reconozco desde 2008”.
Alzola sobre el presidente del PP en Guipúzcoa, Borja Sémper: "No le reconozco desde 2008"
Alzola no lo tendrá nada fácil. El voto que arrastre Vox en Vizcaya será minoritario. En las últimas elecciones generales de 2016 apenas obtuvo 641 votos en esta provincia, frente a los 78.965 de los populares. En las filas del PP temen sin embargo que la irrupción de Vox suponga acentuar la pérdida de votos que arrastra en los últimos años y ponga en peligro la reedición del escaño obtenido en las últimas generales. A ello no ayuda el perfil desconocido que presenta la candidata impuesta por Génova, Bea Fanjul.
Política de ideas firmes y defensa severa, Alzola cuestiona la falta de coherencia y nitidez en la defensa de los principios y que consideró en su momento que se habían diluido en el PP de Rajoy. Accedió al PP tras el asesinato de Miguel Angel Blanco, en los años en los que la política contra ETA la inspiraba Jaime Mayor Oreja y se dio de baja en el PP cuando el Ejecutivo de su partido excarceló, en septiembre de 2012, al preso de ETA Josu Urribetxebarria Bolinaga.
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