Política

Pedro Sánchez se juega su futuro político a que PP, Cs y Vox no sumen mayoría absoluta

Pedro Sánchez, en el acto de cierre de la campaña del PSOE en Valencia. | EFE

"¿Vamos a ver, cómo va a ser un problema para mí gobernar?" ¿Y que entre Podemos en el Gobierno?, le pregunta el periodista de El País en la última entrevista a Pedro Sánchez antes de las elecciones de este domingo. "No es ningún problema", responde el candidato socialista, dejando ver por primera vez en toda la campaña cuál será su política de pactos a partir del lunes: cualquiera que le permita gobernar. Desde una coalición con el partido de Pablo Iglesias hasta un acuerdo con Esquerra Republicana de Cataluña y el Partido Nacionalista Vasco que resucite el bloque de la moción de censura, pasando por un pacto con Ciudadanos. La única opción de que el candidato socialista no vuelva a la Moncloa es que PP, Cs y Vox sumen mayoría absoluta. Fuera de ese escenario hay varias vías para que Pedro Sánchez vuelva al Gobierno.

En el caso de que pueda gobernar, el más probable según las encuestas, la política de alianzas del PSOE se definirá tras las elecciones del 26 de mayo. Fuentes de la Moncloa aseguran que es inútil especular con los pactos hasta que los comicios municipales y en trece comunidades autónomas termine de clarificar el nuevo mapa político en España. Será entonces, tras esa segunda vuelta, cuando las negociaciones entre partidos se amplíen al resto de plazas destacadas en un cambalache político generalizado por todo el país.

Si el resultado de ambos comicios ofrece un panorama del todo ingobernable, España se vería abocada a unas segundas elecciones, como ocurrió en diciembre de 2015 y junio de 2016. Esa experiencia demostró que los resultados pueden variar muy poco, que benefician al ganador y que castigan a los partidos que se cierran a los acuerdos, por lo que sólo resulta deseable para el vencedor mañana.

El PSOE contempla esa posibilidad de no poder formar Gobierno y de pasar a la oposición tras diez meses en el Ejecutivo. Esa situación abriría un nuevo debate sobre el futuro político de Pedro Sánchez, que pasaría a ser ex presidente del Gobierno. ¿El primero de la democracia que se queda al frente de la oposición? ¿O preferirá ejercer como tal de forma tradicional, fuera del Congreso, escribiendo libros, asesorando y dando conferencias?

“No hay ningún motivo para pensar en un sucesor o un número dos ni nada parecido. No se va ni de coña. Pedro se queda”, aseguran fuentes cercanas a Sánchez, que le sitúan como presidente del grupo parlamentario cediendo la portavocía a otra persona, en el caso de que acabe en la oposición. “Es muy joven, tiene mucha fuerza y el control total del partido”, insisten en su entorno. Por su parte, el presidente no ha contestado a esa pregunta en las entrevistas que ha concedido durante la campaña electoral.

La fuerte apuesta de Sánchez al convocar elecciones tras el 'pinchazo' de asistentes a la manifestación por la unidad de España convocada por PP, Cs y Vox en febrero en la Plaza de Colón de Madrid pone en juego su futuro político. El líder socialista ha intentado demostrar que tenía razón cuando intentó ser investido presidente en 2016 con sólo 90 diputados y que se puede gobernar incluso con menos, con 84. También que el paso por la Moncloa es tal plataforma propagandística que puede levantar electoralmente al PSOE y mejorar la marca de Alfredo Pérez Rubalcaba de 110 diputados a pesar de que entonces, en 2011, no existían Podemos ni Ciudadanos.

Tras haber sido acusado reiteradamente de "perdedor" por Susana Díaz y los barones en 2015 y 2016 por sus derrotas electorales, el líder socialista y su consultor de cabecera, Iván Redondo, decidieron que la movilización del voto progresista que provocaba el acuerdo entre PP y Cs en Andalucía con apoyo de Vox sería suficiente para colocar al PSOE como primera fuerza del país once años después de su última victoria electoral con José Luis Rodríguez Zapatero. Con ese objetivo, el presidente no ha dejado de azuzar el miedo a la derecha en la última semana de campaña electoral.

Sólo el hecho de que el PSOE sufriera una humillación electoral -descartada hasta ahora por los sondeos- y que sus negociaciones con los partidos independentistas para mantenerse en el poder dieran alas a la derecha, como ocurrió en parte en Andalucía, comprometería el liderazgo de Pedro Sánchez al frente del partido.

En el caso de que las derechas sumaran, Pedro Sánchez está blindado. En el Congreso y en el PSOE. Ferraz ha purgado de las listas electorales a cualquiera que no le haya mostrado lealtad, por lo que los grupos parlamentarios serán monolíticos y adeptos a la dirección socialista. En el partido ocurre algo similar. Tras la victoria de Pedro Sánchez en las primarias de 2017, la dirección del PSOE elaboró unas nuevas normas internas que impiden que el líder vuelva a ser derribado por dirigentes territoriales como ocurrió en el Comité Federal del 1 de octubre de 2016.

Además de controlar férreamente el Comité Federal, si más del 50% de sus miembros se rebelaran contra el secretario general se iniciaría un proceso revocatorio en el que votarían los militantes, que tendrían en sus manos el futuro del líder. Ni siquiera la dimisión de más del 50% de la Ejecutiva socialista, como ocurrió dos días antes del derrocamiento de Sánchez, supondría la caída del secretario general. Esas dimisiones sólo tumbarían la Ejecutiva cuando se produzca en las agrupaciones locales, donde se elige a una lista completa para la dirección del partido y no sólo al líder.

Además del revocatorio y de que pierda un proceso de primarias, la tercera forma de salida del líder socialista se produciría por la limitación de tres mandatos de cuatro años que se establece ahora. El contador se puso a cero en el último congreso federal de 2017, por lo que este mandato no se contabiliza y Sánchez podría optar a la reelección como secretario general del PSOE hasta 2033.

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