Ha sido una conversión inesperada, una ‘caída del caballo’ en víspera electoral. Las instituciones españolas como centros rentables y no meros escaparates reivindicativos. Lejos quedan los tiempos en los que eran símbolos de la represión del Estado, la ‘opresión’ al pueblo vasco o simples ‘alineaciones’ a un sistema corrupto y represivo. En 2019 las Cortes españolas se han convertido para la izquierda abertzale en herramientas útiles para “defender los intereses de la gente” e incluso para la defensa de la “soberanía nacional del pueblo vasco”, según palabra de Arnaldo Otegi. El líder de EH Bildu no deja de repetirlo estos días, casi tanto como el papel “determinante” que la izquierda abertzale puede jugar tras el 28-A en el Congreso y el Senado.
EH Bildu no hace ascos a convertirse en el extraño aliado de Pedro Sánchez. Tampoco el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno lo desprecia. Ambos están incómodos, pero ambos se necesitan. Uno para repintar su imagen en Euskadi como formación útil, el otro para sostener una mayoría ‘macedonia’ de siglas e ideas que le permita seguir en La Moncloa.
La izquierda abertzale institucionalmente conversa aún mantiene dos caras. La que mostró el jueves en el Parlamento Vasco, con su portavoz llamando desde la tribuna “nazis”, “genocidas” y “lobby infecto” a los sindicatos policiales, y la que los representantes de EH Bildu han instalado en el Congreso y Senado esta legislatura: intensos en la fiscalización de la acción de Gobierno de Rajoy, pero moderados en el cuestionamiento de Sánchez y partidarios de la mano tendida.
La izquierda abertzale despreció durante décadas las Cortes. Ahora asegura que participará para ser "determinante" y "útil" a los vascos
Hace unos años, no tantos, la izquierda abertzale demonizaba las instituciones españolas. Lo hizo durante décadas. Eran herramientas propias de un Estado ‘opresor’ e ‘invasor’ a las que sólo se acudía puntualmente para denunciar su acción ‘criminalizadora’ con el pueblo vasco. En sus campañas electorales el derecho de autodeterminación y la defensa de los presos de ETA centraban gran parte del discurso. Hoy no lo hace. La izquierda abertzale que concurre con un acuerdo de “colaboración” con ERC ha preferido relegar su viejo discurso. Ahora la prioridad pasa por poner freno “a la derechona”, defender “los intereses de la gente frente a las élites” y la defensa de la “soberanía nacional vasca” y todo ello complementado con la bandera del republicanismo, el feminismo y el independentismo.
Una "oportunidad" a Sánchez
La nueva izquierda abertzale de Madrid está dispuesta a no complicarle la vida a Sánchez. No por ahora. El propio Otegi se ha encargado de mostrar su cara más amable al presidente del Gobierno y asegurarle que tras las elecciones si de ellos depende no habrá muchos problemas, “estamos dispuestos a dar una oportunidad a Pedro Sánchez si hace la cosas de otra manera”, ha afirmado recientemente el líder de EH Bildu. En el discurso de la coalición no se habla de referéndums, ni de acercamiento de presos, ni se atisba agresividad verbal, exigencias imposibles o posiciones férreas como tiempo atrás. La Bildu de 2019 es de mano tendida… para Sánchez.
Tampoco el presidente del Gobierno parece dispuesto a complicar la vida a la coalición radical. Al contrario que sus adversarios de la derecha -PP, Cs y Vox-, en sus mensajes no figuran los presos, las víctimas del terrorismo o las aspiraciones independentistas. El candidato del PSOE ha optado por ignorar las cuestiones espinosa que le colocan en un suelo resbaladizo con el entorno que un día apoyó a ETA y que aún hoy no lo condena.
Ambos, Otegi y Sánchez, han optado por hacer de la necesidad virtud. Los dos saben que los hasta tres escaños que las encuestas otorgan a EH Bildu podrían ser más determinantes que nunca. El PSOE lo sabe y por eso, tampoco ha entrado estos días en charcos embarrados con el soberanismo vasco. Ni el catalán. La contención se alteró el jueves, cuando Arzuaga encendió el Pleno del Parlamento Vasco y obligó al PSE a no permanecer callado, -sólo sentado, al contrario que el PP que abandonó el salón de Plenos-: “Mi desprecio absoluto, es una vergüenza lo que han hecho desde esta tribuna”, les reprochó la secretaria general de los socialistas vasco, Idoia Mendia.
Otegi intenta guiar a Bildu entre 'dos almas', la combativa que se expresó al grito de "nazis" y la pragmática que busca arrebatar peso al PNV
Lo que allí ocurrió es en realidad lo que históricamente ha hecho la izquierda abertzale y que ahora permanecía arrinconado. También en ese mundo perviven ‘dos almas’ que deben ser alimentadas. La nostálgica que defiende las esencias de lucha de tiempos pretéritos y que esté presente en todas las instituciones, y la que ahora lidera Otegi, más pragmática y necesitada de acelerar la mutación para pasar del partido del apoyo a ETA al partido “útil” para los intereses cotidianos de los vascos.
De la bronca al "voto útil"
Otegi ha intentado estos días hacer equilibrios entre las dos sensibilidades internas que debe gobernar, las incómodas en Madrid y las que ven en la capital y sus instituciones una oportunidad. El propio líder lo resumió en una frase, “vamos a estar en el Congreso y Senado para volver a ser decisivos”, para añadir después, “no pudisteis, no podéis y no podréis”.
Por ahora, el alma combativa sólo aflora en Euskadi, la pragmática reside en Madrid. El propio lehendakari Iñigo Urkullu se lo reprochaba el viernes a Bildu, “Kalean uso, etxean otso’, en un viejo dicho en euskera (Paloma en a la calle, lobo en casa). El PNV no deja de recordar que el apoyo a Sánchez en Madrid contrasta con la dura oposición que Bildu está ejerciendo en el País Vasco al Gobierno de Urkullu: “Allí dan un apoyo gratis, sin nada a cambio, es incomprensible”, aseguraba el lehendakari al día siguiente de que la izquierda abertzale respaldara los seis decretos sociales de Sánchez.
Hasta el momento no hay presión ni lenguaje duro contra el PSOE, no en boca de los dirigentes de la coalición. Nada que ver con lo que un breve repaso histórico refleja del paso de HB, Amaiur y Bildu por el Congreso y el Senado. En las filas de los socialistas más veteranos aún resuenan las palabras de Jon Idigoras (HB) desde la tribuna de la Cámara Baja en 1995 dirigidas al entonces presidente Felipe González, “¡saquen sus sucias manos de Euskadi!”, “debéis renunciar a oprimir y reprimir a nuestro pueblo, dejadnos vivir en paz”.
La historia de la izquierda abertzale se escribe con 'performances' parlamentarios, ausencias, asesinatos de los GAL y "regresos amables"
En las Casas del Pueblo vascas tampoco olvidan el episodio vivido la mañana del 24 de marzo de 1995 durante un debate sobre el caso Laza y Zabala. Quien luego fuera condenado por pertenecer a ETA -entonces en Jarrai-, Mikel Zubimendi arrojó cal viva al escaño de Ramón Jauregui, consejero de Justicia, al grito de “este es un mensaje para el justiciero Jauregui, experto conocedor del efecto de la cal viva en los cuerpos humanos”.
Fueron años en los que las instituciones en la izquierda abertzale que hoy tiende la mano a Sánchez las concebía como “espacio de lucha” y en las que además de ‘performances’ eran frecuentes las pancartas, las camisetas reivindicativas o las proclamas de todo tipo. El historial de HB-Amaiur-Batasuna-Bildu suma episodios como los de presos trasladados a parlamentos para recoger sus acreditaciones, etarras acudiendo esposados para presentarse a lehendakari en un pleno de investidura, -como fue el caso de Juan Carlos Yoldi- o interrupciones al Rey puño en alto y al son del ‘Eusko Gudariak’ en la Casa de Juntas de Gernika 19 días antes del 23 de febrero de 1981. El episodio más cruel sin embargo se escribió la noche del 20 de noviembre de 1989, la víspera de la constitución del Congreso, cuando un comando de ultraderecha asesinó al parlamentario Josu Muguruza.
Por imperativo legal
Es la misma izquierda abertzale que ahora proclama la utilidad de la Cámara y el Senado, la que durante años decidió no participar en ella, ausentarse o ni siquiera acudir a recoger las actas. Fue HB la que abrió un debate formal e institucional al negarse a acatar la Constitución para asumir sus escaños y quien inventó la fórmula “por imperativo legal” para sortear la obligación de la Cámara. La misma que en 1996 decidió no acreditarse, la que en las generales de 2000 ni presentó su marca Euskal Herritarrok y pidió la abstención y la que en los comicios de 2004 y 2008 no pudo concurrir al estar ilegalizada.
En 2011 regresó con fuerza a las Cortes españolas con su mayor representación, seis diputados y 285.000 votos. Desde entonces, su peso ha caído a sólo dos representantes en las elecciones de 2015 y las de 2016 –las que menor apoyo ha logrado, 153.000 votos-, pero con mayor influencia y capacidad para llegar a ser decisivos.
Bildu intenta disputar el carácter de "voto útil" en Madrid al PNV, hasta ahora única formación en reivindicarlo en Euskadi"
A esa aspiración a ser determinantes ha apostado ahora su campaña del 28-A. Una estrategia que aspira al mismo tiempo reforzar la imagen de renovación y de formación institucional que Otegi se empeña en implantar. Un discurso en favor del voto útil en Madrid que busca también arrebatar al PNV. Hasta ahora la formación de Andoni Ortuzar siempre ha esgrimido como argumento fundamental en las elecciones generales ser el único partido que logra réditos en la capital para beneficio de la sociedad vasca. Mensaje que ahora EH Bildu intenta apropiarse convencido de que la debilidad de Sánchez puede convertir en decisivos sus escaños.
En esa pugna se explican las palabras de Aitor Esteban asegurando que Bildu llamó al Gobierno para exigirle que no desvelara sus acuerdos con el PNV -la cesión de cuatro competencias- antes de la finalización de la Diputación Permanente del pasado jueves si quería contar con sus votos. Bildu lo ha negado, “es una trola”, pero para entonces los nacionalistas de Ortuzar ya habían subrayado horas antes sus logros y los avances obtenidos gracias a su mediación. La izquierda abertzale en cambio no tenía rédito que presentar por su sí a los seis decretos gubernamentales, “los han apoyado gratis”, recordó Urkullu un día después.
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