21.30 horas del sábado 1 de octubre de 2016. Pedro Sánchez abandona la sede del PSOE de Ferraz en coche desde el garaje, tras haber dimitido como secretario general después de que el Comité Federal tumbara su propuesta de convocar primarias exprés para revalidar en el cargo. Tras once horas de enfrentamiento agónico, el dirigente socialista se marcha en estado de shock, ya que en ningún momento había contemplado seriamente que se podría producir este desenlace.
Mientras, en la cuarta planta de Ferraz, la zona noble del edificio, se producen dos reuniones. En el despacho de Patxi López, hasta ahora secretario de Acción Política de la Ejecutiva, se citan todos los barones que han derribado a Sánchez salvo Guillermo Fernández Vara, que disconforme con la operación se ha marchado a Extremadura. Susana Díaz, Javier Fernández, Javier Lambán y Ximo Puig confeccionan la Gestora que dirigirá el partido desde ese momento. La presidenta andaluza invita al exlehendakari a sumarse a la nueva dirección del PSOE. «No me veo», responde el diputado vasco, que llama por teléfono a su amigo Fernández Vara para que convenza a los barones de que también negocien con los derrotados. «¡Cómo puedes decir que no!», le reprocha Susana Díaz, que no acepta esa negativa por respuesta. Acto seguido, para intentar comprometer a López en su proyecto y cerrarle el paso a una posible candidatura a las primarias, los barones invitan a formar parte de la Gestora a la mujer del exlehendakari, Begoña Gil, secretaria de Política Institucional del PSOE de Euskadi. También lo rechaza.
En un ambiente de enorme preocupación por el espectáculo retransmitido a toda España por televisiones y redes sociales durante casi doce horas, el presidente de Asturias asume la presidencia de la Gestora y uno de los lugartenientes de Susana Díaz, Mario Jiménez, el mando real: las áreas de Organización y Comunicación.
Mientras, en una sala contigua, esperan noticias los leales a Pedro Sánchez. La presidenta de Baleares, Francina Armengol; los diputados Adriana Lastra y José Luis Ábalos; la secretaria general del PSOE vasco, Idoia Mendia; la responsable de la Gestora en Galicia, Pilar Cancela; el secretario general de Castilla y León, Luis Tudanca; Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, y dirigentes de La Rioja, de Cantabria y Extremadura debaten sobre la conveniencia o no de entrar a formar parte de la Gestora.
Finalmente, los barones deciden que pueden entrar tres representantes sanchistas en el órgano de dirección, aunque no pueden ser figuras destacadas, como Adriana Lastra (Asturias) o Alfonso Rodríguez Gómez de Celis (Andalucía), porque pertenecen a federaciones que mayoritariamente han estado en contra del secretario general. Los elegidos son Francesc Antich, expresidente balear, a propuesta de Francina Armengol; Francisco Ocón, secretario de Organización del PSOE de La Rioja que dirigía César Luena, y el diputado cántabro Ricardo Cortés Lastra, en un guiño a Rosa Eva Díaz Tezanos, vicepresidenta del gobierno regional que se negó a dimitir de la Ejecutiva Federal del PSOE. El resto de los diez integrantes de la Gestora son personas de confianza de los barones.
Termina así una aciaga jornada para el partido repleta de enfrentamientos, reproches, insultos y llantos que comenzaba a las 08.30 con la llegada de los miembros del Comité entre aplausos o abucheos, según cada caso, y que terminaba con 132 votos en contra de la propuesta de Sánchez y 107 a favor. Hasta por el uso del micrófono se pelearon los sanchistas y los críticos mientras la Policía establecía un cordón de seguridad a las afueras del edificio, donde se concentraban decenas de militantes y periodistas, a los que impidieron el acceso a la sede.
A primera hora de la mañana, al bajar de su despacho hacia las zonas comunes, Antonio Hernando se topa con Susana Díaz junto a su sanedrín. «Esto lo tenéis perdido, lo mejor es que sea rápido», le advierte Díaz, haciendo gala de la buena relación que siempre habían tenido. Los avisos de la baronesa andaluza hacen que Luena empiece a reconocer ante el núcleo duro de Sánchez que «no tiene las cuentas seguras» para ganar la votación en el Comité Federal. «¿Por qué no intentamos hablar con ellos?», propone Hernando.
Patxi López busca una última mediación con Susana Díaz para evitar el conflicto. El diputado vasco acude a hablar con Javier Fernández sobre las condiciones en las que se debía celebrar el Comité Federal. Los barones imponen tres requisitos: los miembros de la Ejecutiva no pueden votar, ya que no se considera legítima tras la dimisión de la mitad de sus componentes; no hay voto secreto, sino que será un voto oral por llamamiento, y Pedro Sánchez tiene que presentar su renuncia como secretario general. Tal y como lo escucha, Patxi López se da la vuelta. «Es imposible negociar», concluye, al comprobar que el único objetivo de los barones es acabar con Pedro Sánchez. «No os estáis enterando. A este lo quiero muerto hoy», le espeta Susana Díaz a Francina Armengol para acabar con cualquier tipo de duda cuando la presidenta de Baleares intenta mediar.
Los barones iban a por todas, no había posibilidad de componendas como las alcanzadas en otras ocasiones in extremis antes de cada Comité Federal. Por si acaso, los dimitidos de la Ejecutiva aguardan en una cafetería cercana para acudir rápidamente a Ferraz si un acuerdo de última hora les permitiera votar. Susana Díaz no deja ningún cabo suelto. La bronca es continua por cada aspecto reglamentario y de procedimiento, desde la formación de la Mesa del Comité Federal, que dirigirá el desarrollo de la reunión, hasta por el orden del día. No se ponen de acuerdo en ningún aspecto: ni quién vota, ni qué se vota, ni cómo se vota. Aunque la batalla fundamental se libra en ese tercer punto, la forma de votación. La Ejecutiva estaba empeñada en que fuera secreta para proteger a los dirigentes de las federaciones críticas que quisieran expresar su apoyo a Pedro Sánchez sin represalias por parte de sus jefes, los barones. Los presidentes autonómicos, por su parte, querían que los 300 componentes del máximo órgano del PSOE se retrataran uno a uno de forma pública.
El bloqueo de la situación hace que Pedro Sánchez tome la palabra a mediodía: «Yo quiero hacer una propuesta, presidenta. Me la ha hecho algún compañero, la he meditado unos minutos y me parece que es mucho mejor que el espectáculo que se ha comenzado a dar. La propuesta es que, pese a que 17 compañeros y compañeras dimitieron esta semana, yo estoy dispuesto desde este lunes a que sean readmitidos, a que este Comité Federal no se celebre o termine ahora. Que la próxima semana tengamos el debate político que se merece esta organización y cuál es la posición que el PSOE debe mantener respecto a la investidura de Mariano Rajoy. Y que la próxima semana se vote en este Comité Federal qué decisión vamos a tener», lanza entre quejas de los asistentes. La propuesta no obtiene respaldos.
Después de una intervención de Borrell, se lanza Susana Díaz. «Yo soy igual que tú licenciada en Derecho». «No, yo hice ingeniería», interrumpe el dirigente catalán. «Bueno, lo parecía por tus palabras. Pues yo sí lo soy, Pepe. Yo sí lo soy. Pero yo no voy a venir aquí a interpretar los estatutos, que podría hacerlo. Bebí, diríamos, de los pechos de quienes han sabido mucho de los estatutos de este partido. Pero yo solo apelo un minuto a que penséis el espectáculo no nacional, sino internacional que estamos dando. Y todos hoy, yo me incluyo, no estamos a la altura de un gran partido. Tenemos dos opciones. Una, votar ya y acabar con esto, y otra, suspender el Comité y convocar la Comisión de Garantías para que informe». Tampoco convence a la mayoría.
En esa guerra abierta, por los pasillos y en los recesos, ya hay quien asegura que tras ese día hay que buscar una tercera vía. Ni Pedro ni Susana, que han llevado al PSOE a semejante cota de enfrentamiento y división, pueden liderar el partido después del Comité Federal.
A las seis de la tarde, tras ocho horas de enfrentamiento con numerosas propuestas de acuerdo que ninguno de los dos bandos acepta, Susana Díaz propone directamente la constitución de una Gestora y que se vote el informe favorable a la destitución de Sánchez que ha elaborado la Comisión de Garantías. Es entonces cuando el secretario general deja atónitos a todos. Impertérrito, Pedro Sánchez se levanta, se pone lentamente la chaqueta que tenía colgada en el asiento de su silla y se dirige hacia la parte trasera de la sala mientras Rodolfo Ares arrebata el micrófono a Verónica Pérez y anuncia el inicio de la votación.
"¿Pero qué se va a votar?"
«¿Se van? ¿Qué es lo que se va a votar exactamente? ¿Pero qué se va a votar?», se preguntan aliados y enemigos del líder socialista. El descubrimiento de una urna hasta entonces oculta tras una cortina y el inicio de la votación por parte de miembros de la Ejecutiva hace que el Comité Federal estalle. Al grito de «pucherazo» se forma una monumental bronca entre reproches, insultos y lágrimas. Algunos compañeros tienen que refrenar al secretario de Organización del PSOE andaluz, Juan Cornejo, que se dirige con violencia hacia Pedro Sánchez. El caos se desata en el sótano de la sede socialista y el secretario general permanece bloqueado junto a la pared, cerca de la urna. Cuando sus propios compañeros, personas de su confianza como Antonio Hernando y Patxi López, le reprochan el gesto, es el momento en el que se rompe. «¿Tú me ves haciendo cola para votar? Yo no me pongo en la cola», le advierte el dirigente vasco. «Pedro, tenemos que irnos», le intenta convencer con lágrimas en los ojos su amigo Antonio.
Emiliano García-Page grita; Francina Armengol, Trinidad Jiménez, Elena Valenciano y Soraya Rodríguez lloran desconsoladamente; los críticos recogen firmas para presentar sobre la marcha una moción de censura… El intento de votación apenas dura treinta minutos cuando Sánchez es al fin disuadido por los suyos. Nuevas negociaciones apresuradas desembocan en una votación a cara descubierta que decreta la derrota de la Ejecutiva Federal. «Presento mi dimisión. Ha sido un orgullo, ha sido un honor», se despide Pedro Sánchez frente a los periodistas antes de salir en coche de Ferraz.
A la mañana siguiente, una compungida Susana Díaz llama a líderes de opinión y a directores de medios de comunicación. «Esto ya se ha acabado, menos mal, ha sido muy duro, horrible», solloza compungida, antes de cambiar de tono al hablar con dirigentes del partido: «Muerto el perro se acabó la rabia», les anuncia. Comienza así el mandato de una Gestora al frente del PSOE diseñada para tenderle una alfombra de pétalos hasta Ferraz. Por fin se haría con el control del partido por aclamación, como ella merecía. Ganaría las elecciones y sería la nueva Felipe González.
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