Política

El día en el que Iglesias y Montero se convirtieron en casta

Podemos quiere convertir el regreso de Pablo Iglesias a la primera línea de actividad política (después de tres meses dedicado al cuidado de sus hijos) en un revulsivo para la organización, que lleva mucho tiempo sufriendo un corrosivo desgaste.

Iglesias va a tener que hacer un gran esfuerzo para levantar las deprimentes expectativas electorales de su partido, lastrado por fuertes disputas internas, que han derivado en la salida del histórico número dos, Íñigo Errejón, y en la ruptura con otras formaciones, como Compromís o En Marea, que han decidido ir por su cuenta a los comicios del 28-A.

Algunos miembros de Podemos, ahora fuera de la organización, sitúan la causa del declive en Vistalegre II, la asamblea que se celebró en febrero de 2017 y que concluyó en una victoria aplastante del secretario general, que logró el 89% de los apoyos.

Sin embargo, aunque ahí pudo estar el germen de la caída de Podemos, al convertirse definitivamente en una organización piramidal al estilo de los viejos partidos, en los que el líder modela la dirección a su medida, los datos no permiten extraer una conclusión sólida a ese respecto. Utilizando los sondeos del CIS como referencia, lo que se comprueba es que Podemos tuvo un comportamiento bastante estable durante casi dos años: entre las elecciones del 26-J de 2016 y la primavera de 2018.

Tras Vistalegre II, el primer sondeo del CIS se publicó con datos recogidos el mes abril (entonces las encuestas no se hacían todos los meses, como ahora). La estimación de voto de Podemos se situó en el 19,7% (tan sólo 1,3 puntos por debajo de los resultados de 2016, que dieron a la coalición 71 escaños en el Congreso).

En mayo de 2018 (quince meses después de la celebración de Vistalegre II) el CIS daba a Podemos una estimación de voto del 19,6%, prácticamente igual que un año antes. Mientras que otros partidos fluctuaban, la organización liderada por Pablo Iglesias aparecía sólidamente como la tercera fuerza más votada, muy cerca del PSOE (al que el CIS daba en esa misma encuesta el 22% en estimación de voto).

Sin embargo, todo cambió a partir de ahí. La última encuesta hecha pública por el CIS da a Podemos un 14,5%, situándole como cuarta fuerza política, por detrás de PSOE, PP y Ciudadanos.  Eso es suponiendo que se sumaran los votos de todas las confluencias, como sucedió en 2016. La mayoría de las empresas demoscópicas privadas son aún más pesimistas sobre la estimación de voto de Podemos.

¿Qué ha ocurrido en los últimos nueve meses para que Podemos se haya desplomado de forma tan significativa? Sin duda, la moción de censura y el posterior gobierno de Pedro Sánchez han operado en contra del partido de Iglesias, al igual que la agudización de las luchas internas y el descuelgue de las confluencias. Pero hay otro elemento, del que la cúpula de Podemos no quiere ni oír hablar, pero que contribuyó a minar uno de los activos más sólidos del partido: la ejemplaridad de sus máximos referentes, la coherencia de su estilo de vida con unos presupuestos políticos que suponían la ruptura con la llamada "casta".

Tras la reunión de Iglesias con Sánchez en Moncloa el 14 de junio de 2018 desde presidencia se dio la orden a Interior para establecer de forma inmediata un dispositivo de seguridad en el chalet de Galapagar

Efectivamente, a mediados de 2018 se conoció que Iglesias e Irene Montero habían dejado su vivienda de alquiler en Rivas-Vaciamadrid (un barrio eminentemente obrero) para comprarse un chalet en la zona residencial de Galapagar (clase media alta) por el que pagaron 615.000 euros. La noticia causó un auténtico terremoto entre los votantes, simpatizantes y militantes de Podemos. Hasta tal punto, que Iglesias se vio obligado a convocar una votación interna, celebrada el 27 de mayo, en la que se planteó su propia continuidad al frente del partido. A pesar de que Iglesias ganó por un 68,4% de los votos, su imagen quedó seriamente dañada.

Aunque, desde entonces, la palabra "casta" ya no forma parte del vocabulario de Podemos, el comportamiento de Iglesias y Montero se ajusta bastante a ese concepto, acorde con la "vieja política", y que implica que los dirigentes políticos mantienen un estatus y unos privilegios de los que carece la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Iglesias y Montero no sólo han dado un salto en la escala social, con una vivienda que sólo se puede permitir una minoría de españoles por su nivel de renta, sino que han adquirido unos modos y unos hábitos incompatibles con su ideario igualitario.

El mejor ejemplo de ello es la forma en la que reclamaron y consiguieron una protección de seguridad de la que no disponen otros líderes políticos, incluidos ministros, con una estimación similar de riesgo para su seguridad física.

A partir de cierto momento, Iglesias comenzó a obsesionarse con su seguridad. Irene Montero, el ex Jemad Julio Rodríguez y Rafael Mayoral (diputado de Podemos y responsable de Sociedad Civil y Movimientos Sociales) acudieron en tres ocasiones al Ministerio del Interior para reclamar escolta policial par Iglesias en tiempos del ministro Zoido. La Guardia Civil elaboró un informe en el que estimó como "riesgo bajo" la situación del líder de Podemos, por lo que la petición fue rechazada.

Sin embargo, Iglesias no cejó en su empeño. Tras la victoria de la moción de censura, el líder de Podemos mantuvo una reunión discreta en Moncloa con el flamante presidente de gobierno Pedro Sánchez el 14 de junio de 2018. Ese día, desde la presidencia del gobierno se dieron instrucciones al Ministerio del Interior para que se protegiera el chalet de Iglesias y Montero en Galapagar. Se ve que entre los asuntos a tratar el líder de Podemos transmitió al presidente su queja sobre la desprotección de su casa. La orden debía ser cumplimentada de forma inmediata,  y, de hecho, el operativo de vigilancia de la casa se montó a la una de la madrugada del día siguiente.

Un oficial de la Guardia Civil le dijo a Iglesias que el ministro Borrell, con vivienda en la misma demarcación, carece de vigilancia. Iglesias se limitó a contestar: "Nadie sabe dónde vive y mi casa la conoce todo el mundo"

La Guardia Civil ofreció a la familia Iglesias Montero una protección no presencial, mediante la colocación de cámaras situadas en lugares estratégicos de la vivienda y conectadas directamente al cuartelillo de Galapagar. Destinar durante 24 horas vigilancia requiere de la participación de un total de siete agentes (un tercio de la dotación con que cuenta Galapagar). Sin embargo, la idea fue rechazada por la familia, que exigía la presencia física de guardias. Después se les solicitó que la garita de vigilancia estuviera dentro del recinto del chalet, en la zona ajardinada, a lo que también se negó la familia.

Cuando un oficial de la Guardia Civil explicó a Iglesias que en esa misma demarcación vivía el ministro Josep Borrell y que éste carecía de vigilancia, el líder de Podemos se limitó a contestar: "Nadie sabe dónde vive Borrell y mi casa la conoce todo el mundo".

Iglesias será recibido por sus seguidores este sábado 23 de marzo como un salvador, aunque el cartel editado por Podemos con el lema VUELVE fue retirado inmediatamente de la circulación porque transmitía una imagen un punto machista y reflejaba un cierto culto a la personalidad.

Los problemas de Podemos no se resolverán con el regreso de su líder, aunque sea bajo palio. La organización nacida de las movilizaciones del 15-M logró en muy poco tiempo la adhesión de cientos de miles de jóvenes porque representaba otra forma de hacer política, lo que conllevaba políticos de otra forma. El chalet de Galapagar supuso la voladura de todas esas ilusiones. Muchos despertaron entonces de un bello sueño.

Te puede interesar

Salir de la versión móvil